martes, 26 de junio de 2018

LIBÉRAME O DÉJAME PENSAR. PARTE 7


LIBÉRAME O DÉJAME PENSAR     PARTE 7


Miércoles, mitad de semana, hoy me ha costado despertar mucho más de lo normal. Tengo en mi cabeza esa extraña sensación de resaca, pero sin embargo anoche no probé ni una gota de alcohol. Claro que, entre unas cosas y otras hasta las cuatro de la mañana no me metí en la cama. Menos mal que decidí entrar a trabajar a las nueve en lugar de a las ocho, es lo que tiene disfrutar de cierta flexibilidad de horario en el trabajo. Por contra saldré una hora más tarde, con lo que a mí me gusta llegar pronto a casa y disfrutar de mis minutos de relax en el sillón. Pero en fin… Que le vamos a hacer.
Hoy estoy decidido a descubrir quién es Megan. Tanto misterio y desconocimiento me llena un poco de crispación. Voy a observar bien todo lo que ocurre a mi alrededor, a lo Sherlock Holmes, y a ver si hay suerte. Lo primero: Hablar con Ricardo, seguro que él sabe algo. Después de todo, la titulación de curioso se la ha ganado a pulso.
Como siempre, llego a mi mesa, dejo mis cosas y saludo a los compañeros. A continuación, me aproximo a la mesa de Ricardo, pero no le veo. Tiene su escritorio todo revuelto, como de costumbre. Su taza sucia, varios papeles descolocados sin orden aparente y figuritas de Kinder sorpresa desparramadas por todas partes. No me extraña nada que la pobre mujer que limpia la oficina resople resignada cada vez que llegua a su puesto. Su equipo está apagado, es raro, porque en este trabajo lo primero que hacemos al llegar es encenderlo. Los restos de café de su taza delatan que fue utilizada por última vez ayer.
De repente, una voz femenina me saca de mi papel de detective.

- Está enfermo y ha decidido no compartir su virus con nosotros. Y en verdad, es de agradecer que sea así. ¿Qué te ha pasado? Hoy has llegado más tarde.

Es Mónica, parece alegrarse de verme. Es normal que se extrañe de mi retraso. Yo suelo ser puntual con la entrada al trabajo.

- Nada, anoche me acosté tarde y no quería venir a la oficina muy cansado. Y lo de Ricardo y compartir sus virus, hasta hoy yo pensaba que era lo que más le gustaba. – Le contesto sonriendo. - ¿Y tú qué tal?

- Bien, ya sabes, como siempre. – Me contesta con poca seguridad.

La observo con detenimiento. Se que hay algo, que tiene alguna preocupación en mente y que ella espera ser escuchada. Como buen amigo que soy lo haré, pero la verdad, hoy no estoy para dar buenos consejos. Mostraré interés a lo que tenga que decirme para que se sienta bien. Siempre lo he hecho, aunque con ello reciba daño.

- ¿Qué pasa Mónica? Nos conocemos de hace mucho y por la cara que tienes, sé que te pasa algo.

- Nada, es una tontería. – Me dice quitando hierro.

- Una tontería que te afecta hasta el punto de notártelo. Vamos Mónica, no hagas que tenga que someterte a un tercer grado.

Mónica mantiene un pequeño silencio antes de revelar su preocupación.

- Me han citado para una entrevista personal con Recursos humanos. Se rumorea que la nueva dirección quieren hacer limpieza.

- ¡Venga ya! Ya llevamos una semana pasando por esas entrevistas y no han echado a nadie. Son meras formalidades. Imagino que solo querrán saber con el personal que cuentan. Además Moni, tú eres buena en tu trabajo. A nadie se le ocurriría despedirte. – Le contesto intentando trasmitir seguridad.

Se que la tranquilizaré, aunque no me crea ni una sola palabra de lo que he dicho. No es que crea que Mónica no es la mejor en su trabajo, pero es más que evidente que despedirán a alguien. Aunque sea solo para mostrarnos quién manda aquí.

- Tú sigue trabajando y verás como se fijan en tí para bien.

Yo soy de ese tipo de personas que saben dar buenos consejos cuando se necesita, pero que no son capaces de seguirlos para sí mismo.

- No se… En el fondo pienso lo mismo que tú. Pero todos andan muy temerosos de lo que pueda pasar. Fíjate, que incluso Ricardo, estando enfermo como está, en lugar de cogerse la baja está Tele trabajando desde casa. - Me comenta aún con algo de miedo.

- ¿Está en casa trabajando? Bueno, de eso no has de extrañarte, ya sabes lo negativo que es.

Repentinamente siento la mirada de alguien clavada en mí. No sé por qué, pero esa sensación la he vivido antes. Miro disimuladamente hacia la puerta de la sala y veo a Megan. Ahí está, parada, con esa mirada incipiente como de deseo contenido. Al instante prosigue su camino y desaparece de allí. Mónica a penas se ha dado cuenta de lo ocurrido. Ha coincidido con un mensaje que le han mandado y estaba mirando la pantalla de su móvil.

- Bueno, te dejo, que tengo que hacer una llamada. – Me indica con un gesto más relajado.

Me vuelvo a mi sitio y me conecto al Chat de la empresa. Busco a Ricardo y veo que en su estado pone que está conectado. Le escribo.

Roberto: ¿Cómo estás?

No tarda nada en contestarme.

Ricardo: Jodido tío. Muy jodido. Pero ya ves, al pie del cañón.

Típica frase de película de las que tanto le gusta soltar.

Roberto: ¿Estás trabajando?

Me hago el tonto como si no supiera nada.

Ricardo: Sí, aquí estoy, con algo de faena.

Roberto: ¿Pero no deberías de estar descansando?

Ricardo: Sí, desde luego. Pero después de como están las aguas de revueltas, cualquiera se arriesga. No voy a facilitar que mi cabeza sea la primera que ruede.

Ricardo como siempre. Fatalista al cien por cien.

Roberto: Por cierto. Tú que eres muy observador. Si te doy la descripción de una mujer de la nueva empresa, ¿tú sabrías decirme en que departamento trabaja?

Ricardo: Jajajajaja, puede. Venga, dispara.

Roberto: Alta, delgada, con muy buena figura, de unos 40-45 años, morena y con el pelo largo. Va muy bien vestida, en plan ejecutiva.

Ricardo tarda unos segundos en contestar. Segundos que se me hacen eternos.

Ricardo: Pues si te soy sincero no tengo ni idea. Pero por como la describes, tendrá un cargo importante. Mínimo de jefecilla de sección.

Roberto: Sí, o quizás de algo más diría yo.

Desde luego que algo más. Recuerdo el Porsche.

Ricardo: Mira, en la intranet corporativa han puesto un organigrama con los cargos de la empresa nueva. La mayoría de las fichas incluyen fotografía. A lo mejor ahí puedes encontrar a tu mujer misteriosa. ¿Quién es? ¿La que te hizo la entrevista?

Dudo en si contestarle o no. Se lo que implica decirle que sí, y no me gustaría que toda la empresa supiera que la estoy buscando.

Roberto: No, es una mujer que me crucé el otro día por el pasillo. Me llamó mucho la atención.

La primera mentira piadosa del día, me digo a mi mismo.

Ricardo: Hay que ver, que pillín estás hecho. Bueno, te dejo, voy a seguir al tajo. Espero que encuentres a tú Julieta, Don Juan.

¡Ale! Patadón a la literatura romántica. ¡Joder Ricardo!

Roberto: Venga Ricardo, mejórate. Nos vemos cuando estés por aquí.

Cierro el Chat, abro la intranet y… ¡Bingo! Aquí está el organigrama del que me habló. Busco, busco y busco pero no encuentro… Bueno sí, encuentro la ficha del jefe de recursos humanos. Sin lugar a dudas es un viejo feo que impone terror tal y como me insinuó Ricardo. Pobre Mónica, pienso. Es muy posible que a ella sí que le toque lidiar con el hueso.
De momento, la identidad de Megan va a seguir siendo una incógnita. Si es que se llama Megan. Que me parece a mí que estoy dando por hecho muchas cosas.
A mediodía voy a comer fuera. Ayer no tuve tiempo de prepararme comida. Voy solo, no me importa. Es solo comer, no ha de ser una fiesta siempre. Termino y me pido un café, me sirvo el azúcar mientras mi móvil comienza a sonar. El texto “Número oculto” se ilumina en mi pantalla. Seguro que son otra vez esos pesados de Fono-móvil pidiéndome cambiar la línea con ellos. Mira que son veces las que les he dicho que no me interesa, que si me hacen ofertas en las que tengo un servicio parecido al actual por un precio similar, ¿por qué iba a querer cambiarme? Pero no, no lo entienden. Entonces te hacen una oferta donde te incluyen mil canales más de tv y más velocidad de conexión a un precio mayor del que pagas. Pero… ¿Dónde está la oferta entonces señorita? Si a mi actual operadora le pido una subida de tv y velocidad, me hará el mismo precio que ustedes me ofertan… Siempre se quedan callados y me dan la razón. En fin…
Dejo sonar el móvil hasta que se agota la llamada, no me apetece tomar el café mientras me sueltan el rollo.
Una vez terminado subo a mi puesto y me dispongo a retomar mi trabajo. Tengo que solucionar el diseño de una página web que queremos vender a un cliente. Ha de estar listo para mañana, por lo que no tengo tiempo que perder. Abro mi editor de páginas web. Mi teléfono comienza a sonar de nuevo. Otra vez “Número oculto”. ¡Qué pesados! Lo silencio y dejo agotar la llamada. Muevo el editor de estilos de la página hacia mi segundo monitor. Mí pulsera vibra indicando que tengo un mensaje en el móvil. Lo cojo y me encuentro una aviso de sms de “Numero oculto”. ¿Pero bueno? ¿Ahora también me van a bombardear por sms? Lo abro y puedo leer “Coge el móvil por favor”. Mi cara es un poema. Mi teléfono vuelve a sonar con el “Numero oculto” Lo miro y miro a mi alrededor como si alguien me estuviera gastando una broma. Pero… ¿Seré idiota? ¿Quién coño va a estar llamádome desde aquí? Seguro que formará parte de alguna nueva campaña de captación de clientes de telefonía. Ya no saben lo que inventar. Me levanto, salgo de allí y me meto en una sala de reuniones que está vacía. Descuelgo la llamada.

- ¿Sí? – Contesto tímidamente.

- Hola Roberto.

Al otro lado hay una mujer. Su voz me resulta familiar.

- ¿Quién eres? - Pregunto con curiosidad.

- Vaya, ya veo que no te dejé mucha huella anoche. - Me responde con tono irónico.

No cabe duda, es Megan. Su tono y su manera prepotente de hablar la delatan. No sé cómo habrá conseguido mi número de teléfono personal ni que interés habré despertado en ella como para que me llame.

- Hola Megan... ¿Qué quieres? Estoy ocupado - Contesto serio y con tono profundo.

Quedo esperando respuesta pero no la encuentro. Ha colgado. Sin duda, mi tono la habrá disuadido y hecho pensar. Se habrá dado cuenta de que no estoy por la labor de seguir con sus juegos.
Me vuelvo a mi sitio y prosigo trabajando. Al momento, la vibración de mi pulsera me anuncia un nuevo sms. Es ella de nuevo.

Sms Megan: Me muero por verte.

¿¡Qué!? ¡Esta tía no está bien! ¿Qué le pasa? ¿Cuánta más caña la meto, más interesada se muestra en mi? No cabe duda. Le gusta el juego. Aún corriendo el riesgo de quemarse. No voy a contestar, necesito acabar el trabajo antes de que termine la tarde.
Prosigo con mi labor, pero minutos después recibo un nuevo mensaje.

Sms Megan: Estoy planeando algo para este sábado y me gustaría que me acompañaras ¿Te apuntas?

¡Pero que pesada! Tengo la sensación de que si no la contesto no cesará de mandar mensajes y no me dejará terminar mi labor.

Sms Megan: Vamos, ¡anímate! Esta vez sin secretos, te lo prometo.

Así es imposible concentrarse y yo no puedo perder más el tiempo. Decido contestar.

Sms Roberto: Megan, estoy muy ocupado terminando un trabajo. Ahora no puedo hablar.

Sms Megan: Perdón.

Vale, parece que ahora lo ha pillado. Voy a ver si lo termino. Prosigo trabajando durante la media hora siguiente. De repente, sin más, el editor de la página se bloquea y no me deja seleccionar ninguna opción durante un momento. Finalmente un mensaje de error emerge de la pantalla. "Connection Lost" ¿¡Qué más puede pasar hoy!? pienso. Miro los cables, las opciones de internet, los equipos de mis compañeros y no encuentro ningún motivo por el cual no tenga conexión. Los demás tienen, mi equipo no. Llamo al departamento de infraestructura y no tardan en enviar a un técnico. Lo está mirando. Yo mientras tanto me salgo al vending a tomar otro café. Rebusco entre mis bolsillos hasta localizar unas monedas cuando... Mi pulsera vibra de nuevo. Miro mi móvil. Es ella. Otra vez.

Sms Megan: ¿Sigues ocupado?

Resoplo... Madre mía, menuda persistencia.

Sms Roberto: Sí Megan. Sigo ocupado.

Sms Megan: Vale.

¿¡Pero esto que es!? ¿Un chequeo de control? Saco mi asqueroso café de la máquina y me vuelvo a la sala de trabajo. Desde aquí veo al técnico. Está agachado, luchando entre la maraña de cables. Está haciendo exactamente las mismas comprobaciones que hice yo. La de minutos que se ahorrarían los técnicos si antes de hacer, preguntarán que has hecho. Al momento se levanta, mira la pantalla, me mira y me llama. Yo me acerco.

- Ya está, no se como ha sido, pero la red a vuelto sola.

¿Ha vuelto sola? Pregunto algo incrédulo.

- Sí, como lo oye. De la misma manera que se va... Vuelve. Le sorprenderia la cantidad de cosas que se solucionan solas.

Vaya, pues si esto que cuenta es así, pienso que me he equivocado de trabajo.
El técnico se marcha y yo me siento en mi sitio. Veo un mensaje nuevo en la bandeja de entrada del correo. Lo abro y se me hiela la sangre. Lo remite la secretaria de dirección y en el, se puede leer que requieren mi presencia para una reunión extraordinaria en relación a las aptitudes del personal. ¿Será verdad que quieren pasar la guadaña en la empresa?
Tengo un nudo en la garganta y otro más grande en el estómago.
Mi pulsera vuelve a vibrar. Es ella, una vez más. Ahora sí que no estoy de humor. Leo el sms que me manda.

Sms Megan: Siento haberte molestado antes, no era mi intención.

No puedo contestar, no me da la cabeza para decir nada. Cómo un cordero que va al matadero me levanto y me dirijo hacia donde se me solicita.
Es la sala de reuniones de la quinta planta. Está vacía, desprovista de cualquier cosa que alegre la vista. Sobria y recia, como preparada para anunciar los peores augurios inimaginables. Desde luego que si querían un ambiente idóneo para despedir, esta sala es perfecta.
La secretaria de la planta me ha llevado hasta aquí, me ha dicho que espere, que en breves minutos me atenderán. No me ha dicho quien y yo no he querido preguntar. En estos casos la curiosidad no es la mejor compañera. Me he sentado en un extremo de la larga mesa que hay en el centro de la sala, y ahí estoy, nervioso esperando.
Al momento se abre la puerta, es él, el hueso, el jefe de recursos humanos. Si en la fotografía inspiraba miedo en la realidad aún más. Es un hombre mayor, trajeado, de tez pálida y piel castigada por el paso de los años. En su expresión no existe ni un ápice de cordialidad. Se muestra serio y me saluda como si de un pésame se tratase. Yo intento contestar cordialmente. Pero no, mis nervios no me dejan más que sacar un triste alarido en forma de hola. Se sienta al otro extremo de la mesa. Porta unos documentos que deposita frente a él. Los abre. Sin prisa. Con pausa. Con la parsimonia de alguien que está aburrido de hacer esto una y otra vez. Los en repetidas ocasiones leyendo cada una de sus primeras líneas. Yo estoy nervioso, no se que hacer con mis manos. Siempre me pasa lo mismo. ¿Las pongo sobre la mesa? ¿Las pongo sobre mis rodillas? ¡Joder! Que dilema. Siempre el mismo problema.
Me mira y yo le miro. Vuelve a desviar su mirada hacia los papeles. ¿Qué serán? Me pongo aún más nervioso si cabe a cada segundo que pasa.
El picaporte de la puerta suena de nuevo. Esta se abre y aparece ella… Megan. No se por qué pero el cuerpo me descansa. No entiendo nada pero me da igual. Solo la presencia de esa preciosa mujer en este momento tan tenso hace que por una vez sea bienvenida. Me mira y se sonríe. Lleva un elegante traje de chaqueta de color crema y unos tacones de infarto. Tiene el pelo recogido con uno de esos peinados japoneses que atraviesan los cabellos con un par de palitos. Que sexy esta con el, pienso para mí.

- Buenas tardes. – Nos saluda con simpatía.

- Buenas tardes señorita Megan. – Le contesta el hueso como si de un lacayo se tratase.

Yo apenas puedo hablar. Sigo en estado de shock y la contesto haciendo un simple gesto con la mano. Mi cabeza no da para más en estos momentos.

- Yo me ocupo señor Gregorio. – Le indica con seriedad.

Sin rechistar, accede a la petición de Megan y se marcha dejando los papeles sobre la mesa. Yo respiro aliviado y debe de notarlo, porque Megan me mira mientras se sienta y se sonríe.

- Megan, ¿qué hago aquí? – Le pregunto con un tono más relajado.

- Como no me querías atender la llamada, he tenido que llamar a los duendes y como aún así no me hacías caso pues… - Me contesta con tono burlón.

Yo no salgo de mi asombro. No se que está pasando, pero estoy alucinando. No puedo imaginar que ella tenga algo que ver con la desconexión de mi ordenador. Pero procuro quedarme callado y esperar a que Megan hable. Esta se suelta el pelo, quitándose los palillos y dejando su melena al aire. Ahora sí que está realmente sexy. Me viene a la mente la escena de anoche, ella completamente desnuda. Descargas de pasión recorren todo mi cuerpo.

- Como sabrás ya, se están analizando todos los Curriculum de los empleados que hay en la empresa que acabamos de adquirir, la tuya. Y si eres un poco suspicaz, habrás podido imaginar que no todos podrán disfrutar de seguir trabajando para nosotros.

Me mira y me lo cuenta seriamente al tiempo que lo adorna todo con una sonrisa de medio lado. Un gesto contradictorio con su discurso y que provocaría la crispación de cualquiera. Prosigue hablando y explicándome todo.

- Estamos analizando a cada uno de vosotros para aislar los casos que precisan reciclaje y los que necesitan una recalificación profesional.

Mira los papeles de vez en cuando mientras habla. Al igual que lo hacía aquella tarde en la entrevista personal que tuvimos. Yo ya estoy cansado de tantas tonterías laborales y la contesto serio y tajante.

- Mira Megan, me parece muy bien que hagáis lo que tengáis que hacer. Pero sinceramente… A estas alturas a mí ya me da igual. Solo, y si me aceptas un consejo, os recomendaría que fuerais claros con la gente y que intentarais así frenar los cotilleos de pasillo. Sabes que la falta de información no fomenta un entorno laboral sano. – Le contesto de manera muy formal.

- Lo se. Y creo que tienes razón. Como ya te comenté cuando hablamos, no se que haces aún en ese puesto de trabajo. Creo firmemente que tienes aptitudes para avanzar un paso más.

- Me gusta mi trabajo y me gusta lo que hago, eso es todo. Por cierto Megan… ¿Quién eres?

Megan se ríe levemente pero sin disimulo alguno y a continuación mantiene un pequeño silencio antes de contestarme.

- Roberto… - Me nombra mirándome fijamente a los ojos. – Soy tu jefa. Y no imaginaba que aún no lo supieras.

Mi sangre se ha convertido en hielo. Toda esa sensualidad que hacía que la sangre de mis venas fluyera como lava hirviendo, se acaba de convertir en un torrente de puro hielo. Los pelos se me erizan y apenas puedo hacer que la saliva me pase por el nudo que se me ha creado en la garganta. Ahora sí que estoy en la calle. Y si no lo estoy, me iré yo.
Nunca me ha gustado parecerme a uno de esos trepas que acaban liándose con sus jefes para conseguir un ascenso o simplemente para mantener el equilibrio en la cuerda. Yo esas cosas siempre las he detestado. Y sentir ahora que soy el juguete de la jefa, no entra ni en mi filosofía laboral ni en mi ética personal. Me quedo callado, no se que decir. Bueno, sí lo se, pero no se si decirlo.

- No se que decirte Megan. – Le contesto como puedo.

- Tranquilo, estoy acostumbrada a provocar silencios en los hombres. No te preocupes. – Me contesta tranquila y sonriente.

- Bueno en realidad. Sí se que decirte.

¿¡Pero que haces insensato!? ¿Acaso quieres que nos despidan? Pienso para mí mismo. Ella queda esperando mis palabras. Y yo, como imbécil que soy en estas ocasiones, no la hago esperar demasiado. Seguro que me arrepiento.

- Mira Megan, yo tengo muy claro lo que quiero en este trabajo y lo que no quiero. No necesito de nadie para conseguir mis metas y así me gustaría que siguiera siendo. Para bien o para mal. El hecho de que nos hayamos conocido y que sintamos atracción el uno por el otro, no me gustaría que sirviera para que de alguna manera se potenciara mi carrera profesional. – Le expongo muy seriamente.

- ¿Sientes atracción por mí, Roberto? - Me pregunta en tono pícaro.

Dicen que quien calla otorga. Y yo, no voy a contestar a la pregunta que me ha hecho. Ella me mira, como analizándome. Observa cada centímetro de mi cuerpo. Como en busca de alguna expresión o gesto que me delate. Yo me mantengo inmóvil e impasible. Hasta que finalmente es ella la que rompe el silencio.

- Por eso no has de preocuparte. Yo no hago favores a nadie, por muy bonito que sea. – Me contesta casi con un tono molesto. – Bueno y cambiando a otro tema, tengo planes para este sábado y me gustaría que te apuntaras a ellos. Como ya te dije, esta vez voy a ser muy clara. No quiero que haya ni secretos ni malos entendidos. – Me cuenta seria.

Decirle sin tapujos lo que pienso ha sido una apuesta de riesgo. Pero sin lugar a dudas, creo que salí victorioso. Saber que mi futuro laboral solo depende de mí, me reconforta.

- De acuerdo, ¿Cuáles son esos planes? - Le pregunto mostrando curiosidad.

Ella me mira, se sonríe y me contesta sin hacerme esperar.

- Este sábado por la noche hay una fiesta exclusiva en el Swinger Club Vip. He quedado con una amiga que irá con su pareja.

La corto de inmediato. Me sorprende que quiera eso de mí. Está jugando de nuevo y como ya decidí, seré suyo solo cuando yo quiera. No quiero volver a sentirme como su pelele otra vez. Creo que se lo dejé claro el otro día. ¿¡De que va esta tía!?

- Megan, yo no…

Ahora es ella quién me corta.

- Sé lo que estás pensando y no has de preocuparte. Me dejaste bien claro el otro día que no querías nada conmigo. Como habrás podido imaginar, es un club de intercambio de parejas. Yo solo quiero que vayas como mi pareja y que nos intercambiemos. Solo te pido eso y te lo pido como un favor profesional. Tú acabarás con la chica y yo con el chico. Él es un inversor muy importante que maneja la línea de productos que nuestra empresa ha comenzado a comercializar. Son negocios Roberto, solo eso… Negocios.

Me mantengo callado. No se que decir ni que hacer. La idea no me gusta, pero a la vez me produce curiosidad. Nunca he ido a un sitio de este tipo. Así, exclusivo y para gente adinerada que se aburren de si mismos y no saben que hacer para llenar sus vidas huecas. Se que me sentiré fuera de lugar y que probablemente algo salga mal. Pero creo que iré.

- Venga Roberto, no te lo pienses tanto. Prometo que sabré recompensarte. – Me ruega con insistencia.

No esperaba que Megan se rebajara a rogarme. En realidad se la ve frágil, dando la sensación de que ciertamente necesita mi ayuda.

- Está bien, iré. Pero no necesito que me recompenses de ninguna manera. No quiero nada de eso. - Le contesto serio y tajante.

- De acuerdo, como quieras. A las nueve irá un coche a recogerte a casa.

Me levanto y me quedo inmóvil por un instante. No se que hacer ni que decir. Megan se levanta y se acerca a mi. Me acaricia la mejilla y me da las gracias. Yo con un simple de nada me marcho de allí. Distraído, como en shock por todo lo vivido. Aún necesito más minutos de este día para poder asimilarlo.

CONTINUARA.

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