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RELATO - Libérame o déjame pensar

Sumergido en la búsqueda de literatura erótica-romántica, me di cuenta de que las que contaban una buena historia y relataban hazañas sexua...

lunes, 19 de febrero de 2018

LIBÉRAME O DÉJAME PENSAR. PARTE 1



LIBÉRAME O DÉJAME PENSAR     PARTE 1


Siempre me he considerado una persona un poco simple. Simple en el aspecto de la vida sentimental-sexual. Mi manera de pensar sobre las relaciones sentimentales nunca ha ida más allá de chico conoce a chica, chico se enamora de chica y chico se casa con chica. Quizás esa manera de ver las cosas viene dada por haber sido criado entre mujeres.
Mi padre se marchó cuando yo apenas tenía la edad de once años. Era lo suficientemente mayor como para darme cuenta del drama que suponía, pero al mismo tiempo era lo suficientemente pequeño como para sentir la impotencia de no saber hacerme cargo de la familia. Ya ves, cosas que pasan en la vida.
Por aquel entonces conocí a Mónica, mi mejor amiga. Ella se convirtió en mi mayor apoyo y me ayudó a pasar todos esos malos momentos. Ahora en la actualidad seguimos manteniendo esa gran amistad. Trabajámos en la misma oficina, pero en departamentos diferentes. Aunque realizando casi el mismo trabajo, al fin y al cabo. Yo programo aplicaciones bancarias y ella se ocupa del control de calidad de las mismas. Nuestra amistad es tan fuerte que en nuestra mente no entra la posibilidad de tener cualquier lío sentimental o sexual. Ella me cuenta sus aventuras amorosas y yo me muero por ser una de ellas. Pero no, no lo sabe y así quiero que siga siendo. No me gustaría perder la amistad que nos ha unido durante tanto tiempo por una posible relación fallida.
Mónica es una chica muy alegre y muy sexual. Delgada, con una fina cintura que hace realzar aún más sus preciosas caderas. Sus pechos son redondos y de tamaño medio. De ese tamaño que te cabe en las palmas de las manos sin rebosar ni quedarse escasos. Yo al menos es lo que intuyo a veces bajo alguna de sus camisetas. Últimamente se ha teñido el pelo de rubio, lleva una larga melena de pelo liso que la hace parecer aún más sexy.
Ayer me propuso la locura en la que ahora mismo me encuentro metido, en un principio me negué, pero siendo conocedor de lo persistente que es, sabía que en el fondo me iba a convencer.
Es una chica muy caliente como he comentado antes, siempre hemos tenido la suficiente confianza como para contarnos nuestras correrías amorosas. Pero las suyas, superan con creces cualquiera de las que yo haya podido tener. Contármelas con pelos y señales siempre me ha producido incomodidad al tiempo que un profundo ardor interno.
La última fantasía que se le había ocurrido era ir a una de esas salas liberales, vamos con intercambios de parejas, entre otras cosas. Y claro, como Mónica no tenía pareja para ir, pues ahí estaba yo, Roberto, su mejor amigo.
Aquí estamos, frente a la puerta del local y a punto de pulsar el timbre que nos separa de dar el paso final.
Ella me mira y me regala una sonrisa. Yo se la devuelvo, sin embargo la mía es algo forzada, pero espero que no lo note. En el fondo a mí estas cosas nunca me han gustado y me hacen sentir incómodo. Decidí acceder a hacerlo por la amistad que nos une y porque Mónica para mí… Creo que ya lo he dicho.
Trago saliva y pulso el timbre de la entrada. Al momento, un simpático chico nos abre la puerta y nos saluda cortésmente. Nos pregunta si habíamos estado allí antes y le decimos que no. Nos explica brevemente las normas del local y en que consiste estar allí. Que se puede hacer, que no se puede, que se debe, que no se debe… En fin, todo muy liberal y respetuoso.
Esto es una sauna liberal, nos indica. En ella existen varios espacios diferenciados por temáticas. En ellos las parejas pueden dar rienda suelta a sus fantasías sexuales. No estáis obligados a hacer nada si es lo que queréis, faltaría más, pienso yo, y si tenéis cualquier problema no dudéis en contármelo a mí o a cualquier empleado. Mmm. ¿Qué problema? Pienso. Y poco a poco me empiezo a poner más nervioso.
Al entrar nos indica que hemos de desnudarnos y que los vestuarios están en una puerta que hay detrás de nosotros.

- ¿Toalla o albornoz? -Nos formula el chico sin previo a viso.

Pienso para mí. ¡Ay! Me has pillado. Pues en realidad no tengo la menor idea de a que coño se refiere. Mónica me mira y se sonrie. Como es más espabilada que yo para estas cosas contesta rápida y decidida.

- Yo toalla. - Esbozando una sonrisa. ¿Y tú? - Me pregunta.

Al oírla salgo de mi letargo y reacciono tímidamente.

- Albornoz, albornoz. - Joder, me examino desde fuera y me veo como tonto.

El chico abre un armario y saca una toalla, un albornoz y dos pares de chanclas. Me las entrega y me deja allí, junto a Mónica, solo ante el peligro. Yo miro nuestras nuevas vestimentas y pienso. Mmm, que sexy. Pero el sarcasmo se me disipa cuando siento a Mónica como tira de mí hacia los vestuarios.
De repente, antes de poder llegar, escucho una voz tras de mí.

- ¡Espera! ¡La pulsera!

Es el chico, que viene hacia nosotros con una pulsera de plástico con forma de reloj. Nos la entrega y nos indica que es necesaria para poder entrar y salir del vestuario. También nos indica que la taquilla que nos corresponde es la número 20. Le damos las gracias y al acercar la pulsera hacia una especie de lector que hay en la puerta, esta se abre permitiéndonos el acceso. Que moderno, pienso en ese instante. ¿Cómo estará programado? ¿Le habrán incorporado algún módulo de seguridad? Jo, la verdad es que pienso, pienso y pienso. Como somos los informáticos, aquí en un local liberal y yo… Pensando en esto.
Mónica se introduce en los vestuarios y yo hago lo propio. En el interior se puede ver una sala pequeña con las paredes repletas de taquillas. No estamos solos, otra pareja parece haber llegado antes que nosotros y al entrar los pillamos a medio desnudar. Yo en su lugar me habría muerto de vergüenza, pero a ellos se les ve tan acostumbrados con la naturalidad de sus cuerpos desnudos que nos saludan sin más.
La chica nos mira y se sonríe. Al ver mi incomodidad retira su mirada, pero sigue sonriendo. ¿Carne fresca? Pienso que estará pensando. Joder, ¿por qué pienso tanto? Nervios, nervios, nervios...
La chica está desnuda de cintura para arriba, inclinada con el pie posado en un banco y desabrochándose uno de sus zapatos. Sus pechos grandes y abundantes cuelgan presos de la ley de la gravedad. Simpáticamente dan pequeños bamboleos de un lado a otro y mi mirada queda hipnotizada con su movimiento, casi en trance, así, como medio idiota me quedo. Sin querer, soy consciente de como sus pezones comienzan a endurecerse. Puedo imaginar que de alguna manera la situación le puede estar produciendo cierto morbo. Salgo de mi hipnosis y al levantar la mirada de sus pechos hacia su cara, me percato de que me estaba mirando con una sonrisa pícara. ¡Dios! ¡Qué vergüenza! ¡Qué idiota! ¡Qué gilipollas! Avergonzado salgo del letargo y miro hacia otro lado. No cabe duda de que me ha pillado, así, como tonto, con la mirada posada en sus pechos.
Su pareja se está terminando de poner el albornoz. Es un chico alto y musculado con el pelo moreno, largo y rizado.
Por el bulto que produce su entrepierna en el albornoz, parece estar bien dotado. Pero yo, enseguida retiro la mirada. ¿Pero qué te pasa? Me pregunto. ¿¡Quieres dejar de mirarlo todo joder!? Me digo.
Intento evitar entrar de nuevo en mi estado estúpido-hinótico y me giro hacia atrás… ¡Zas! Me encuentro a Mónica que está a escasos centímetros de mí. Ha terminado de desnudarse y lleva la toalla puesta como recién salida de la ducha. Mmm… Pienso y me digo; Menudo gilipollas estás hecho, has desaprovechado la oportunidad de verla desnuda.

- ¿Pero aún estás así? - Me increpa con una sonrisa. - Venga, que te espero fuera.



CONTINUARÁ.

viernes, 16 de febrero de 2018

El canto de la Sirena.

Todo el monte es orégano, o eso dicen, pero a veces en su búsqueda, el brillo dorado del trigo alumbra tu vida por un pequeño instante.
Te presentaste a mí, como aire en forma de agua. Y me hiciste descubrir algo nuevo… La importancia de las sirenas en la mitología urbana. Me brindaste tú confianza y yo la acepté encantado. Y recorriendo el mar azul, me reencontré de nuevo contigo, divertida y risueña convertida en tu forma natural.
Me miraste y te mire... Tras una simple pregunta seguida de una concisa contestación, me incitaste a probar. Y yo, sin poder evitar el momento, aplaqué mi deseo en tus labios. Labios que a duras penas podían corresponderme y que luchaban por sentir, confusos por la distracción del momento. Pero labios dulces y ardientes a fin de cuentas.
Me dejaste hacerte, dominarte, calentarte y en por fin, dejaste conseguir lo que anhelaba... Tu atención.
Te besé, me besaste como tantas veces sueña lo un marinero cuando escucha el cantar de las sirenas. Iniciamos viajes mil por todo el Azul del mar y teñimos de pasión y de lujuria todo lo que nos rodeaba. Nos marchamos de ese mar, para deleitarnos en tierra firme de manera dulce y nerviosa.
Al final, te gustó mi trato, te sentías cómoda y agradecida por mi cortesía. Así fue, como poco a poco sumergí mis pensamientos en el centro de tus deseos. Insistí, e insistí hasta que, aún no estando seguro, arranqué la cúspide de tu placer. Extasiado por el momento me incorporé y te miré, como quién admira la belleza de una sirena. Salvaje, excitada, preciosa. Te abracé, te apreté entre mis brazos y sin mediar palabra decidiste hacerme a mí… Y yo... Apenas escuchando el latido de mi nervioso corazón, me dejé llevar por el canto de una sirena...



jueves, 15 de febrero de 2018

Bienvenidos...



Grises son las mañanas que se ciernen sobre la realidad. Grises son las sensaciones que violentamente batallan por huir de sus prisiones de papel. Prisiones construidas de manera precipitada y sin mimo ni esmero para contenerlas en su interior. Prisiones que a duras penas aguantan las violentas embestidas de mi ayer luchando por ser el hoy y el mañana.

Hola… Soy Erick, no Erick luchador, ni Erick el conquistador, solo soy Erick el soñador, estúpido y por ende Erick el estúpido soñador. Porque soñar es lo que tiene, que al despertar te sientes estúpido, al despertar y recibir el jarro de cruda realidad. Aquí voy a soñar, contigo, conmigo, con vosotros, con vosotras…
Voy a soñar con pinceladas, del hoy, del ayer de ficción, de realidad. Quiero dároslo todo, todo cuanto puedo ser y cuanto puedo contar… Si te apetece y quieres, por aquí te espero, impaciente y decidido por ser leído. ¿Me acompañas? ¿Vienes?