Entrada destacada

RELATO - Libérame o déjame pensar

Sumergido en la búsqueda de literatura erótica-romántica, me di cuenta de que las que contaban una buena historia y relataban hazañas sexua...

viernes, 26 de octubre de 2018

LIBÉRAME O DÉJAME PENSAR. PARTE 8


LIBÉRAME O DÉJAME PENSAR     PARTE 8


Los jueves son los nuevos viernes, o al menos eso es lo que dice ahora la gente joven. Para mí, los jueves son los jueves. Al día siguiente hay que ir a trabajar y me gusta ir despejado para rendir al máximo. Hoy es jueves, pero en contra de mi razonamiento, he quedado para salir ¿Por qué entonces?. Porque creo que hoy será un jueves diferente. La ocasión bien lo merece y hará que no me importe ir mañana a trabajar un poco más cansado.
Ayer Mónica me propuso ir a cenar, y claro, siendo ella, es una proposición que no puedo rechazar. No es raro que vayamos a cenar los dos solos, como bien he dicho en otras ocasiones, somos buenos amigos y no sería la primera vez que disfrutamos de una buena velada culinaria.
Vamos a ir al Don Padre, un restaurante donde ponen unas carnes a la brasa para chuparse los dedos. Cada vez que voy a comer o a cenar allí es inevitable que acabe la noche tomando un antiácido. Pero por lo rico que está todo, no me importa en absoluto.
Llevo toda la semana notando a Mónica inquieta y nerviosa, como queriendo decirme algo y no atreviéndose. Al principio pensé que el origen de sus nervios podría ser el pensar que su puesto de trabajo peligraba, pero después, pude comprobar que no. Salió de la entrevista de recursos humanos con buena cara y cuando le pregunté me dijo que todo había ido bien. Que yo tenía razón y que finalmente no parecía que fueran a echar a nadie.
Llegamos al restaurante y le indicamos al metre que tenemos reserva. Este, de manera muy cordial nos pide que le acompañemos. ¡Qué bien! por el camino que lleva nos sentará en una mesa apartada donde dispondremos de más intimidad. Desde luego, que si yo quisiera sorprender a una chica la llevaría aquí sin dudarlo. El salón está repleto de gente. Hoy parece que se han puesto todos de acuerdo para venir a cenar. Menos mal que hicimos la reserva. Desde la última vez que vinimos, parece que han hecho algunas reformas. Las paredes las han pintado de color crema y están repletas de cuadros. Todos o casi todos, cuadros de bodegones. Al fondo, cerca de donde vamos a sentarnos, han puesto una chimenea eléctrica imitando a una de leña. Que bonito a quedado todo, de verdad que no sé si será por la emoción de la cita, pero me encuentro súper feliz.
Nos sentamos y Mónica coge la carta. Yo tengo claro lo que voy a pedir y no me hace falta, pero ella siempre gusta de probar cosas nuevas. Al momento, un camarero se acerca a tomarnos nota. Pedimos una ensalada a medias para disimular el chuletón a la brasa que nos vamos a meter después, el mío con salsa a la pimienta y el suyo a las finas hierbas. Todo ello regado con un buen vino tinto extremeño.
La velada se va sucediendo de manera agradable. Hablamos un poco de trabajo, algún chisme que otro y recordamos buenos momentos de nuestra infancia, hasta que finalmente… El plato fuerte ya no se hace de esperar. La noto cortada, como con intención de revelarme el secreto que le cuesta tanto contarme. Ha salido completamente de la conversación con un “Roberto, tengo algo que decirte” y una expresión entre seria y cortada. Yo solo espero que sea una buena noticia. Que sea lo que yo deseo. Que me considere como un posible más que amigo y que se pueda plantear algo bonito juntos. Yo siempre la he mostrado mi intención de querer algo más y pienso que quizás, después del incidente de la sauna, se le haya podido remover algún sentimiento escondido.

- Dime Móni. – Contesto sonriente.

Ella se mantiene un instante en silencio, como buscando las palabras adecuadas y no resultándole sencillo. Pero finalmente habla.

- ¿Si tuvieras que hacer algo de lo que hasta ahora siempre has pensado que no ibas a hacer? ¿Te plantearías hacerlo? Por probar.

- No entiendo Mónica.

La noto a cada instante más nerviosa. No sabe como contarme lo que necesita contar.

- A ver. Me refiero a hacer una cosa de la que estabas seguro que nunca harías, pero que por una corazonada, piensas que quizás deberías de probar a hacerlo. Que a lo mejor estabas equivocado cuando pensabas que no era buena idea y que si no pruebas, en un futuro puedas arrepentirte de no hacerlo.

La noto excesivamente nerviosa y me incomoda verla así. Intento aconsejarla sobre lo que yo pienso.

- A veces hay que dar oportunidades a esas corazonadas. Lo que en un momento determinado puede hacer que pienses que no, en otro momento puede ser que sí. Hay cosas en la vida que hasta que no las pruebas no sabes si son de tu agrado. Yo te animo a que lo hagas. – Le aconsejo serio, pero con esperanza.

Veo a Mónica muy dubitativa y con preocupación en su rostro. Sin dudarlo, extiendo mi mano para agarrar la suya y mostrarle mi apoyo y mi calor. Siempre suele seguir mis consejos y me consta que mi opinión es importante para ella. No se si en esta ocasión lo hará, pues la noto algo escéptica, pero saber que nuestra posible relación le está provocando dudas, ya lo veo como un avance importante.

- No sé. Estoy hecha un lio. No quiero hacerme daño y mucho menos hacérselo a alguien. - Me indica seria y con tristeza.

El camarero se acerca y nos interrumpe. Mónica, avergonzada, me suelta la mano.

- ¿Todo bien por aquí pareja? ¿Necesitan algo más? - Nos habla con tono simpático y cordial.

Le indicamos que todo perfecto, que no vamos a tomar nada más y que nos puede traer la cuenta cuando quiera. Su llegada hace cambiar de tercio la conversación y acabamos charlando de cine. Qué oportuno, pienso para mí. Ya podría haber venido en otro momento. En fin. Invito a Mónica a la cena, después de haber estado discutiendo con ella sobre ello. Nos ponemos nuestros abrigos y salimos del local. La acompaño a su casa y cortésmente, sabiendo que cualquier acercamiento podría influir negativamente en su decisión, no intento nada. Me despido de ella con un par de besos en las mejillas, como siempre lo hice.
No sé, volviendo hacia casa en el coche no hago más que darle vueltas. ¿Era lo mejor? ¿No hacer nada? Quizás ella esperaba que yo diera ese paso y al ser cortés la he cagado. Pero yo soy así, me cuesta mucho dejarme guiar por mis impulsos y lo pienso todo en exceso.
Llego a casa, me meto en la cama y me preparo para pasar una larga noche de comeduras mentales.
El viernes se sucede de manera normal. No noto en Mónica nada diferente a lo que me tiene acostumbrado. No me ha dicho ni insinuado nada sobre su dilema. Por el momento, seguimos siendo amigos, muy buenos amigos. Supongo que necesita tiempo para poner en orden su mente.
Llegó el sábado. Ese día que tanto esperas y que yo ahora tanto temo. Me estalla la cabeza solo de pensar en la cita que tengo con Megan para ir a aquel club swinger. No es mi estilo y la verdad es que cada vez tengo más dudas al respecto. Ya he tenido varios pensamientos de arrepentimiento al respecto, pero le prometí que iría y yo no suelo incumplir mi palabra.
Registro mi armario en busca de algún traje elegante. ¡Dios! Creo seriamente que debería de renovar mi vestuario. Casi todo lo que tengo es de la época de María Castaña y está muy viejo y roído. Demasiada ropa informal y poca clase. Por suerte, localizo un bonito traje azul oscuro que compré para ir a la boda de mi primo. Ahora... A ver si me vale, que eso será otra historia.
¡Increíble! ¡Me queda como un guante. Es como si por mi cuerpo no hubieran pasado los años, me sonrío. Me quedo un instante mirándome al espejo y... Hasta parezco importante, mira tú por dónde. Me gusta lo que veo, por una vez en mi vida.
Repentinamente el sonido de mi móvil me saca del trance. No conozco el número, pero lo cojo. Es el chofer que dijo Megan que vendría a buscarme. Le indico que bajo enseguida y así hago tras ponerme el abrigo.
Dentro del coche estoy solo. Una pared de cristal me separa del conductor. Me siento incómodo al no poder tener contacto verbal con nadie. Creo que en este momento me vendría bien al menos un "hola que tal". Pero imagino que este pobre hombre se limitará a cumplir las órdenes que le hayan dado. A mi lado, en el sillón, veo una elegante caja de madera. Sobre ella, pegada con cinta adhesiva, una tarjeta con mi nombre. La cojo y la abro pudiendo leer: "Lo que te falta". Con curiosidad, abro la caja y en su interior, forrado de terciopelo negro, veo una máscara de carnaval. Mientras examino  la máscara sin saber muy  bien que pensar, el chofer me lleva hasta el lugar indicado.
Llegamos a un caserón reconvertido en club a las afueras de Madrid, concretamente en la zona de la sierra. Se nota que es un lugar para gente adinerada donde claramente yo no encajaría nunca. Una gran cantidad de coches caros se agolpan aparcados en la entrada. Mi coche se detiene y el chofer sale para abrirme la puerta. Yo le agradezco el gesto y le pregunto qué dónde está Megan. El individuo no me contesta, pone cara como de no entender lo que digo y se monta en el coche para marcharse por donde hemos venido. Me deja solo y sin saber que hacer.
Miro a mi alrededor y no veo a nadie. En la fachada se puede ver un cartel con el nombre “SWClub”. Es un cartel pequeño y discreto.
Cuando estoy a punto de desesperarme, mi teléfono suena. Contesto a otro número que no conozco y al otro lado me encuentro la voz sugerente de Megan.

- Hola guapo ¿A qué estás esperando para entrar? – Me contesta con un tono muy sensual.

- Pues no lo sé. Pensé que entraríamos los dos juntos. Esto es muy exclusivo y lo mismo no me dejan ni cruzar la puerta. – Contesto como un cordero asustado. No puedo evitarlo, es así como me siento y como me sale a penas la voz.

- No te preocupes, tienen órdenes de dejarte pasar, solo muestra tu dni y no habrá problema. Yo te espero en la barra del final. No tiene pérdida. Ve hacia el fondo del local, y cuando ya no puedas seguir, me verás.

- ¿Y la máscara para qué es? ¿Tan feo te parezco que me tienes que ocultar la cara? – Le digo algo molesto.

- Para nada. Pero esto es una fiesta de máscaras y si no la llevas, creo que tú mismo te sentirías un poco fuera de lugar.

Megan cuelga la llamada antes de que yo pueda decir algo más. En realidad, no tenía mucho que decir, pero la brusquedad que ha utilizado no me ha gustado.
Dirijo mis pasos hacia la entrada y antes de que pueda llamar al timbre, un gorila de dos por dos sale a mi encuentro. Me mira de arriba abajo como analizando los posibles problemas que pueda causarle y sin mediar palabra, me tiende la mano en busca de mi dni. Parece que da por hecho que si estoy allí, se lo que debo mostrarle. Saco mi cartera y le entrego el documento solicitado. Lo mira, me mira y me da acceso al interior de aquel antro de ricachones.
Dentro hay un recibidor y frente a mí una gran puerta de madera noble repleta de ornamentaciones. Otro portero elegantemente vestido permanece a su lado como a la espera de darme acceso. A mi derecha hay otra puerta más pequeña, de ella sale un hombre, de estatura y complexión normal, y que cortésmente me solicita que le deje el abrigo. Se lo lleva por donde ha venido y me entrega una pequeña ficha dorada con brillantitos incrustados. Por una cara se ven las siglas SWVC y por la otra hay grabada una numeración. Imagino que será para poder recuperar mi abrigo más tarde, aunque por el bonito aspecto de la ficha, me entran ganas de ir a un casino a ver si me dejan apostar con ella. Me sonrío sonoramente al pensarlo notando que el portero se sonríe al ver mi gesto. Debe de pensar que estoy un poco tonto.
Es increíble el silencio que se escucha aquí dentro. Si no fuera porque sé dónde estoy, pensaría que aquí no hay ningún tipo de fiesta. Está todo un poco oscuro y las paredes están decoradas de terciopelo rojo intenso. Del techo cuelgan algunas telas como de seda roja haciendo del lugar un poco mas extravagante.
No pasa mucho tiempo hasta que el portero me hace un gesto y abre la puerta. Es increíble el sonido estruendoso que sale del otro lado. Sin lugar a dudas, allí hay una gran fiesta y la insonorización del lugar es perfecta.
Avanzo con decisión sin perder detalle de todo lo que ven mis ojos. En el centro de la sala hay multitud de personas bailando alocadamente al son de la música tecno que suena a un volumen brutal. Todos llevan su máscara de carnaval y esto hace que tal y como predijo Megan, me sienta indirectamente obligado a ponerme la mía. La miro por un instante, pues antes no me quise parar mucho a analizarla y la verdad es que me parece fea, fea, fea. Es negra como con encaje en los bordes y con una gran nariz aguileña de tipo bruja que sobresale exageradamente hacia delante. Vamos que Megan no podía haber escogido algo más feo, digo yo. Seguro que lo hizo adrede.
Las máscaras de los demás son más normales, más chulas, como más de diseño. Pero la mía... Mejor no pensar más y ponérmela.
Sigo observando el lugar. Parece una gran sala. Los flashes de las luces que cuelgan del techo tintinean como locos al ritmo del tema. Al fondo, se puede ver otra puerta que conduce a algún sitio que desconozco. Mientras me dirijo hacia ella, pues Megan me comentó que me esperaba al fondo de todo el local, veo cortinas colgando de todas las paredes que no dejan ver el final de las mismas. A ambos lados de la sala hay diferentes sillones de piel con colores vivos y distribuidos a escasos metros los unos de los otros. Sobre ellos, varias parejas dan rienda suelta a su lujuria. Están entregados al placer, sudorosos y calentando el ambiente. Yo no puedo retirar la mirada. Un varón, de cuerpo musculado, lame el sexo de una mujer que se retuerce de placer al tiempo que ella degusta el pene de otro. Este a su vez, besa apasionadamente a una mujer de unos 20 años mayor que él. Pero que a pesar de su edad, se la ve bella y esbelta. Ya quisieran muchas jovencitas estar como esa mujer, pienso por un instante.
Dos chicas que hay en el sillón de al lado se acarician los pechos al tiempo que se miran a los ojos como hipnotizadas. Parecen absortas y muestran en todo momento una aptitud de amor puro. No cabe duda que entre ellas hay algo más allá del puro placer.
Prosigo caminando a duras penas e intentando hacerme paso entre tanta multitud. La máscara no me deja ver bien, y tengo miedo de sin querer, meterle mi nariz a alguien en el ojo. Una chica que hay frente a mí, al acercarme, detiene su baile y me mira a los ojos. Al principio pienso que me ha podido confundir con alguien, pero cuando veo como acarician mi torso con sus manos, no me cabe la menor duda de que sabe quién soy. Un simple extraño que le provoca morbo. Es una chica guapa, de piel morena, que lleva el pelo al estilo afro, como antiguamente lo llevaba mucha gente. Lleva un vestido corto de lentejuelas azules que hacen brillo por todas partes.
Sin previo aviso, acerca su mano hacía mi entrepierna haciendo que en un instante mi miembro esté listo para la acción. A mí me da vergüenza esta situación, pero no soy capaz de hacer nada para evitarlo. Mis neuronas han sido anuladas por mis hormonas y no puedo hacer otra cosa que disfrutar de esta inesperada experiencia. Sin decir nada, agarra mi pene y lo aprieta con fuerza. Yo doy un respingo ante la sorpresa y ella me mira, se sonríe y se muerde el labio como si de una diablesa traviesa se tratase. Se gira de espaldas a mí y restriega su trasero contra mi abultada entrepierna. Mientras yo, inmóvil y seguro que con cara de gilipollas, me quedo como una ameba sin saber cómo reaccionar. Después de un rato, se marcha, así, sin más, perdiéndose entre la multitud. Podría haberla seguido, pienso, pues es seguro que ella lo quería, pero he venido por Megan y no me conviene faltar a la cita. No quiero pensar lo que podría hacerme mañana en el trabajo si lo hago. Después de todo, ella es mi jefa.
Prosigo mi camino hacia la puerta del fondo, la abro y me encuentro con otra pequeña sala decorada como la de la entrada. Parece servir de separación entre la sala de la que vengo y la sala que se esconde en una nueva puerta al fondo. Una puerta que no dudo en abrir. A estas alturas, ya siento curiosidad por todo y casi que he perdido la vergüenza.
La abro y puedo ver otra especie de sala, con un ambiente más íntimo y relajado. La música Chillout así lo confirma. Una barra de bar se aloja al centro de ella y varios sillones y mesitas se ven alrededor, allá donde hay menos luz.
A la izquierda, una pequeña pista de baile donde están bailando de manera sensual bailarines y bailarinas contratados por el local. Ya no veo más puertas que lleven hacia el fondo, por lo que intuyo que esa es la barra de bar donde Megan me esperaba. Es una bonita barra de espejos que está decorada con muchos brillantes y varias luces que hacen que estos brillen. Tras ella, diferentes botellas de marcas de bebidas alcohólicas forman un estupendo paseo por sus estanterías. Una camarera muy guapa y simpática atiende en ella. Me acerco a ella y le pido una ginebra con tónica. Me pone una Star of Bombay que mi bolsillo normalmente no puede permitirse. ¡Madre mía! con lo que me va a valer este pelotazo salgo por ahí un fin de semana entero, pienso. Sin embargo, cuando hago amago de pagar, ella me indica que no, y me hace un gesto hacia el fondo de la barra. Concretamente hacia donde está Megan, disfrutando de lo que parece un rico Puerto de Indias. Sin dudarlo, le hago un gesto de agradecimiento con la bebida y me acerco hacia ella.
Lleva un vestido blanco ajustado de esos que no dejan opción a llevar ropa interior. Con un agradecido escote y una raja lateral que me muestra el liguero que adorna la belleza de sus piernas. Unos zapatos blancos de tacón fino realzan su figura haciéndola irresistible a los deseos de cualquier hombre. Despierta mis instintos, desde luego, y me hace cuestionar mi cabezonería de no caer en sus brazos.

- Vaya, o te alegras mucho de verme o es que eso está compitiendo con la nariz de tu máscara. - Me indica con tono burlón mirando mi entrepierna.

¡Madre mía! No me había percatado de que aún sigo manteniendo la erección que me provocó aquella mujer hace un instante. Que vergüenza. Tengo que buscar la manera de salir airoso. ¿Qué diría Roberto el conquistador? Vamos a interpretar.

- No Megan, como he visto que aquí se valora algo más que el intelecto de las personas, he pensado que la mejor manera sería entrar mostrando mi mercancía. - Contesto con tono chulesco y arrogante.

- Pues sí, de verdad que la mercancía tiene pinta de valer lo que su dueño quiera pedir por ella. Aunque si te soy sincera, no suelo pagar solo por carne. Me gusta que haya algo más detrás de mis inversiones.

Ya empezamos con los envites. Y yo, que soy medio gili, no voy a ser capaz de resistirme a cerrar la boquita.

- Megan, ni yo estoy en venta, ni tú tienes suficiente dinero para comprar una sola parte de mi. - Le suelto serio, intentando frenar el coqueteo.

No quiero que está situación se desmadre y acabemos como la última vez. Megan me mira seria, pero no dice nada.

- Venga Rober, no te pongas así. Solo era un juego, nada más. Estaba de coña. ¿Brindamos? – Me dice con tono simpático.

La sonrío y ambos brindamos. Me relajo e intento disfrutar de la velada.

- Bueno ¿Qué te parece este sitio? ¿Es como te imaginabas? - Me pregunta con simpatía.

- Pues la verdad Megan es que ni siquiera lo imaginaba. En realidad, nunca habría creído que existieran sitios como este. Me siento raro y creo que esto no es para mí. – Le indico sincerándome.

- ¿Pero por qué piensas eso? ¿Qué ocurre? - Me pregunta extrañada y con cierto aire de preocupación.

- No se, aquí toda la gente viene a soltar su adrenalina sin importarles nada ni nadie. Darle placer al cuerpo sin buscar nada más. Yo, si te soy sincero, soy muy poco visceral. Y siempre he preferido hacer el amor antes que follar. Y por aquí... Esto no se estila.

- Pues haz el amor cariño. Si me aceptas un consejo, nunca dejes de mostrarte y actuar como realmente eres. No te traiciones a ti mismo y haz las cosas como las sientas. Follar puede follar cualquiera. Pero hacer que una mujer se sienta en el cielo, eso no lo saben hacer la mayoría de los hombres que hay por aquí. Sí tú sabes, hazlo. Aunque, ya sabes que yo hasta que no lo vea, no lo creeré.

Nos reímos durante un momento y  quitamos hierro a la situación.

- Bueno Megan, Sí realmente me comportara como dices y no me traicionará, probablemente no estaría aquí. – Le contesto sonriendo.

- Estás aquí porque yo te lo pedí como un favor. Y quiero que sepas, que aunque no me dejes agradecértelo de manera material, te lo agradezco de corazón.

Me resulta extraño ver a Megan tener ese tipo de gestos. No se si en verdad lo siente o en realidad lo dice por preservar su interés en este momento. De cualquier manera, yo voy a hacer de tripas corazón e intentaré cumplir con lo prometido. Solo espero que la pareja del empresario con la que debo acostarme sea una buena persona y no me lo haga pasar mal. Los nervios estarán a la vista. Y es algo que no sabré disimular.

- Por cierto. ¿Dónde están tus invitados? – Le pregunto con curiosidad.

Megan mira su reloj y me pide que la acompañe. Deja su copa sobre la barra haciendo que yo haga lo propio, y se dispone a salir hacia la sala grande desde la que yo he venido. Me indica que la siga con un simple gesto y yo obedezco. Me siento como un perrito faldero siguiendo a su dueño. No me gusta la situación y mi cabeza comienza a imaginar millones de cosas que me desagradan de lo que está por acontecer. Como no me calme, me da a mi que la única lujuria que voy a desatar en mi futura acompañante será la que vea por parte de su marido y Megan. Calma, calma, calma, por favor. Me digo mientras atravieso la sala tras de Megan. Allí la gente sigue a lo suyo. Puedo ver como en uno de los sillones está la chica que me calentó cuando iba en busca de Megan. Está completamente desnuda y tiene un cuerpo de infarto. Su piel morena y brillante por la purpurina que lleva pegada la hace brillar como una estrella. Permanece a cuatro patas mientras un chico le propina profundas y violentas embestidas por detrás. Ella me ve cuando paso por su lado y me sigue con la mirada mientras esboza una bonita sonrisa pícara con mordida de labio incluida. ¡Dios! Que morbo me acaba de provocar su imagen. Y pensar que yo podría estar en el lugar de aquel chico, me produce un hormigueo en la entrepierna brutal ¡Uf!
Megan llega hasta una de las cortinas que hay en la pared y la aparta con decisión. Me muestra la puerta que tenemos que atravesar para llegar a nuestro encuentro. Es una puerta de color marrón oscuro. Tiene un símbolo parecido a un tridente y unas letras grabadas en lo que parece latín "Ingreditur et egreditur post tergum tuum timoribus". No sé qué significa, pero a estas alturas, me da igual.

- ¿Preparado para subir un peldaño más? - Me indica mientras me mira fijamente a los ojos.