Entrada destacada

RELATO - Libérame o déjame pensar

Sumergido en la búsqueda de literatura erótica-romántica, me di cuenta de que las que contaban una buena historia y relataban hazañas sexua...

viernes, 26 de octubre de 2018

LIBÉRAME O DÉJAME PENSAR. PARTE 8


LIBÉRAME O DÉJAME PENSAR     PARTE 8


Los jueves son los nuevos viernes, o al menos eso es lo que dice ahora la gente joven. Para mí, los jueves son los jueves. Al día siguiente hay que ir a trabajar y me gusta ir despejado para rendir al máximo. Hoy es jueves, pero en contra de mi razonamiento, he quedado para salir ¿Por qué entonces?. Porque creo que hoy será un jueves diferente. La ocasión bien lo merece y hará que no me importe ir mañana a trabajar un poco más cansado.
Ayer Mónica me propuso ir a cenar, y claro, siendo ella, es una proposición que no puedo rechazar. No es raro que vayamos a cenar los dos solos, como bien he dicho en otras ocasiones, somos buenos amigos y no sería la primera vez que disfrutamos de una buena velada culinaria.
Vamos a ir al Don Padre, un restaurante donde ponen unas carnes a la brasa para chuparse los dedos. Cada vez que voy a comer o a cenar allí es inevitable que acabe la noche tomando un antiácido. Pero por lo rico que está todo, no me importa en absoluto.
Llevo toda la semana notando a Mónica inquieta y nerviosa, como queriendo decirme algo y no atreviéndose. Al principio pensé que el origen de sus nervios podría ser el pensar que su puesto de trabajo peligraba, pero después, pude comprobar que no. Salió de la entrevista de recursos humanos con buena cara y cuando le pregunté me dijo que todo había ido bien. Que yo tenía razón y que finalmente no parecía que fueran a echar a nadie.
Llegamos al restaurante y le indicamos al metre que tenemos reserva. Este, de manera muy cordial nos pide que le acompañemos. ¡Qué bien! por el camino que lleva nos sentará en una mesa apartada donde dispondremos de más intimidad. Desde luego, que si yo quisiera sorprender a una chica la llevaría aquí sin dudarlo. El salón está repleto de gente. Hoy parece que se han puesto todos de acuerdo para venir a cenar. Menos mal que hicimos la reserva. Desde la última vez que vinimos, parece que han hecho algunas reformas. Las paredes las han pintado de color crema y están repletas de cuadros. Todos o casi todos, cuadros de bodegones. Al fondo, cerca de donde vamos a sentarnos, han puesto una chimenea eléctrica imitando a una de leña. Que bonito a quedado todo, de verdad que no sé si será por la emoción de la cita, pero me encuentro súper feliz.
Nos sentamos y Mónica coge la carta. Yo tengo claro lo que voy a pedir y no me hace falta, pero ella siempre gusta de probar cosas nuevas. Al momento, un camarero se acerca a tomarnos nota. Pedimos una ensalada a medias para disimular el chuletón a la brasa que nos vamos a meter después, el mío con salsa a la pimienta y el suyo a las finas hierbas. Todo ello regado con un buen vino tinto extremeño.
La velada se va sucediendo de manera agradable. Hablamos un poco de trabajo, algún chisme que otro y recordamos buenos momentos de nuestra infancia, hasta que finalmente… El plato fuerte ya no se hace de esperar. La noto cortada, como con intención de revelarme el secreto que le cuesta tanto contarme. Ha salido completamente de la conversación con un “Roberto, tengo algo que decirte” y una expresión entre seria y cortada. Yo solo espero que sea una buena noticia. Que sea lo que yo deseo. Que me considere como un posible más que amigo y que se pueda plantear algo bonito juntos. Yo siempre la he mostrado mi intención de querer algo más y pienso que quizás, después del incidente de la sauna, se le haya podido remover algún sentimiento escondido.

- Dime Móni. – Contesto sonriente.

Ella se mantiene un instante en silencio, como buscando las palabras adecuadas y no resultándole sencillo. Pero finalmente habla.

- ¿Si tuvieras que hacer algo de lo que hasta ahora siempre has pensado que no ibas a hacer? ¿Te plantearías hacerlo? Por probar.

- No entiendo Mónica.

La noto a cada instante más nerviosa. No sabe como contarme lo que necesita contar.

- A ver. Me refiero a hacer una cosa de la que estabas seguro que nunca harías, pero que por una corazonada, piensas que quizás deberías de probar a hacerlo. Que a lo mejor estabas equivocado cuando pensabas que no era buena idea y que si no pruebas, en un futuro puedas arrepentirte de no hacerlo.

La noto excesivamente nerviosa y me incomoda verla así. Intento aconsejarla sobre lo que yo pienso.

- A veces hay que dar oportunidades a esas corazonadas. Lo que en un momento determinado puede hacer que pienses que no, en otro momento puede ser que sí. Hay cosas en la vida que hasta que no las pruebas no sabes si son de tu agrado. Yo te animo a que lo hagas. – Le aconsejo serio, pero con esperanza.

Veo a Mónica muy dubitativa y con preocupación en su rostro. Sin dudarlo, extiendo mi mano para agarrar la suya y mostrarle mi apoyo y mi calor. Siempre suele seguir mis consejos y me consta que mi opinión es importante para ella. No se si en esta ocasión lo hará, pues la noto algo escéptica, pero saber que nuestra posible relación le está provocando dudas, ya lo veo como un avance importante.

- No sé. Estoy hecha un lio. No quiero hacerme daño y mucho menos hacérselo a alguien. - Me indica seria y con tristeza.

El camarero se acerca y nos interrumpe. Mónica, avergonzada, me suelta la mano.

- ¿Todo bien por aquí pareja? ¿Necesitan algo más? - Nos habla con tono simpático y cordial.

Le indicamos que todo perfecto, que no vamos a tomar nada más y que nos puede traer la cuenta cuando quiera. Su llegada hace cambiar de tercio la conversación y acabamos charlando de cine. Qué oportuno, pienso para mí. Ya podría haber venido en otro momento. En fin. Invito a Mónica a la cena, después de haber estado discutiendo con ella sobre ello. Nos ponemos nuestros abrigos y salimos del local. La acompaño a su casa y cortésmente, sabiendo que cualquier acercamiento podría influir negativamente en su decisión, no intento nada. Me despido de ella con un par de besos en las mejillas, como siempre lo hice.
No sé, volviendo hacia casa en el coche no hago más que darle vueltas. ¿Era lo mejor? ¿No hacer nada? Quizás ella esperaba que yo diera ese paso y al ser cortés la he cagado. Pero yo soy así, me cuesta mucho dejarme guiar por mis impulsos y lo pienso todo en exceso.
Llego a casa, me meto en la cama y me preparo para pasar una larga noche de comeduras mentales.
El viernes se sucede de manera normal. No noto en Mónica nada diferente a lo que me tiene acostumbrado. No me ha dicho ni insinuado nada sobre su dilema. Por el momento, seguimos siendo amigos, muy buenos amigos. Supongo que necesita tiempo para poner en orden su mente.
Llegó el sábado. Ese día que tanto esperas y que yo ahora tanto temo. Me estalla la cabeza solo de pensar en la cita que tengo con Megan para ir a aquel club swinger. No es mi estilo y la verdad es que cada vez tengo más dudas al respecto. Ya he tenido varios pensamientos de arrepentimiento al respecto, pero le prometí que iría y yo no suelo incumplir mi palabra.
Registro mi armario en busca de algún traje elegante. ¡Dios! Creo seriamente que debería de renovar mi vestuario. Casi todo lo que tengo es de la época de María Castaña y está muy viejo y roído. Demasiada ropa informal y poca clase. Por suerte, localizo un bonito traje azul oscuro que compré para ir a la boda de mi primo. Ahora... A ver si me vale, que eso será otra historia.
¡Increíble! ¡Me queda como un guante. Es como si por mi cuerpo no hubieran pasado los años, me sonrío. Me quedo un instante mirándome al espejo y... Hasta parezco importante, mira tú por dónde. Me gusta lo que veo, por una vez en mi vida.
Repentinamente el sonido de mi móvil me saca del trance. No conozco el número, pero lo cojo. Es el chofer que dijo Megan que vendría a buscarme. Le indico que bajo enseguida y así hago tras ponerme el abrigo.
Dentro del coche estoy solo. Una pared de cristal me separa del conductor. Me siento incómodo al no poder tener contacto verbal con nadie. Creo que en este momento me vendría bien al menos un "hola que tal". Pero imagino que este pobre hombre se limitará a cumplir las órdenes que le hayan dado. A mi lado, en el sillón, veo una elegante caja de madera. Sobre ella, pegada con cinta adhesiva, una tarjeta con mi nombre. La cojo y la abro pudiendo leer: "Lo que te falta". Con curiosidad, abro la caja y en su interior, forrado de terciopelo negro, veo una máscara de carnaval. Mientras examino  la máscara sin saber muy  bien que pensar, el chofer me lleva hasta el lugar indicado.
Llegamos a un caserón reconvertido en club a las afueras de Madrid, concretamente en la zona de la sierra. Se nota que es un lugar para gente adinerada donde claramente yo no encajaría nunca. Una gran cantidad de coches caros se agolpan aparcados en la entrada. Mi coche se detiene y el chofer sale para abrirme la puerta. Yo le agradezco el gesto y le pregunto qué dónde está Megan. El individuo no me contesta, pone cara como de no entender lo que digo y se monta en el coche para marcharse por donde hemos venido. Me deja solo y sin saber que hacer.
Miro a mi alrededor y no veo a nadie. En la fachada se puede ver un cartel con el nombre “SWClub”. Es un cartel pequeño y discreto.
Cuando estoy a punto de desesperarme, mi teléfono suena. Contesto a otro número que no conozco y al otro lado me encuentro la voz sugerente de Megan.

- Hola guapo ¿A qué estás esperando para entrar? – Me contesta con un tono muy sensual.

- Pues no lo sé. Pensé que entraríamos los dos juntos. Esto es muy exclusivo y lo mismo no me dejan ni cruzar la puerta. – Contesto como un cordero asustado. No puedo evitarlo, es así como me siento y como me sale a penas la voz.

- No te preocupes, tienen órdenes de dejarte pasar, solo muestra tu dni y no habrá problema. Yo te espero en la barra del final. No tiene pérdida. Ve hacia el fondo del local, y cuando ya no puedas seguir, me verás.

- ¿Y la máscara para qué es? ¿Tan feo te parezco que me tienes que ocultar la cara? – Le digo algo molesto.

- Para nada. Pero esto es una fiesta de máscaras y si no la llevas, creo que tú mismo te sentirías un poco fuera de lugar.

Megan cuelga la llamada antes de que yo pueda decir algo más. En realidad, no tenía mucho que decir, pero la brusquedad que ha utilizado no me ha gustado.
Dirijo mis pasos hacia la entrada y antes de que pueda llamar al timbre, un gorila de dos por dos sale a mi encuentro. Me mira de arriba abajo como analizando los posibles problemas que pueda causarle y sin mediar palabra, me tiende la mano en busca de mi dni. Parece que da por hecho que si estoy allí, se lo que debo mostrarle. Saco mi cartera y le entrego el documento solicitado. Lo mira, me mira y me da acceso al interior de aquel antro de ricachones.
Dentro hay un recibidor y frente a mí una gran puerta de madera noble repleta de ornamentaciones. Otro portero elegantemente vestido permanece a su lado como a la espera de darme acceso. A mi derecha hay otra puerta más pequeña, de ella sale un hombre, de estatura y complexión normal, y que cortésmente me solicita que le deje el abrigo. Se lo lleva por donde ha venido y me entrega una pequeña ficha dorada con brillantitos incrustados. Por una cara se ven las siglas SWVC y por la otra hay grabada una numeración. Imagino que será para poder recuperar mi abrigo más tarde, aunque por el bonito aspecto de la ficha, me entran ganas de ir a un casino a ver si me dejan apostar con ella. Me sonrío sonoramente al pensarlo notando que el portero se sonríe al ver mi gesto. Debe de pensar que estoy un poco tonto.
Es increíble el silencio que se escucha aquí dentro. Si no fuera porque sé dónde estoy, pensaría que aquí no hay ningún tipo de fiesta. Está todo un poco oscuro y las paredes están decoradas de terciopelo rojo intenso. Del techo cuelgan algunas telas como de seda roja haciendo del lugar un poco mas extravagante.
No pasa mucho tiempo hasta que el portero me hace un gesto y abre la puerta. Es increíble el sonido estruendoso que sale del otro lado. Sin lugar a dudas, allí hay una gran fiesta y la insonorización del lugar es perfecta.
Avanzo con decisión sin perder detalle de todo lo que ven mis ojos. En el centro de la sala hay multitud de personas bailando alocadamente al son de la música tecno que suena a un volumen brutal. Todos llevan su máscara de carnaval y esto hace que tal y como predijo Megan, me sienta indirectamente obligado a ponerme la mía. La miro por un instante, pues antes no me quise parar mucho a analizarla y la verdad es que me parece fea, fea, fea. Es negra como con encaje en los bordes y con una gran nariz aguileña de tipo bruja que sobresale exageradamente hacia delante. Vamos que Megan no podía haber escogido algo más feo, digo yo. Seguro que lo hizo adrede.
Las máscaras de los demás son más normales, más chulas, como más de diseño. Pero la mía... Mejor no pensar más y ponérmela.
Sigo observando el lugar. Parece una gran sala. Los flashes de las luces que cuelgan del techo tintinean como locos al ritmo del tema. Al fondo, se puede ver otra puerta que conduce a algún sitio que desconozco. Mientras me dirijo hacia ella, pues Megan me comentó que me esperaba al fondo de todo el local, veo cortinas colgando de todas las paredes que no dejan ver el final de las mismas. A ambos lados de la sala hay diferentes sillones de piel con colores vivos y distribuidos a escasos metros los unos de los otros. Sobre ellos, varias parejas dan rienda suelta a su lujuria. Están entregados al placer, sudorosos y calentando el ambiente. Yo no puedo retirar la mirada. Un varón, de cuerpo musculado, lame el sexo de una mujer que se retuerce de placer al tiempo que ella degusta el pene de otro. Este a su vez, besa apasionadamente a una mujer de unos 20 años mayor que él. Pero que a pesar de su edad, se la ve bella y esbelta. Ya quisieran muchas jovencitas estar como esa mujer, pienso por un instante.
Dos chicas que hay en el sillón de al lado se acarician los pechos al tiempo que se miran a los ojos como hipnotizadas. Parecen absortas y muestran en todo momento una aptitud de amor puro. No cabe duda que entre ellas hay algo más allá del puro placer.
Prosigo caminando a duras penas e intentando hacerme paso entre tanta multitud. La máscara no me deja ver bien, y tengo miedo de sin querer, meterle mi nariz a alguien en el ojo. Una chica que hay frente a mí, al acercarme, detiene su baile y me mira a los ojos. Al principio pienso que me ha podido confundir con alguien, pero cuando veo como acarician mi torso con sus manos, no me cabe la menor duda de que sabe quién soy. Un simple extraño que le provoca morbo. Es una chica guapa, de piel morena, que lleva el pelo al estilo afro, como antiguamente lo llevaba mucha gente. Lleva un vestido corto de lentejuelas azules que hacen brillo por todas partes.
Sin previo aviso, acerca su mano hacía mi entrepierna haciendo que en un instante mi miembro esté listo para la acción. A mí me da vergüenza esta situación, pero no soy capaz de hacer nada para evitarlo. Mis neuronas han sido anuladas por mis hormonas y no puedo hacer otra cosa que disfrutar de esta inesperada experiencia. Sin decir nada, agarra mi pene y lo aprieta con fuerza. Yo doy un respingo ante la sorpresa y ella me mira, se sonríe y se muerde el labio como si de una diablesa traviesa se tratase. Se gira de espaldas a mí y restriega su trasero contra mi abultada entrepierna. Mientras yo, inmóvil y seguro que con cara de gilipollas, me quedo como una ameba sin saber cómo reaccionar. Después de un rato, se marcha, así, sin más, perdiéndose entre la multitud. Podría haberla seguido, pienso, pues es seguro que ella lo quería, pero he venido por Megan y no me conviene faltar a la cita. No quiero pensar lo que podría hacerme mañana en el trabajo si lo hago. Después de todo, ella es mi jefa.
Prosigo mi camino hacia la puerta del fondo, la abro y me encuentro con otra pequeña sala decorada como la de la entrada. Parece servir de separación entre la sala de la que vengo y la sala que se esconde en una nueva puerta al fondo. Una puerta que no dudo en abrir. A estas alturas, ya siento curiosidad por todo y casi que he perdido la vergüenza.
La abro y puedo ver otra especie de sala, con un ambiente más íntimo y relajado. La música Chillout así lo confirma. Una barra de bar se aloja al centro de ella y varios sillones y mesitas se ven alrededor, allá donde hay menos luz.
A la izquierda, una pequeña pista de baile donde están bailando de manera sensual bailarines y bailarinas contratados por el local. Ya no veo más puertas que lleven hacia el fondo, por lo que intuyo que esa es la barra de bar donde Megan me esperaba. Es una bonita barra de espejos que está decorada con muchos brillantes y varias luces que hacen que estos brillen. Tras ella, diferentes botellas de marcas de bebidas alcohólicas forman un estupendo paseo por sus estanterías. Una camarera muy guapa y simpática atiende en ella. Me acerco a ella y le pido una ginebra con tónica. Me pone una Star of Bombay que mi bolsillo normalmente no puede permitirse. ¡Madre mía! con lo que me va a valer este pelotazo salgo por ahí un fin de semana entero, pienso. Sin embargo, cuando hago amago de pagar, ella me indica que no, y me hace un gesto hacia el fondo de la barra. Concretamente hacia donde está Megan, disfrutando de lo que parece un rico Puerto de Indias. Sin dudarlo, le hago un gesto de agradecimiento con la bebida y me acerco hacia ella.
Lleva un vestido blanco ajustado de esos que no dejan opción a llevar ropa interior. Con un agradecido escote y una raja lateral que me muestra el liguero que adorna la belleza de sus piernas. Unos zapatos blancos de tacón fino realzan su figura haciéndola irresistible a los deseos de cualquier hombre. Despierta mis instintos, desde luego, y me hace cuestionar mi cabezonería de no caer en sus brazos.

- Vaya, o te alegras mucho de verme o es que eso está compitiendo con la nariz de tu máscara. - Me indica con tono burlón mirando mi entrepierna.

¡Madre mía! No me había percatado de que aún sigo manteniendo la erección que me provocó aquella mujer hace un instante. Que vergüenza. Tengo que buscar la manera de salir airoso. ¿Qué diría Roberto el conquistador? Vamos a interpretar.

- No Megan, como he visto que aquí se valora algo más que el intelecto de las personas, he pensado que la mejor manera sería entrar mostrando mi mercancía. - Contesto con tono chulesco y arrogante.

- Pues sí, de verdad que la mercancía tiene pinta de valer lo que su dueño quiera pedir por ella. Aunque si te soy sincera, no suelo pagar solo por carne. Me gusta que haya algo más detrás de mis inversiones.

Ya empezamos con los envites. Y yo, que soy medio gili, no voy a ser capaz de resistirme a cerrar la boquita.

- Megan, ni yo estoy en venta, ni tú tienes suficiente dinero para comprar una sola parte de mi. - Le suelto serio, intentando frenar el coqueteo.

No quiero que está situación se desmadre y acabemos como la última vez. Megan me mira seria, pero no dice nada.

- Venga Rober, no te pongas así. Solo era un juego, nada más. Estaba de coña. ¿Brindamos? – Me dice con tono simpático.

La sonrío y ambos brindamos. Me relajo e intento disfrutar de la velada.

- Bueno ¿Qué te parece este sitio? ¿Es como te imaginabas? - Me pregunta con simpatía.

- Pues la verdad Megan es que ni siquiera lo imaginaba. En realidad, nunca habría creído que existieran sitios como este. Me siento raro y creo que esto no es para mí. – Le indico sincerándome.

- ¿Pero por qué piensas eso? ¿Qué ocurre? - Me pregunta extrañada y con cierto aire de preocupación.

- No se, aquí toda la gente viene a soltar su adrenalina sin importarles nada ni nadie. Darle placer al cuerpo sin buscar nada más. Yo, si te soy sincero, soy muy poco visceral. Y siempre he preferido hacer el amor antes que follar. Y por aquí... Esto no se estila.

- Pues haz el amor cariño. Si me aceptas un consejo, nunca dejes de mostrarte y actuar como realmente eres. No te traiciones a ti mismo y haz las cosas como las sientas. Follar puede follar cualquiera. Pero hacer que una mujer se sienta en el cielo, eso no lo saben hacer la mayoría de los hombres que hay por aquí. Sí tú sabes, hazlo. Aunque, ya sabes que yo hasta que no lo vea, no lo creeré.

Nos reímos durante un momento y  quitamos hierro a la situación.

- Bueno Megan, Sí realmente me comportara como dices y no me traicionará, probablemente no estaría aquí. – Le contesto sonriendo.

- Estás aquí porque yo te lo pedí como un favor. Y quiero que sepas, que aunque no me dejes agradecértelo de manera material, te lo agradezco de corazón.

Me resulta extraño ver a Megan tener ese tipo de gestos. No se si en verdad lo siente o en realidad lo dice por preservar su interés en este momento. De cualquier manera, yo voy a hacer de tripas corazón e intentaré cumplir con lo prometido. Solo espero que la pareja del empresario con la que debo acostarme sea una buena persona y no me lo haga pasar mal. Los nervios estarán a la vista. Y es algo que no sabré disimular.

- Por cierto. ¿Dónde están tus invitados? – Le pregunto con curiosidad.

Megan mira su reloj y me pide que la acompañe. Deja su copa sobre la barra haciendo que yo haga lo propio, y se dispone a salir hacia la sala grande desde la que yo he venido. Me indica que la siga con un simple gesto y yo obedezco. Me siento como un perrito faldero siguiendo a su dueño. No me gusta la situación y mi cabeza comienza a imaginar millones de cosas que me desagradan de lo que está por acontecer. Como no me calme, me da a mi que la única lujuria que voy a desatar en mi futura acompañante será la que vea por parte de su marido y Megan. Calma, calma, calma, por favor. Me digo mientras atravieso la sala tras de Megan. Allí la gente sigue a lo suyo. Puedo ver como en uno de los sillones está la chica que me calentó cuando iba en busca de Megan. Está completamente desnuda y tiene un cuerpo de infarto. Su piel morena y brillante por la purpurina que lleva pegada la hace brillar como una estrella. Permanece a cuatro patas mientras un chico le propina profundas y violentas embestidas por detrás. Ella me ve cuando paso por su lado y me sigue con la mirada mientras esboza una bonita sonrisa pícara con mordida de labio incluida. ¡Dios! Que morbo me acaba de provocar su imagen. Y pensar que yo podría estar en el lugar de aquel chico, me produce un hormigueo en la entrepierna brutal ¡Uf!
Megan llega hasta una de las cortinas que hay en la pared y la aparta con decisión. Me muestra la puerta que tenemos que atravesar para llegar a nuestro encuentro. Es una puerta de color marrón oscuro. Tiene un símbolo parecido a un tridente y unas letras grabadas en lo que parece latín "Ingreditur et egreditur post tergum tuum timoribus". No sé qué significa, pero a estas alturas, me da igual.

- ¿Preparado para subir un peldaño más? - Me indica mientras me mira fijamente a los ojos.

miércoles, 18 de julio de 2018

Desde su interior.





Hola a tod@s. Con este escrito quise ponerme a prueba e intentar descubrir si podía escribir desde un punto de vista femenino. Espero que os guste y con suerte, espero haberlo conseguido.


Era la primera vez que me animaba a ir a un local de estos. Liberales, así es como los llama. Pero a mí, tan solo pensar en ir, de momento me hace sentir como cordera hacia el matadero. Soy una chica tierna, romántica y que aún sueña con príncipes azules. A pesar de lo ardiente de mi deseo, siempre he buscado algo mas que una relación carnal y vacía. Llámame antigua si quieres.
Ya estoy aquí, en la puerta del local. Sola, cagadita de miedo. Me acerco a la entrada y no tardan en indicarme que es un horario mixto. Que hay una zona para las parejas donde no pueden ir los chicos solos y otra donde sí.
Ya estoy desnuda, tan solo cubierta por una toalla y me dirijo hacia la piscina. Mis amigas me han hablado de ella y me han contado que siempre han vivido buenas experiencias en ella. Yo, estoy a punto de comprobarlo.
Allí me meto, lentamente, con decisión, pero con mucha vergüenza. Dentro hay dos parejas y un chico. Las parejas están a su rollo, con sus juegos. Creo que ni tan siquiera y se han percatado de mi presencia. Pero el chico sí. No cesa de mirarme y a mí me da vergüenza y a la vez morbo. Me mira con una bonita y tranquilizadora sonrisa. Es majo y en su mirada no veo nada sucio. No hay desesperación ni nada por el estilo. Solo una sonrisa que poco a poco me hace sentir mejor. Una vez dentro y a escasos 3 metros de él, me saluda con un simple hola. Yo cortésmente se lo devuelvo. En mi casa siempre nos han enseñado a ser educados. Si te saludan, saludas.
Me pregunta que si estoy sola, y yo no dudo en contestarle nerviosa y acelerada.

– Sola, pero es la primera vez y estoy muy nerviosa. No se que hago aquí.

Pienso; dios, estos nervios me van a matar. ¿Por qué narices no me he limitado a un simple sí?
Él manteniendo su sonrisa. Al ver que estoy muy nervioso intenta tranquilizarme.

- No te preocupes, si es tu primera vez aquí, es normal. Voy a dar una vuelta por el local ¿Quieres que te lo enseñe?

A estas alturas yo seré tímida y todo lo que quieras, pero no soy una mosquita muerta. Se perfectamente a lo que se refiere. Así que sin pensarlo mucho le digo cortésmente que no, que prefiero disfrutar un poco más del agua. Él se despide y sale de la piscina.
Mientras, yo no puedo dejar de mirarlo y pienso; jodeeeer, pero que gilipollas soy. El chico tiene un cuerpo de diez. El agua de la piscina serpentea por cada uno de sus músculos. Su espalda es ancha e incita en mi mente el deseo de acariciarla y arañarla. Su culo es redondo y con pinta de estar durito. Despierta en mí la imaginación y yo no puedo hacer otra cosa que arrepentirme de la precipitada decisión de mi respuesta.
Allí estoy ahora, sola. Ssola porque quiero. Sola con el ardor del deseo. Sola por idiota. Me castigo la mente durante unos minutos que se me hacen eternos y las parejas de mi alrededor siguen con sus caricias. Poco a poco, estas van saliendo del agua para pasar a juegos mayores. Y yo ahí, sola. Como se dice coloquialmente. Sola como la una.
Armándome de valor y con la intención de al menos alimentar mi mirada, salgo de la piscina y seco mi cuerpo como puedo con la toalla. Me la coloco para tapar mi avergonzada desnudez y comienzo a deambular por las instalaciones del lugar. Tengo frío, pues a pesar de haberme secado, mi cuerpo no encuentra la temperatura adecuada. Varias salas temáticas se encuentran frente a mí. Parejas que juegan entre ellas y chicas con varios chicos alimentan mi calor interior. Ufff, que lujuria, y que placentero se ve todo desde fuera. En una de las salas localizo a mi Adán. No cabe duda de que lo está pasando muuuy bien. Está recostado, disfrutando del placer que dos mujeres le propinan. ¡Joder! Menuda arma se calza el amigo. Ya está, me arrepiento aún más. Seré imbécil. Creo que podría pasar por todo el diccionario de auto insultos y aún me faltarían para describir como me siento.
Su mirada se cruza conmigo. Me mira, me observa con deseo y me sonríe. Yo estoy ahí, plantada como una idiota en la puerta. Mirando desde fuera como espectadora, pudiendo haber sido la protagonista de la película. Que de buena gana me uniría a la fiesta, pero esto ya son palabras mayores. No es lo que busco. No es lo que siento.
Al ver mi indecisión, mi Adán particular me sorprende. Se incorpora y cuchichea al oído de las chicas algo imperceptible para mí. Se levanta de la cama y se acerca. Yo siento como me tiemblan las piernas a causa de los nervios.
Me tiende su mano y me obsequia con una nueva y amplia sonrisa que me vuelve a transmitir tranquilidad. Yo dudo, pero tengo claro que no voy a volver a cometer el mismo error que antes. Le ofrezco mi mano y tras darme un beso en la frente, me lleva hasta otra habitación más pequeña. Esta más oscura y fría, pero me gusta, porque estamos solos.
Entramos y él cierra la puerta tras de mí. Me guía hasta la colchoneta y me indica que me ponga de rodillas. Yo le hago caso, pues el morbo de la situación me tiene embriagada y a pesar de los nervios, quiero disfrutar de lo que va a pasar.
Él, se pone también de rodillas frente a mí y me mira sonriéndome.
Allí estamos los dos, frente a frente, con la desnudez de nuestros cuerpos. Nuestras cándidas miradas se cruzan siendo partícipes de lo que está a punto de ocurrir. Yo estoy muy nerviosa. Era un momento delicado, pues nada de lo que está por acontecer había sido planeado por ninguno de los dos.
Déjate llevar, abandónate, me habían dicho mis amigas en repetidas ocasiones. Y yo, ahí estaba, luchando por conseguir lo que nunca había conseguido. Alejándome de mi animal racional e intentando liberar mis instintos. Sí, mis instintos. Esos mismos que enjaulé hace ya muchos años y que ahora viven en prisiones de metal a la espera de ser liberados.
Sus manos se aproximaron a mis mejillas y me acarician con extrema delicadeza. Es lo correcto, pienso en ese momento, lo que yo deseaba desde el momento en el que accedí a sus deseos. Mis instintos me lo pedían y yo quería disfrutar de la sensualidad en estado puro que aquel chico podría ofrecerme. Me gusta lo que está pasando, sí, tanto o más que cuando lo imaginaba en la intimidad de mi cuarto. He decidido demostrárselo y quiero que sepa que va por buen camino.
Cuando me mira, mi cuerpo se estremece, mis escalofríos recorren todos mis puntos sensitivos y a él le gusta notarlo. Me hace partícipe de ello mostrándome como su pene se endurece.
Su mirada y su cuerpo desatan mi inspiración. Y sus labios… Sus labios que me queman por dentro nada mas mirarlos. Deseo sus besos, deseo que sean como los besos delicados que toda mujer busca. Con complicidad, con ardor, con pasión.
Lenta, pero decidida, fijo mi mirada en sus ojos. Él continúa acariciando mis mejillas con delicadaza, con mimo, como si de un tesoro muy querido se tratase. Los dos estamos calientes, ardientes como la brasa de un brasero de pueblo.
Sus labios se aproximan con extrema delicadeza hacia los míos. Él me los muestra, los pasea como fruta prohibida sin dejarme probarlos y creando en mi esa ansiedad que tanto me gusta. Su respiración esta entrecortada y profunda. Me hace ver lo que he despertado en su interior.
Me muerdo los labios y lo miro con deseo y lascivia. Mis ojos se detienen un instante a contemplar los suyos. Se funden en el deseo y al momento, mi mirada baja hacia su sexo. Su pene está duro y firme como una roca. Presume ante mí y aumenta mi deseo por poseerlo.
Con ligeros roces, al fin comienzan nuestros besos. Besos de cariño, besos delicados, besos de pasión que no tardan en convertirse en besos de lujuria. Nuestras hábiles lenguas se entrelazaban como serpientes en un ritual lascivo. ¡Bien! Es un sueño, es todo como yo quería que ocurriera. Es maravilloso. Deseo sus labios, su cuello, sus hombros, su torso… Deseaba disfrutar de sus caricias y aquí estoy.
Mi Adán desliza sus manos por mi cuerpo, como trazando sus rutas en mi mapa de deseo. Cuando llega a mis pechos se detiene y despliega toda su pasión. Se recrea como nunca lo había imaginado. Mi excitación está subiendo a cotas extremas y se lo hago saber con la dureza de mis pezones.
Él los besa, los acaricia y traza pequeños y delicados círculos sobre ellos. Los muerde con delicadeza y hace que mi cuerpo se arquee de placer. Consciente de ello, aumenta la presión con cada uno de mis jadeos. Yo me quiero morir, pero de placer. Una muerte placentera de esas que te dejan con una sonrisa idiota de ainsss que no termine nunca este momento.
No puedo más y agarro su cabeza para apretarla contra mis pechos mientras sus hábiles manos recorren mi espalda.
Con delicadeza, me invita a tumbarme boca arriba en la colchoneta. Yo noto en su mirada como traza las siguientes rutas a explorar. Mira mis ojos, descubriendo el placer en ellos y mira de nuevo mis pechos, firmes, duros y empapados por su saliva. Después sus ojos viajan hacia mi vientre y mi ombligo hasta detener su mirada en mi puerto del deseo. No cabe duda de que mi Adán sabe como calentar a una mujer.
Con una leve sonrisa me besa de nuevo. Lentamente y delicado, Besa mi cuello, mis hombros, mis pechos y bajando por mi ombligo con su lengua, se detiene allí, haciendo mella y desata do un nivel más de mi placer. Con movimientos rápidos y medidos este hombre es capaz de arrancarme nuevos alaridos. Cada vez que aprisionaba mi sexo entre sus labios y lo succionaba con firmeza, yo siento que me voy a correr con un escalofrío de placer. Él lo sabe, y como hábil maestro en la materia, coordina cada uno de sus ataques con los espasmos de mi cuerpo. Su lengua serpentea con movimientos cortos y constantes sobre mi hinchado clítoris. ¡Uf! cada vez que lo succiona provoca en mí una nueva oleada de placer. Sus manos buscan las mías y una vez encontradas, las aprieta.
Con delicadeza, dirige mis manos hacia su cabeza y me invita a tomar parte del control. Yo acepto encantada. Con cada estremecimiento recibido, aprieto con firmeza su cabeza y la hundo un poco más en mi ser. Los principios espasmódicos del orgasmo, no se hacen esperar. Pero no, no quiero correrme sin antes saborear ese cuerpo pecaminoso que tiene. Lo deseo y deseo invitarlo a estar dentro de mí.

martes, 26 de junio de 2018

LIBÉRAME O DÉJAME PENSAR. PARTE 7


LIBÉRAME O DÉJAME PENSAR     PARTE 7


Miércoles, mitad de semana, hoy me ha costado despertar mucho más de lo normal. Tengo en mi cabeza esa extraña sensación de resaca, pero sin embargo anoche no probé ni una gota de alcohol. Claro que, entre unas cosas y otras hasta las cuatro de la mañana no me metí en la cama. Menos mal que decidí entrar a trabajar a las nueve en lugar de a las ocho, es lo que tiene disfrutar de cierta flexibilidad de horario en el trabajo. Por contra saldré una hora más tarde, con lo que a mí me gusta llegar pronto a casa y disfrutar de mis minutos de relax en el sillón. Pero en fin… Que le vamos a hacer.
Hoy estoy decidido a descubrir quién es Megan. Tanto misterio y desconocimiento me llena un poco de crispación. Voy a observar bien todo lo que ocurre a mi alrededor, a lo Sherlock Holmes, y a ver si hay suerte. Lo primero: Hablar con Ricardo, seguro que él sabe algo. Después de todo, la titulación de curioso se la ha ganado a pulso.
Como siempre, llego a mi mesa, dejo mis cosas y saludo a los compañeros. A continuación, me aproximo a la mesa de Ricardo, pero no le veo. Tiene su escritorio todo revuelto, como de costumbre. Su taza sucia, varios papeles descolocados sin orden aparente y figuritas de Kinder sorpresa desparramadas por todas partes. No me extraña nada que la pobre mujer que limpia la oficina resople resignada cada vez que llegua a su puesto. Su equipo está apagado, es raro, porque en este trabajo lo primero que hacemos al llegar es encenderlo. Los restos de café de su taza delatan que fue utilizada por última vez ayer.
De repente, una voz femenina me saca de mi papel de detective.

- Está enfermo y ha decidido no compartir su virus con nosotros. Y en verdad, es de agradecer que sea así. ¿Qué te ha pasado? Hoy has llegado más tarde.

Es Mónica, parece alegrarse de verme. Es normal que se extrañe de mi retraso. Yo suelo ser puntual con la entrada al trabajo.

- Nada, anoche me acosté tarde y no quería venir a la oficina muy cansado. Y lo de Ricardo y compartir sus virus, hasta hoy yo pensaba que era lo que más le gustaba. – Le contesto sonriendo. - ¿Y tú qué tal?

- Bien, ya sabes, como siempre. – Me contesta con poca seguridad.

La observo con detenimiento. Se que hay algo, que tiene alguna preocupación en mente y que ella espera ser escuchada. Como buen amigo que soy lo haré, pero la verdad, hoy no estoy para dar buenos consejos. Mostraré interés a lo que tenga que decirme para que se sienta bien. Siempre lo he hecho, aunque con ello reciba daño.

- ¿Qué pasa Mónica? Nos conocemos de hace mucho y por la cara que tienes, sé que te pasa algo.

- Nada, es una tontería. – Me dice quitando hierro.

- Una tontería que te afecta hasta el punto de notártelo. Vamos Mónica, no hagas que tenga que someterte a un tercer grado.

Mónica mantiene un pequeño silencio antes de revelar su preocupación.

- Me han citado para una entrevista personal con Recursos humanos. Se rumorea que la nueva dirección quieren hacer limpieza.

- ¡Venga ya! Ya llevamos una semana pasando por esas entrevistas y no han echado a nadie. Son meras formalidades. Imagino que solo querrán saber con el personal que cuentan. Además Moni, tú eres buena en tu trabajo. A nadie se le ocurriría despedirte. – Le contesto intentando trasmitir seguridad.

Se que la tranquilizaré, aunque no me crea ni una sola palabra de lo que he dicho. No es que crea que Mónica no es la mejor en su trabajo, pero es más que evidente que despedirán a alguien. Aunque sea solo para mostrarnos quién manda aquí.

- Tú sigue trabajando y verás como se fijan en tí para bien.

Yo soy de ese tipo de personas que saben dar buenos consejos cuando se necesita, pero que no son capaces de seguirlos para sí mismo.

- No se… En el fondo pienso lo mismo que tú. Pero todos andan muy temerosos de lo que pueda pasar. Fíjate, que incluso Ricardo, estando enfermo como está, en lugar de cogerse la baja está Tele trabajando desde casa. - Me comenta aún con algo de miedo.

- ¿Está en casa trabajando? Bueno, de eso no has de extrañarte, ya sabes lo negativo que es.

Repentinamente siento la mirada de alguien clavada en mí. No sé por qué, pero esa sensación la he vivido antes. Miro disimuladamente hacia la puerta de la sala y veo a Megan. Ahí está, parada, con esa mirada incipiente como de deseo contenido. Al instante prosigue su camino y desaparece de allí. Mónica a penas se ha dado cuenta de lo ocurrido. Ha coincidido con un mensaje que le han mandado y estaba mirando la pantalla de su móvil.

- Bueno, te dejo, que tengo que hacer una llamada. – Me indica con un gesto más relajado.

Me vuelvo a mi sitio y me conecto al Chat de la empresa. Busco a Ricardo y veo que en su estado pone que está conectado. Le escribo.

Roberto: ¿Cómo estás?

No tarda nada en contestarme.

Ricardo: Jodido tío. Muy jodido. Pero ya ves, al pie del cañón.

Típica frase de película de las que tanto le gusta soltar.

Roberto: ¿Estás trabajando?

Me hago el tonto como si no supiera nada.

Ricardo: Sí, aquí estoy, con algo de faena.

Roberto: ¿Pero no deberías de estar descansando?

Ricardo: Sí, desde luego. Pero después de como están las aguas de revueltas, cualquiera se arriesga. No voy a facilitar que mi cabeza sea la primera que ruede.

Ricardo como siempre. Fatalista al cien por cien.

Roberto: Por cierto. Tú que eres muy observador. Si te doy la descripción de una mujer de la nueva empresa, ¿tú sabrías decirme en que departamento trabaja?

Ricardo: Jajajajaja, puede. Venga, dispara.

Roberto: Alta, delgada, con muy buena figura, de unos 40-45 años, morena y con el pelo largo. Va muy bien vestida, en plan ejecutiva.

Ricardo tarda unos segundos en contestar. Segundos que se me hacen eternos.

Ricardo: Pues si te soy sincero no tengo ni idea. Pero por como la describes, tendrá un cargo importante. Mínimo de jefecilla de sección.

Roberto: Sí, o quizás de algo más diría yo.

Desde luego que algo más. Recuerdo el Porsche.

Ricardo: Mira, en la intranet corporativa han puesto un organigrama con los cargos de la empresa nueva. La mayoría de las fichas incluyen fotografía. A lo mejor ahí puedes encontrar a tu mujer misteriosa. ¿Quién es? ¿La que te hizo la entrevista?

Dudo en si contestarle o no. Se lo que implica decirle que sí, y no me gustaría que toda la empresa supiera que la estoy buscando.

Roberto: No, es una mujer que me crucé el otro día por el pasillo. Me llamó mucho la atención.

La primera mentira piadosa del día, me digo a mi mismo.

Ricardo: Hay que ver, que pillín estás hecho. Bueno, te dejo, voy a seguir al tajo. Espero que encuentres a tú Julieta, Don Juan.

¡Ale! Patadón a la literatura romántica. ¡Joder Ricardo!

Roberto: Venga Ricardo, mejórate. Nos vemos cuando estés por aquí.

Cierro el Chat, abro la intranet y… ¡Bingo! Aquí está el organigrama del que me habló. Busco, busco y busco pero no encuentro… Bueno sí, encuentro la ficha del jefe de recursos humanos. Sin lugar a dudas es un viejo feo que impone terror tal y como me insinuó Ricardo. Pobre Mónica, pienso. Es muy posible que a ella sí que le toque lidiar con el hueso.
De momento, la identidad de Megan va a seguir siendo una incógnita. Si es que se llama Megan. Que me parece a mí que estoy dando por hecho muchas cosas.
A mediodía voy a comer fuera. Ayer no tuve tiempo de prepararme comida. Voy solo, no me importa. Es solo comer, no ha de ser una fiesta siempre. Termino y me pido un café, me sirvo el azúcar mientras mi móvil comienza a sonar. El texto “Número oculto” se ilumina en mi pantalla. Seguro que son otra vez esos pesados de Fono-móvil pidiéndome cambiar la línea con ellos. Mira que son veces las que les he dicho que no me interesa, que si me hacen ofertas en las que tengo un servicio parecido al actual por un precio similar, ¿por qué iba a querer cambiarme? Pero no, no lo entienden. Entonces te hacen una oferta donde te incluyen mil canales más de tv y más velocidad de conexión a un precio mayor del que pagas. Pero… ¿Dónde está la oferta entonces señorita? Si a mi actual operadora le pido una subida de tv y velocidad, me hará el mismo precio que ustedes me ofertan… Siempre se quedan callados y me dan la razón. En fin…
Dejo sonar el móvil hasta que se agota la llamada, no me apetece tomar el café mientras me sueltan el rollo.
Una vez terminado subo a mi puesto y me dispongo a retomar mi trabajo. Tengo que solucionar el diseño de una página web que queremos vender a un cliente. Ha de estar listo para mañana, por lo que no tengo tiempo que perder. Abro mi editor de páginas web. Mi teléfono comienza a sonar de nuevo. Otra vez “Número oculto”. ¡Qué pesados! Lo silencio y dejo agotar la llamada. Muevo el editor de estilos de la página hacia mi segundo monitor. Mí pulsera vibra indicando que tengo un mensaje en el móvil. Lo cojo y me encuentro una aviso de sms de “Numero oculto”. ¿Pero bueno? ¿Ahora también me van a bombardear por sms? Lo abro y puedo leer “Coge el móvil por favor”. Mi cara es un poema. Mi teléfono vuelve a sonar con el “Numero oculto” Lo miro y miro a mi alrededor como si alguien me estuviera gastando una broma. Pero… ¿Seré idiota? ¿Quién coño va a estar llamádome desde aquí? Seguro que formará parte de alguna nueva campaña de captación de clientes de telefonía. Ya no saben lo que inventar. Me levanto, salgo de allí y me meto en una sala de reuniones que está vacía. Descuelgo la llamada.

- ¿Sí? – Contesto tímidamente.

- Hola Roberto.

Al otro lado hay una mujer. Su voz me resulta familiar.

- ¿Quién eres? - Pregunto con curiosidad.

- Vaya, ya veo que no te dejé mucha huella anoche. - Me responde con tono irónico.

No cabe duda, es Megan. Su tono y su manera prepotente de hablar la delatan. No sé cómo habrá conseguido mi número de teléfono personal ni que interés habré despertado en ella como para que me llame.

- Hola Megan... ¿Qué quieres? Estoy ocupado - Contesto serio y con tono profundo.

Quedo esperando respuesta pero no la encuentro. Ha colgado. Sin duda, mi tono la habrá disuadido y hecho pensar. Se habrá dado cuenta de que no estoy por la labor de seguir con sus juegos.
Me vuelvo a mi sitio y prosigo trabajando. Al momento, la vibración de mi pulsera me anuncia un nuevo sms. Es ella de nuevo.

Sms Megan: Me muero por verte.

¿¡Qué!? ¡Esta tía no está bien! ¿Qué le pasa? ¿Cuánta más caña la meto, más interesada se muestra en mi? No cabe duda. Le gusta el juego. Aún corriendo el riesgo de quemarse. No voy a contestar, necesito acabar el trabajo antes de que termine la tarde.
Prosigo con mi labor, pero minutos después recibo un nuevo mensaje.

Sms Megan: Estoy planeando algo para este sábado y me gustaría que me acompañaras ¿Te apuntas?

¡Pero que pesada! Tengo la sensación de que si no la contesto no cesará de mandar mensajes y no me dejará terminar mi labor.

Sms Megan: Vamos, ¡anímate! Esta vez sin secretos, te lo prometo.

Así es imposible concentrarse y yo no puedo perder más el tiempo. Decido contestar.

Sms Roberto: Megan, estoy muy ocupado terminando un trabajo. Ahora no puedo hablar.

Sms Megan: Perdón.

Vale, parece que ahora lo ha pillado. Voy a ver si lo termino. Prosigo trabajando durante la media hora siguiente. De repente, sin más, el editor de la página se bloquea y no me deja seleccionar ninguna opción durante un momento. Finalmente un mensaje de error emerge de la pantalla. "Connection Lost" ¿¡Qué más puede pasar hoy!? pienso. Miro los cables, las opciones de internet, los equipos de mis compañeros y no encuentro ningún motivo por el cual no tenga conexión. Los demás tienen, mi equipo no. Llamo al departamento de infraestructura y no tardan en enviar a un técnico. Lo está mirando. Yo mientras tanto me salgo al vending a tomar otro café. Rebusco entre mis bolsillos hasta localizar unas monedas cuando... Mi pulsera vibra de nuevo. Miro mi móvil. Es ella. Otra vez.

Sms Megan: ¿Sigues ocupado?

Resoplo... Madre mía, menuda persistencia.

Sms Roberto: Sí Megan. Sigo ocupado.

Sms Megan: Vale.

¿¡Pero esto que es!? ¿Un chequeo de control? Saco mi asqueroso café de la máquina y me vuelvo a la sala de trabajo. Desde aquí veo al técnico. Está agachado, luchando entre la maraña de cables. Está haciendo exactamente las mismas comprobaciones que hice yo. La de minutos que se ahorrarían los técnicos si antes de hacer, preguntarán que has hecho. Al momento se levanta, mira la pantalla, me mira y me llama. Yo me acerco.

- Ya está, no se como ha sido, pero la red a vuelto sola.

¿Ha vuelto sola? Pregunto algo incrédulo.

- Sí, como lo oye. De la misma manera que se va... Vuelve. Le sorprenderia la cantidad de cosas que se solucionan solas.

Vaya, pues si esto que cuenta es así, pienso que me he equivocado de trabajo.
El técnico se marcha y yo me siento en mi sitio. Veo un mensaje nuevo en la bandeja de entrada del correo. Lo abro y se me hiela la sangre. Lo remite la secretaria de dirección y en el, se puede leer que requieren mi presencia para una reunión extraordinaria en relación a las aptitudes del personal. ¿Será verdad que quieren pasar la guadaña en la empresa?
Tengo un nudo en la garganta y otro más grande en el estómago.
Mi pulsera vuelve a vibrar. Es ella, una vez más. Ahora sí que no estoy de humor. Leo el sms que me manda.

Sms Megan: Siento haberte molestado antes, no era mi intención.

No puedo contestar, no me da la cabeza para decir nada. Cómo un cordero que va al matadero me levanto y me dirijo hacia donde se me solicita.
Es la sala de reuniones de la quinta planta. Está vacía, desprovista de cualquier cosa que alegre la vista. Sobria y recia, como preparada para anunciar los peores augurios inimaginables. Desde luego que si querían un ambiente idóneo para despedir, esta sala es perfecta.
La secretaria de la planta me ha llevado hasta aquí, me ha dicho que espere, que en breves minutos me atenderán. No me ha dicho quien y yo no he querido preguntar. En estos casos la curiosidad no es la mejor compañera. Me he sentado en un extremo de la larga mesa que hay en el centro de la sala, y ahí estoy, nervioso esperando.
Al momento se abre la puerta, es él, el hueso, el jefe de recursos humanos. Si en la fotografía inspiraba miedo en la realidad aún más. Es un hombre mayor, trajeado, de tez pálida y piel castigada por el paso de los años. En su expresión no existe ni un ápice de cordialidad. Se muestra serio y me saluda como si de un pésame se tratase. Yo intento contestar cordialmente. Pero no, mis nervios no me dejan más que sacar un triste alarido en forma de hola. Se sienta al otro extremo de la mesa. Porta unos documentos que deposita frente a él. Los abre. Sin prisa. Con pausa. Con la parsimonia de alguien que está aburrido de hacer esto una y otra vez. Los en repetidas ocasiones leyendo cada una de sus primeras líneas. Yo estoy nervioso, no se que hacer con mis manos. Siempre me pasa lo mismo. ¿Las pongo sobre la mesa? ¿Las pongo sobre mis rodillas? ¡Joder! Que dilema. Siempre el mismo problema.
Me mira y yo le miro. Vuelve a desviar su mirada hacia los papeles. ¿Qué serán? Me pongo aún más nervioso si cabe a cada segundo que pasa.
El picaporte de la puerta suena de nuevo. Esta se abre y aparece ella… Megan. No se por qué pero el cuerpo me descansa. No entiendo nada pero me da igual. Solo la presencia de esa preciosa mujer en este momento tan tenso hace que por una vez sea bienvenida. Me mira y se sonríe. Lleva un elegante traje de chaqueta de color crema y unos tacones de infarto. Tiene el pelo recogido con uno de esos peinados japoneses que atraviesan los cabellos con un par de palitos. Que sexy esta con el, pienso para mí.

- Buenas tardes. – Nos saluda con simpatía.

- Buenas tardes señorita Megan. – Le contesta el hueso como si de un lacayo se tratase.

Yo apenas puedo hablar. Sigo en estado de shock y la contesto haciendo un simple gesto con la mano. Mi cabeza no da para más en estos momentos.

- Yo me ocupo señor Gregorio. – Le indica con seriedad.

Sin rechistar, accede a la petición de Megan y se marcha dejando los papeles sobre la mesa. Yo respiro aliviado y debe de notarlo, porque Megan me mira mientras se sienta y se sonríe.

- Megan, ¿qué hago aquí? – Le pregunto con un tono más relajado.

- Como no me querías atender la llamada, he tenido que llamar a los duendes y como aún así no me hacías caso pues… - Me contesta con tono burlón.

Yo no salgo de mi asombro. No se que está pasando, pero estoy alucinando. No puedo imaginar que ella tenga algo que ver con la desconexión de mi ordenador. Pero procuro quedarme callado y esperar a que Megan hable. Esta se suelta el pelo, quitándose los palillos y dejando su melena al aire. Ahora sí que está realmente sexy. Me viene a la mente la escena de anoche, ella completamente desnuda. Descargas de pasión recorren todo mi cuerpo.

- Como sabrás ya, se están analizando todos los Curriculum de los empleados que hay en la empresa que acabamos de adquirir, la tuya. Y si eres un poco suspicaz, habrás podido imaginar que no todos podrán disfrutar de seguir trabajando para nosotros.

Me mira y me lo cuenta seriamente al tiempo que lo adorna todo con una sonrisa de medio lado. Un gesto contradictorio con su discurso y que provocaría la crispación de cualquiera. Prosigue hablando y explicándome todo.

- Estamos analizando a cada uno de vosotros para aislar los casos que precisan reciclaje y los que necesitan una recalificación profesional.

Mira los papeles de vez en cuando mientras habla. Al igual que lo hacía aquella tarde en la entrevista personal que tuvimos. Yo ya estoy cansado de tantas tonterías laborales y la contesto serio y tajante.

- Mira Megan, me parece muy bien que hagáis lo que tengáis que hacer. Pero sinceramente… A estas alturas a mí ya me da igual. Solo, y si me aceptas un consejo, os recomendaría que fuerais claros con la gente y que intentarais así frenar los cotilleos de pasillo. Sabes que la falta de información no fomenta un entorno laboral sano. – Le contesto de manera muy formal.

- Lo se. Y creo que tienes razón. Como ya te comenté cuando hablamos, no se que haces aún en ese puesto de trabajo. Creo firmemente que tienes aptitudes para avanzar un paso más.

- Me gusta mi trabajo y me gusta lo que hago, eso es todo. Por cierto Megan… ¿Quién eres?

Megan se ríe levemente pero sin disimulo alguno y a continuación mantiene un pequeño silencio antes de contestarme.

- Roberto… - Me nombra mirándome fijamente a los ojos. – Soy tu jefa. Y no imaginaba que aún no lo supieras.

Mi sangre se ha convertido en hielo. Toda esa sensualidad que hacía que la sangre de mis venas fluyera como lava hirviendo, se acaba de convertir en un torrente de puro hielo. Los pelos se me erizan y apenas puedo hacer que la saliva me pase por el nudo que se me ha creado en la garganta. Ahora sí que estoy en la calle. Y si no lo estoy, me iré yo.
Nunca me ha gustado parecerme a uno de esos trepas que acaban liándose con sus jefes para conseguir un ascenso o simplemente para mantener el equilibrio en la cuerda. Yo esas cosas siempre las he detestado. Y sentir ahora que soy el juguete de la jefa, no entra ni en mi filosofía laboral ni en mi ética personal. Me quedo callado, no se que decir. Bueno, sí lo se, pero no se si decirlo.

- No se que decirte Megan. – Le contesto como puedo.

- Tranquilo, estoy acostumbrada a provocar silencios en los hombres. No te preocupes. – Me contesta tranquila y sonriente.

- Bueno en realidad. Sí se que decirte.

¿¡Pero que haces insensato!? ¿Acaso quieres que nos despidan? Pienso para mí mismo. Ella queda esperando mis palabras. Y yo, como imbécil que soy en estas ocasiones, no la hago esperar demasiado. Seguro que me arrepiento.

- Mira Megan, yo tengo muy claro lo que quiero en este trabajo y lo que no quiero. No necesito de nadie para conseguir mis metas y así me gustaría que siguiera siendo. Para bien o para mal. El hecho de que nos hayamos conocido y que sintamos atracción el uno por el otro, no me gustaría que sirviera para que de alguna manera se potenciara mi carrera profesional. – Le expongo muy seriamente.

- ¿Sientes atracción por mí, Roberto? - Me pregunta en tono pícaro.

Dicen que quien calla otorga. Y yo, no voy a contestar a la pregunta que me ha hecho. Ella me mira, como analizándome. Observa cada centímetro de mi cuerpo. Como en busca de alguna expresión o gesto que me delate. Yo me mantengo inmóvil e impasible. Hasta que finalmente es ella la que rompe el silencio.

- Por eso no has de preocuparte. Yo no hago favores a nadie, por muy bonito que sea. – Me contesta casi con un tono molesto. – Bueno y cambiando a otro tema, tengo planes para este sábado y me gustaría que te apuntaras a ellos. Como ya te dije, esta vez voy a ser muy clara. No quiero que haya ni secretos ni malos entendidos. – Me cuenta seria.

Decirle sin tapujos lo que pienso ha sido una apuesta de riesgo. Pero sin lugar a dudas, creo que salí victorioso. Saber que mi futuro laboral solo depende de mí, me reconforta.

- De acuerdo, ¿Cuáles son esos planes? - Le pregunto mostrando curiosidad.

Ella me mira, se sonríe y me contesta sin hacerme esperar.

- Este sábado por la noche hay una fiesta exclusiva en el Swinger Club Vip. He quedado con una amiga que irá con su pareja.

La corto de inmediato. Me sorprende que quiera eso de mí. Está jugando de nuevo y como ya decidí, seré suyo solo cuando yo quiera. No quiero volver a sentirme como su pelele otra vez. Creo que se lo dejé claro el otro día. ¿¡De que va esta tía!?

- Megan, yo no…

Ahora es ella quién me corta.

- Sé lo que estás pensando y no has de preocuparte. Me dejaste bien claro el otro día que no querías nada conmigo. Como habrás podido imaginar, es un club de intercambio de parejas. Yo solo quiero que vayas como mi pareja y que nos intercambiemos. Solo te pido eso y te lo pido como un favor profesional. Tú acabarás con la chica y yo con el chico. Él es un inversor muy importante que maneja la línea de productos que nuestra empresa ha comenzado a comercializar. Son negocios Roberto, solo eso… Negocios.

Me mantengo callado. No se que decir ni que hacer. La idea no me gusta, pero a la vez me produce curiosidad. Nunca he ido a un sitio de este tipo. Así, exclusivo y para gente adinerada que se aburren de si mismos y no saben que hacer para llenar sus vidas huecas. Se que me sentiré fuera de lugar y que probablemente algo salga mal. Pero creo que iré.

- Venga Roberto, no te lo pienses tanto. Prometo que sabré recompensarte. – Me ruega con insistencia.

No esperaba que Megan se rebajara a rogarme. En realidad se la ve frágil, dando la sensación de que ciertamente necesita mi ayuda.

- Está bien, iré. Pero no necesito que me recompenses de ninguna manera. No quiero nada de eso. - Le contesto serio y tajante.

- De acuerdo, como quieras. A las nueve irá un coche a recogerte a casa.

Me levanto y me quedo inmóvil por un instante. No se que hacer ni que decir. Megan se levanta y se acerca a mi. Me acaricia la mejilla y me da las gracias. Yo con un simple de nada me marcho de allí. Distraído, como en shock por todo lo vivido. Aún necesito más minutos de este día para poder asimilarlo.

CONTINUARA.

viernes, 8 de junio de 2018

LIBÉRAME O DÉJAME PENSAR. PARTE 6


LIBÉRAME O DÉJAME PENSAR     PARTE 6


Aquí me hallo, frente a la puerta del lugar. Miro el reloj, las doce y veinte marcan sus manetas. He puesto patas arriba mi armario para sacar uno de esos trajes que tenía guardados desde hace tiempo. Por suerte me vale. Creo que es la ropa correcta para esta cita, camisa blanca y traje negro. En realidad he estado tentado de venir algo más informal, pues yo no estoy acostumbrado a esta ropa, no me siento cómodo y no me hace sentir que soy yo. Por no decir que una vez entremos… Toalla o albornoz. Pero bueno, da igual, este soy yo ahora mismo y así quiero que me vea.
Sigo enfadado. En mi mente solo se dibuja ella con su mirada burlona y su manera de querer ganar la partida.
Me mantengo inmóvil frente a la puerta, controlando así la situación e intentando no mostrar impaciencia alguna. Si viene, que venga, si no, a lo mejor hasta entro solo. Después de todo no creo que me haga daño entrar ¿no?... Lo cierto es que sí. Este lugar aflora el recuerdo del dolor que viví cuando vine con Mónica.
Miro el reloj de nuevo, la una menos veinte. Se ha rajado, estoy seguro, lo sabía. Es todo fachada y le gusta jugar, pero cuando el juego pasa a mayores ya es otro cantar. Conozco a este tipo de personas, gente segura cuando hablan, pero débiles y temerosos con sus actos. Me lo imaginaba, he ganado y me marcho.
El rugido exagerado del motor de un coche hace que detenga repentinamente mis pasos. Miro hacia la calzada y veo un Porsche imponente con las ventanillas tintadas de negro. Se ha detenido a mi altura y quema gasolina con sus acelerones. La ventanilla del conductor baja, a su ritmo, lentamente y con ese zumbido tan característico. Es ella, doña entrevista conduce ese cochazo y me observa desde su interior. Se la ve muy guapa y muy sexy. Lleva los labios dibujados en un carmín rojo intenso que hace resaltar su sonrisa.

- ¿Subes? – Me indica con simpatía.

- Preferiría que entráramos, es lo que yo te propuse.

Me muestro serio y enfadado, que venga aquí a cambiar mis planes me enfurece.

- Venga, no seas así. Hoy no me apetece entrar, tengo otros planes para nosotros. Sube. - me indica con gestos.

Me giro y prosigo andando sin decir nada.

- Venga Roberto, vamos a divertirnos.

Detengo mis pasos. Me lo pienso y decido hacer eso. Divertirme.

- De acuerdo, voy a por mi coche y te sigo.

- Si no te importa preferiría que fuéramos en el mío. No soy muy hábil al volante y me sentiría más cómoda si no tuviera que estar pendiente de que me sigas.

Finalmente accedo, no quiero que caiga sobre mi conciencia ningún tipo de accidente. Me monto en el Porsche y me abrocho el cinturón. El coche es casi más increíble por dentro que por fuera. Yo no es que sea un enamorado del mundo del motor, pero hay que reconocer que es precioso. Tiene la tapicería de cuero negro y los acabados son excepcionales. El salpicadero tiene una gran pantalla con lo que parece un GPS y muchos indicadores del vehículo, el cambio, aunque pensaba habérmelo encontrado automático, es manual.

- Gracias. – Me indica sonriente.

Yo ni la contesto, estoy furioso, solo la miro seriamente para que sepa que estoy molesto. Hoy viene muy recatada, con una especie abrigo negro y largo hasta los pies. La verdad, no se como puede conducir con eso puesto. Con rebeldía, inicia la marcha de manera rápida y brusca. Conduce como una especialista, maneja el cambio de marchas como si ella misma lo hubiera inventado. Ahora sé por qué son marchas manuales, no cabe duda de que el cambio automático la aburriría. Disfruta de la conducción y corre por las calles como si hubiéramos robado un banco. De nuevo pienso que me ha engañado. Que soy un imbécil, un pelele entre sus brazos. ¿Qué no era muy hábil al volante?... ¡Ja!
La mayor parte del trayecto la hacemos en silencio. Ella está concentrada en la conducción y yo no hago más que pensar en el engaño en el que he caído.

- ¿Dónde vamos? – La pregunto serio y curioso.

- Es una sorpresa. - Me contesta sonriendo. - Si te lo digo, dejará de serlo.

- No me gustan las sorpresas. – Refunfuño.

- Venga, anda. No seas gruñón. Te gustará, te lo aseguro.

Me irrita la situación. No hay ni un ápice de excitación en mi mente ahora mismo. Ella me mira, pero no dice nada más, solo sonríe. Sigue jugando conmigo y al contrario que a mí, la situación le resulta excitante.

- ¿Cómo te llamas? ¿O eso también es una sorpresa?

La mujer se sonríe de nuevo con disimulo.

- Es verdad, que no nos hemos presentado. Me llamo Megan, encantada.

A pesar de que conduce a mil por hora no duda en extenderme la mano para que se la estreche. Yo correspondo su saludo, pero en silencio.
No tardamos mucho en llegar donde ella ha decidido por mí. Parece un gran hotel. Es un edificio majestuoso y de corte antiguo que parece que en algún momento fue reconvertido en un hotel de lujo. En la puerta hay uno de esos porteros de película que siempre guardan una sonrisa hipócrita para cada uno de sus huéspedes. No tarda ni dos segundos en acercarse a nosotros y regalarnos la nuestra. Nos bajamos del coche y el portero nos saluda. Megan le entrega las llaves del coche.
Subimos las escaleras de la entrada y se introduce en el hotel. Yo la sigo cual perrito faldero. Este no es mi habitad natural y me encuentro incómodo y fuera de lugar. Siempre he visto este tipo de hoteles en las películas y siempre he imaginado cómo sería andar por aquí. Hoy lo estoy descubriendo por mí mismo, pero no me resulta tan atractivo como en mi imaginación. Estamos en el Hall principal, es enorme y está lleno de lujos. Ahora mismo no hay demasiadas personas, pero las pocas que veo son muy estiradas y me miran por encima del hombro.
No tardamos en llegar al ascensor, no sin antes recibir el saludo del recepcionista, del botones y el de una mujer mayor que salía del mismo. Subimos hasta la última planta. Con cada piso subido, me siento aún más nervioso, pero lo disimulo bien, no quiero que Megan me lo note. Por fin, las puertas se abren.

- ¿Qué hacemos aquí? – Le pregunto serio, mostrándole mi malestar. - No entiendo nada.

Ella me mira y con delicadeza y sensualidad acaricia mi mejilla. No dice nada, solo agarra mi mano y tira de ella para guiarme por el largo pasillo que se extiende ante nosotros. Este está decorado con paredes aterciopeladas, algún que otro mueble de corte antiguo, jarrones y varios cuadros. Todo parece caro y excéntrico, no cabe duda de que yo no habría venido aquí nunca. Este tipo de lujos no van conmigo, por no decir que no me los podría permitir.
Llegamos a la puerta de lo que parece ser la habitación de Megan. Saca una llave con forma de tarjeta de crédito y abre la puerta con tan solo pasarla por delante de una especie de lector. Desde el recibidor de la habitación se puede ver un amplio salón con todo lujo de detalles. Está decorado con mimo y buen gusto, sus muebles parecen también de corte antiguo, pero lo que más llama mi atención, es su gran amplitud. Madre mía, es casi tan grande como mi estudio. Al fondo del mismo se puede ver una gran terraza desde donde sospecho que habrá unas vistas preciosas. Megan me invita a pasar y yo acepto. Me lleva hasta la habitación que hay a la izquierda del salón y puedo comprobar que también es increíble. Casi tan grande como el propio salón y con una enorme cama en el centro. Toda está iluminado con la luz que se filtra a través de un ventanal. No enciende la luz artificial, supongo que no querrá romper está atmósfera intima. Una cómoda a los pies y una silla en una de las esquinas son el resto de muebles que hay. Me lleva de la mano hasta los pies de la cama y me mira sensualmente sin decir nada. Yo intento hablar, pero ella me hace callar colocando su dedo índice en mis labios. Me pide silencio y paciencia. Al momento su móvil suena. Lo saca de su bolsillo y mira su pantalla. Es un mensaje de texto que apenas me da tiempo a leer.

- Espera un momento. – Me pide con una sonrisa.

Se marcha de la habitación y yo me sigo sintiendo incómodo. No entiendo nada de lo que está ocurriendo ni intuyo nada de lo que está por suceder. Pero la curiosidad hace que me quede. Cotilleo un poco la habitación intentando calmar mis nervios. Por lo que puedo ver, este no es el lugar donde vive. No hay nada suyo, ni ropa, ni productos de maquillaje ni nada de nada. El baño parece impoluto, es como si nadie lo hubiera usado en todo el día.
Me quito la chaqueta y la dejo sobre el respaldo de la silla. Me desabrocho los puños y varios botones. Me dirijo hacia el ventanal y disfruto durante unos minutos de las maravillosas vistas de Madrid. Desde aquí se puede ver la majestuosidad y belleza del Palacio Real. Su impresionante iluminación me sosiega e hipnotiza por un instante. Lo cierto es que desde esta habitación todo se ve con otros ojos ¿Quién no querría vivir en un sitio así? ¿Quién es Megan para poder permitirse un lugar como este? Sin duda, tengo que averiguarlo.
La puerta de la habitación se abre. Tras ella se encuentra Megan acompañada de una hermosa chica. Es una muchacha delgada y muy joven, unos 21 años diría yo. Por la expresión de su rostro se puede observar que es tímida y que ahora mismo pasa vergüenza. Tiene el pelo moreno y lleva una trenza a un lado como la que se tejió Megan la noche que nos conocimos. Viste como única prenda un delicado picardías de encaje negro y marrón. Yo no se como reaccionar, mi cara en estos momentos tiene que ser un poema. Megan sin pudor alguno me dice:

- Quiero que te la folles. - Me pide con decisión.

Estoy perplejo ante la situación. Miro a Megan con expresión confusa.

- ¿¡Qué!? Espera un momento. ¿Estarás de broma no? – Contesto sorprendido.

- No, te lo pido totalmente en serio. Necesito que te la folles.

- Mira Megan, esto no es lo que yo había pensado para nuestra primera cita. No soy un hombre de ir por ahí tirándome a todo lo que se mueve.

Comienzo a recoger mi chaqueta para marcharme del lugar. Está claro que sigue jugando conmigo y por lo que veo, apuesta fuerte. Pero no… Ni mucho menos voy a caer en su juego. Esta noche yo me quedo en mi casita y ella que se lo monte por su cuenta. Porque de mí no va a catar ni un centímetro. Lo prometo.
Cuando estoy a punto de iniciar mis pasos fuera de la habitación, Megan me lanza un nuevo envite.

- ¿Te marchas? ¿qué pasa? ¿otro riesgo que no estás dispuesto a asumir? Tal y como pensaba, las personas no se te dan bien. – Me lo suelta así, con mucha prepotencia.

Detengo mis pasos y la dedico una mirada asesina. Me llena de crispación, pero en el fondo, me atrae su juego. Nunca he querido hacer el amor a nadie que no lo quisiera, para mí, mantener esa integridad es importante. Miro a la chica y noto que aunque probablemente obedezca las órdenes de Megan, en el fondo percibo el deseo en su manera de mirarme.
Miro de nuevo a Megan y pienso. ¿Quieres jugar? Pues vamos a jugar.
Me giro hacia la silla y vuelvo a depositar la chaqueta en su respaldo. Tranquilo, sin prisas, en silencio. Miro a la chica y ella me mira, se la ve sumisa, sin iniciativa alguna, con una candidez tan aplastante que incluso me da pena. Pero sabe perfectamente para que está aquí. Busco en mi móvil hasta localizar una de mis canciones favoritas. Se que nos ayudará y hará que me sienta mejor haciendo las cosas como a mí me gustan. Los primeros acordes de Beautiful, del grupo Him, comienzan a inundar toda la habitación. Dejo el móvil en la mesita de noche y me dirijo hacia la joven. La miro a los ojos y avergonzada, agacha la cabeza. Con delicadeza, levanto su cara empujando su barbilla hacia arriba con mis dedos. Nos miramos y la intento tranquilizar.

- Tranquila, no va a pasar nada que tú no quieras. ¿De acuerdo? – Le susurro al oído.

Parece más tranquila y asiente. Con la otra mano acaricio con suavidad su rostro. Lo agradece, no cabe duda, cierra sus ojos y siente mis caricias. La beso suave, lenta y delicadamente. Ella corresponde mis besos y me hace notar como se estremece. Mis labios viajan con mimo desde su boca hasta su cuello y allí me deleito con el festín mientras miro a Megan. Está ahí, de pie, inerte, mirándonos con deseo en sus ojos. Quiero que lo vea, que sienta lo que no tiene y que desee estar en el lugar de esta chica, disfrutando de mis caricias.
Tan solo me basta escuchar un solo alarido de placer para saber que la joven está disfrutando. La miro, como si fuera mi más preciado tesoro y la cojo entre mis brazos. La llevo a la cama y la deposito suavemente sobre ella, con mimo y sin interrumpir el contacto visual con sus ojos. Mi erección está a punto, es visible y lo sabe. Me encanta notar la mirada de ellas sobre mi miembro, no puedo negarlo. Me desnudo poco a poco y mi pene queda expuesto ante ellas. Miro a Mega y capto su atención fija en mí, en mi miembro erecto. Se que lo desea, que se muere de ganas por ser poseída. Pero no… Será cuando yo quiera y como yo quiera.
La joven, tumbada boca arriba me obsequia con una vista preciosa. Su cuerpo solo está tapado por el hermoso picardías. La miro y un ardor recorre todo mi cuerpo. Desde aquí puedo ver que no lleva ropa interior alguna y que el rosado de su piel más íntima, me invita a darle más placer.
Me tumbo sobre ella y prosigo con mis besos húmedos y apasionados. Mis hábiles manos se deslizan por sus pechos. Los toco, están duros y sus pezones reflejan esas montañitas que tanto me gusta ver a través del encaje. Me recreo paseando por su redondez y terminando mi viaje en su sexo. Me encanta, está muy excitada y muy mojada. Muevo mis dedos recreando pequeños círculos. Su clítoris es el centro de mi deseo y yo dibujo soles y lunas a su alrededor. Megan no puede despegar su mirada de nosotros, lo sé, la veo. Parece disfrutar del espectáculo como si de una gran función se tratase. Y en cierto modo es la espectadora de la obra que interpreto para ella.
La muchacha se estremece y sin poder evitarlo suelta otro alarido de placer. Sé perfectamente lo que desea y lo que necesita. Su cuerpo me lo dice y yo se lo voy a dar.
Sin más dilación dirijo mi pene hacia su objetivo y tras alinearlo, lo introduzco en su vagina. Ella gime de placer y yo empujo con todo el cuidado del mundo. Lo último que quiero es hacerla daño. Poco a poco y con fuerza mi pene va profundizando en su interior. Ella se estremece al notarlo. Yo no puedo, no siento placer alguno, mi enfado no me lo permiten. No ceso de mirar a Megan, sé que la incomodo al tiempo que la excito. Ella se quita su abrigo y nos deleita con su cuerpo desnudo. No lleva nada debajo, así es ella, ya voy conociéndola. Planeado, todo planeado. Tiene un cuerpo precioso y si llego a saber que bajo el abrigo no había ropa, estoy seguro de que no se me habría escapado.
Poco a poco el ritmo de mis bombeos se va acompasando. Mientras, la muchacha aprieta mi espalda con fuerza. El sonido del placer se escucha por toda la habitación y con cada sonido me excito aún más. La piel de nuestros cuerpos choca, choca y choca. Megan no puede resistirse, se sienta en la silla y con descaro abre sus piernas para mostrarme su sexo. Yo no puedo hacer otra cosa que contemplarlo mientras hago disfrutar a la muchacha. Poco a poco y excitada por la situación, Megan comienza a tocarse. No paramos de mirarnos, somos cómplices del deseo que nos tenemos.
Un, dos, tres, cuatro... Pierdo la cuenta. Mis embestidas son cada vez más aceleradas y mis besos a duras penas consiguen apagar los gemidos de la joven. Poco a poco comienzo a sentir su orgasmo, gime, aprieta de nuevo mi espalda y se estremece hasta llegar al orgasmo. Un alarido de placer me lo indica. Yo no ceso en mis movimientos, sé que lo necesita, que si paro el ritmo de mis acometidas su éxtasis no será tan placentero como desea. Megan continua mirando, no puede más que mirar con excitación el orgasmo de aquella bella muchacha. La joven extingue su canto tembloroso y entrecortado. No cabe duda. Ha llegado a tan ansiado placer. Yo no recibo el mío, no me hace falta, no es lo que quiero. Solo deseo que Megan venga, que me busque, que busque su placer en mí al igual que la muchacha lo hizo. La miro, invitándola, como diciendo ven, ven a recibir lo que deseas. Ella me siente, lo sabe, capta mi señal y se levanta de la silla. Yo me levanto y dejo a la chica tumbada y extasiada. Mi pene está erecto, a punto para Megan y ella lo sabe, lo desea.
Sabe lo que puedo hacer y se que necesita sentirme dentro. Así me lo demuestra su mirada y su sexo empapado. Se acerca y me mira. Me intenta besar pero yo me aparto. No quiero sus besos, no quiero sus caricias, solo quiero vencer. Ha caído en mi trampa y este envite lo he ganado yo. Acaricio su mejilla, la miro a los ojos y la digo:

- Diez minutos no dan para mucho, Megan. Y yo no dispongo de más tiempo por hoy.

Así, serio, duro, tajante, pero con la sensación de no haber sido su pelele. Te he mostrado lo que soy y lo que te has perdido.
Sin decir más me visto y me marcho del lugar, como tantas veces hice antes, alejándome de aquella hermosa mujer... Megan.

CONTINUARA.

jueves, 31 de mayo de 2018

LIBÉRAME O DÉJAME PENSAR. PARTE 5


LIBÉRAME O DÉJAME PENSAR     PARTE 5


No contesto. Solo puedo oler su perfume. No cabe duda, es el mismo. Ella es la mujer que salía el otro día del ascensor. Está claro por qué no se ha sorprendido al verme, sabía perfectamente que estaba aquí, me vio, estoy seguro.
Mis pensamientos corren a mil por hora y no dejan cabida a mi voz. Ella me mira por encima de su carpeta, como a la espera de una respuesta. Yo ya no pienso comportarme de la misma manera que en el local liberal. Se acabó ser un idio-tonto. Voy a interpretar a Roberto “Conquistador de reinos”, guerrero de todas y amante sensual y misterioso. Vamos a ver que tal…
La miro, poniendo esa mirada que tanto incomoda, así como interesante a la vez que seguro de mí mismo.

- Sí. - La contesto de manera escueta.

Me mantengo en silencio. Se que eso le resultará incómodo y le creará la necesidad de seguir indagando. Después de todo, por lo poco que la he podido analizar, parece una mujer curiosa.
Venga... Vamos pues a jugar, me digo.
Prosigue mirando sus papeles y hablándome sin apenas levantar la mirada de ellos.

- ¿Se ve capacitado para liderar a un equipo de trabajadores? - Me pregunta en tono serio.

- Totalmente. - Contesto con seguridad.

- Pues no lo parecía el otro día. - Me indica aún sin mirarme.

¿Pero qué se ha creído? Su afirmación me desconcierta a la vez que incomoda, pero intento salir del envite.

- ¿En serio cree que fue así? - Le indico con algo de prepotencia y finalizando con una sonrisita pícara.

- No lo sé señor Roberto, yo me ciño a lo que vi en nuestra conversación de diez minutos.

Me mira sonriendo con maldad. Está jugando, lo sé. Y le encanta.

- Quizás el problema sea que se conforme con diez minutos. Aunque creo que diez minutos no dan para mucho. ¿O para usted sí?

Su rostro se torna serio. Parece que ahora la incómoda es ella. Vuelve a mirar sus papeles sin intención de contestar mi pregunta.

- Vaya, veo que lleva mucho tiempo en la empresa. ¿Cómo es que con un perfil como el suyo? - Me mira fijamente a los ojos. - ¿No ha querido ampliar su carrera profesional probando en otros... Lugares?

Se que su pregunta va con segundas intenciones y si fuera por mí, contestaría con una respuesta muy subida de tono. Pero no, no voy a caer en ello. Voy a contentarme con decirle algo diplomático y ceñirme al aspecto laboral.

- Estoy a gusto en esta empresa y me gusta mi trabajo. No veo la necesidad de asumir riesgos. - Le contesto con un tono cordial.
 Ella está sería, pero al escuchar mi respuesta noto como aguanta su sonrisa. Lo está disfrutando, ya no me cabe duda.

- ¿Es así como ve los cambios? ¿Cómo riesgos a asumir? - Me pregunta con cierto tono burlón.

- No, no me importa probar cosas nuevas, en absoluto. Pero me gusta el rumbo que está cogiendo esta empresa. Y ahora, creo que incluso puede mejorar - Le contesto serio y haciéndome el interesante.

¿Pero que estás haciendo Roberto? ¿Flirteando con la jefa de recursos humanos? ¿Qué quieres, que te echen? Pienso por dentro con temor.
Ella me sonríe y no deja de mirarme. Sabe que me pone nervioso, pero yo sigo interpretando mi papel de “Conquistador de reinos”. Se me da bien, he visto mucha cineteca de películas románticas y conozco a algún que otro tipo así.

- ¿Suele ir mucho por allí? No le he vuelto a ver desde entonces. - Me vuelve a preguntar curiosa, pero con cierto aire despreocupado.

- No, y no creo que vuelva. El ambiente que hay en esos sitios no despierta mi interés.

Me muestro serio disimulando mi sorpresa. Sin dar demasiada importancia a su pregunta.

- Bueno, siempre puede probar a ir los miércoles, es horario gay y quizás se encuentre más cómodo.

Pero que hija de puta. ¿Pues no me está tanteando? No caigas Roberto, no caigas.

- Me gustan demasiado las mujeres como para ir un miércoles. - Contesto con tono chulesco.

¡Ya está! Tú lado macho salió a relucir. Le estás dando exactamente toda la información que ella busca. Así, sin resistencia alguna.
Ella se sonríe y baja su mirada de nuevo hacia los papeles. Intenta disimular su sonrisa tras ellos pero no lo consigue. ¿Lo intenta? No, creo que no. Está haciendo conmigo exactamente todo lo que quiere y yo comienzo a sentirme incómodo, como un pelele.

- Por favor, ¿podemos ceñirnos al trabajo? - Le contesto serio y molesto.

- Perdón.

Ella ahora parece molesta. Vuelve a bucear entre sus papeles y lee durante un rato largo para sí misma. Mis nervios están a flor de piel, pero los intento disimular como puedo. No se cuanto tiempo podré aguantar este silencio. Finalmente habla. Seria, muy seria.

- Bien señor Roberto, creo que esto es todo. No tengo ninguna otra pregunta que formularle. Ha sido un placer. - Me dice muy seria.

Su seriedad me da miedo. Me hace pensar que quizás me he extralimitado interpretando mi papel y que mi puesto de trabajo puede peligrar. Empiezo a arrepentirme.
Se levanta y se pone junto a la puerta de salida, como invitándome a salir. Queda a la espera de que yo me disponga a marchar. Yo me levanto y sin decir nada, aterrado por dentro, me dispongo a salir. Sin querer, agarro el picaporte al mismo tiempo que ella lo hace para abrir la puerta. Nuestras manos quedan una sobre la otra. Los dos nos quedamos bloqueados, nos miramos a los ojos seriamente, pero siendo conscientes de la atracción que hay en ellos. Dura un instante, solo un mísero instante en el que mis instintos piden a gritos que bese esos labios sensuales pintados de carmín rojo.
Finalmente salimos del trance y avergonzado aparto mi mano de la suya. Abro la puerta para salir de allí y me alejo, lento y repasando en mi mente todo lo que ha pasado en esos escasos segundos. Me alejo de aquella hermosa mujer. Mientras camino por el pasillo siento lo mismo que cuando me alejaba de ella en aquel local liberal. Estoy seguro de que me está mirando.  Pero no, no pienso girar la cabeza para comprobarlo.
Esa misma tarde en mi casa me suena el teléfono. Es Jorge, me llama para ver cuando podemos vernos y tomar ese café juntos. Yo no tengo ganas de quedar y evito en varias ocasiones contestar. Recuerdo lo que estuvo a punto de pasar con Vanessa y no tengo ni idea de lo que hacer. Se lo cuento o no se lo cuento. Lo lógico y correcto sería hacerlo, pues es mi amigo y no deseo que pase por males futuros. Pero sin embargo, se que está colado hasta las trancas, se que me escuchará, se enfadará y perderé a uno de mis mejores amigos.
Finalmente atiendo la llamada. Jorge me insiste y me vuelve a recordar que tiene algo muy importante que contarme. Al final accedo, soy imbécil. Ahora a pensar en cómo contárselo. Hemos quedado para mañana después de comer en una cafetería que hay cerca de mi trabajo. Estamos a lunes, pienso... Mañana la vas a cagar.
Martes, de vuelta al trabajo, rutina, rutina y rutina. Ricardo me pregunta por la entrevista de ayer y yo no voy a contarle la verdad.

- Bueno, no fue para tanto. Pensé que iba a ser una de esas entrevistas eternas de recursos humanos. :- Le comento sonriendo.

Me hago el tonto y no le cuento nada. Ricardo no es precisamente una tumba para guardar secretos. Recuerdo el día que quisimos dar una sorpresa a un compañero por su cumpleaños y se nos ocurrió contárselo. A la mañana siguiente, ni sorpresa ni leches. Ricardo lo había pregonado por toda la oficina.

- Eso será porque le habrás pillado de buen humor. El tío es un hueso duro de roer y se rumorea que tiene pensado echar a unos cuantos. Quiere meter a más personal de SeeGoty. - Me comenta preocupado.

- ¿Perdona? ¿El tío? A mí me entrevistó una mujer. :- Le contesto algo sorprendido.

Ricardo me mira y a continuación emite una sonora carcajada.

- Macho, se que el jefe de Recursos Humanos ha hecho todas las entrevistas personalmente. Y es un tío viejo... Muy viejo… - Se vuelve a reír. – Y salvo que se haya vestido de mujer para hacer la tuya. - Comenta con cierta ironía.

Sorprendido por lo que me cuenta comienzo a enfurecerme a cada minuto que transcurre.

- ¡Es el colmo! ¿Pero quién coño se cree esta tía? ¡Uf! Si la tuviera delante.

O dios, me quedo paralizado. ¿Lo he dicho en voz alta?, pienso. Ricardo me oyó y me mira sorprendido. Está claro, él no conoce los antecedentes.
Me levanto como un resorte y me marcho hacia el baño ante la estupefacta mirada de Ricardo. Necesito despejarme. Me echo agua por la cara y me maldigo por un instante.
Vuelvo a mi sitio y prosigo con mi trabajo. Ni siquiera Mónica puede hacerme calmar el enfado que tengo. Viene en un par de ocasiones a hablar conmigo pero yo tan solo soy capaz de contestarla con monosílabos. Nos conocemos muy bien y sabe que cuando estoy con este humor, es mejor no insistir y dejar que se me pase.
La hora de la comida, cabreado, sin decir palabra, no disfruto la comida. Todos hablan a mí alrededor mientras yo me concentro en mi plato. Mónica me mira de reojo de vez en cuando, pero no dice nada. Prefiere callar. Hace bien.
Llega la hora del café con Jorge, creo que voy a decírselo. Se molestará, pero le haré entrar en razón y se dará cuenta de que Vanessa no le conviene.
Llego serio a la cafetería. Él ya está allí, sentado, sonriente, contento, pletórico. Se levanta según me acerco y me saluda. Me siento frente a él y me pregunta que qué quiero tomar. Yo pido un café cortado. No me gusta el sabor del café solo y tampoco me gusta el sabor de la leche, por lo que en mi vida, solo me queda esta alternativa.

- ¿Qué tal andas Rober? - Me pregunta con tono simpático.

No cabe duda de que es una pregunta de iniciativa, así es como las denomino yo. Son de ese tipo de preguntas que haces para arrancar y poder soltar lo que realmente te interesa decir. No hace ni tres días que nos vimos, por lo que contarme, contarme, casi lo mismo que la última vez que me lo preguntó el viernes.

- Bien, ya sabes, el domingo con la familia y la monotonía del trabajo. ¿Y tú qué tal Jorge? ¿Qué es eso tan importante que tienes que contarme? - Le pregunto simulando interés.

No es que no esté interesado en saber las buenas nuevas que tenga que contarme, pero hoy no es mi día y no voy a aguantar una pre-conversación sin sentido para desembocar en lo inevitable. Además, sabiendo lo que tengo que confesar no creo que pueda disfrutar de nada de lo que me cuente.
Jorge me contesta alegre y con una gran sonrisa, no cabe duda de que estaba deseando soltarlo.

- Pues verás, ya sabes que Vane y yo estamos genial. En verdad, sé que es cierto que no llevamos juntos más que dos meses y cinco días. Pero para nosotros, están siendo los días más felices de nuestras vidas.

- ¿Cómo lo sabes? - Le interrumpo curioso.

- No entiendo. ¿Cómo sé qué?

Jorge parece confundido. Nunca ha sido un tipo de pillar a la primera las cosas más evidentes. Por eso sé que en realidad no sabe por dónde va mi pregunta.

- Pues ¿qué cómo sabes que para ella también son los días más importantes de su vida? - Le contesto serio.

- Hombre, eso se nota. Simplemente con mirarla a los ojos y ver como disfruta de cada cosa que hacemos. Te indica que lo son.

- Claro, claro. - Con incredulidad.

Mi amigo se siente confundido, se lo noto. No sabe que me pasa y está claro que por su expresión, no se esperaba mi reacción.
Prosigue hablando.

- Bueno, lo que te decía. Vane y yo solo nos vemos los fines de semana y la verdad... Viendo que nos sabe a poco. He decidido proponerle que se venga a vivir a mi casa.

- ¿Y tú estás seguro de que a ella también le sabe a poco? - Le pregunto con seriedad.

La confusión se torna a enfado. Se lo noto.

- ¡Joder tío! ¿¡Pero qué te pasa!? ¿Qué tipo de pregunta es esa? ¿A qué viene?

No he podido evitarlo, esto se está desmadrando y veo a Jorge colado por una chica que lo más seguro es que le dé boleto. O lo que es peor, que le sea infiel y le rompa el corazón. No puedo permitir que siga con esto.

- A ver Jorge, no sabía cómo decirte esto, pero creo que los dos no estáis entregando la misma parte en la relación. - Le digo sosegado y tranquilo. Con la intención de que vea que lo hago por él.

Jorge frunce el ceño. Parece confundido a la vez que más molesto.

- Roberto, ¡no me jodas! ¡No me hables con acertijos! Las cosas claras.

Pienso un instante buscando la mejor manera de decírselo, pero la verdad es que hoy no estoy muy por la labor de pensar con claridad. Y además, creo que con el día que llevo, por mucho que intente buscar la fórmula, no la hallaré.

- Pues Jorge, el viernes pasado cuando fuimos a por mí Uber pasó algo.

Cada vez le aprecio más enfadado. Me mira mientras hablo y su expresión se ensombrece a cada segundo.

- Cuando estábamos esperando el coche, Vanessa se me abalanzó y apenas pude pararla. Te juro que yo no quería. Que no pasó nada más que unos besos. Pero creo que no estáis en la misma honda.

Así, directo, al grano, sin anestesia, pero que bruto soy.
Después de esto Jorge se levanta. Sin decir nada, me mira y me mira. Aprieta sus puños y sin mediar palabra se marcha de allí. Él no es un tío de enfrentamientos. Sé que está dolido y furioso. Pero jamás usaría la violencia contra mí.
Yo me siento fatal por lo ocurrido y siento como un ardor recorre mi cuerpo hasta prender en mi estado de ánimo.
Estoy furioso, mucho más que antes si aún cabe.
Me marcho de la cafetería y me vuelvo al trabajo. No voy a poder seguir allí, así que, me digan lo que me digan me voy a casa. Decidido, me cojo la tarde libre.
Recojo mis cosas y me marcho. Avanzo serio hacia el ascensor. Lo reclamo y ante mi se abren sus puertas. Parece que viene de arriba, pues para mí sorpresa, en su interior me encuentro a doña entrevista. Está acompañada por dos hombres trajeados que se empeñan en hacerle la pelota. Ella escucha lo que le dicen mientras me mira. Su mirada se clava en mí y me lo hace saber sin disimulo alguno. No me corto, me da igual. Hoy nadie más me va a tomar el pelo. La saludo solo a ella, los demás me importan una mierda. Con expresión seria entro en el ascensor. Los hombres me miran con recelo y algo molestos, pero me da igual. Ella me saluda también. Me coloco a su izquierda. Muy cerca, ahí, incomodando, ¡Que se joda! A través de los espejos del ascensor puedo apreciar que me mira, como siempre, curiosa, con deseo, con su sonrisa de pícara.. El ascensor está bajando durante un instante, sin apenas notarse que nos movamos. Los hombres siguen incansables como  queriendo convencerla de algo. Al momento nos detenemos. La recepción, mi planta para huir de allí. Estoy cansado, cabreado y arto del día de hoy. Sin mediar palabra me giro hacia ella y la miro, con descaro, de arriba a abajo, sin vergüenza alguna. Ella lo nota y se muestra incomoda. No se lo esperaba, no lo puede controlar y ahora lo entiendo todo. Eso es lo que le jode. Mantengo mi mirada y las puertas del ascensor comienzan a cerrarse de nuevo. Pero no, yo soy más rápido y sin siquiera inmutarme lo evito bloqueándolas con la mano. Los hombres se callan, enmudecen con mi descaro al mirarla. No entienden, no saben y si me recriminaran algo, no se si podría reprimir mis ganas de propinarles un puñetazo. Serio, muy serio le digo:

- A las doce y media en la puerta del local.

No hay más palabras, no hay más. Ella queda bloqueada y no sabe reaccionar. Salgo del ascensor y me alejo. La dejo allí, plantada como tantas veces hago últimamente.
No sé si va a venir a la cita, pero si viene... Se va a enterar.


CONTINUARA.

martes, 22 de mayo de 2018

LIBÉRAME O DÉJAME PENSAR. PARTE 4


LIBÉRAME O DÉJAME PENSAR     PARTE 4

¡Por fin es viernes! Me encantan los viernes, porque acaba la semana laboral, salgo de trabajar a las tres y por la noche… ¡Fiesta!
He quedado con Jorge y Vanessa para ir a tomar unas copas al Coco Loco. Mónica iba a venirse con nosotros pero en el último momento se rajó. Dice que le duele la tripa y que prefiere quedarse en casa a descansar.
Las diez y media, ya estamos aquí. El ambiente es inmejorable. Música a toda pastilla, mogollón de gente y nosotros en la barra tomando una ronda de chupitos.
Jorge y Vanessa son pareja desde hace tan solo un par de meses. Nadie en el grupo de amistades apostaba por ellos, pero al final, de manera inesperada nos dieron la sorpresa. Jorge es un tío normalito, bajito y más bien feucho, pero siempre ha sido la alegría de la fiesta y siempre ha estado colado por Vanessa. Ella es una chica muy atractiva, bastante más joven que nosotros y con mucha energía en el cuerpo. Lleva el pelo corto con rizos y tiene una carita delgada de esas que te dan ganas de comerte a besos. A ambos se les ve súper enamorados, a pesar de que Vanessa era un poco reacia a salir con Jorge, creo que les va muy bien juntos.
Normalmente no me gusta ir de sujeta velas. Pero cuando Mónica comentó que no vendría y yo dije que entonces tampoco, Vanessa me insistió tanto que finalmente accedí.
Hablamos durante horas y tomamos algunos chupitos intercalados con varias copas. Bailamos, yo como un pato, pues el sentido del ritmo en mi cuerpo me ha sido negado desde que nací, pero aún así me divierto moviendo el esqueleto. Vanessa baila genial, está desatada, parece como si alguien hubiera metido una cámara rápida en su vida. Salta de un lado para otro bailando, se bebe sus copas como si se las fueran a quitar y tontea con Jorge cada vez que ambos cruzan sus miradas. Yo me alegro, pues ya iba siendo hora de que mi amigo encontrara a una mujer que le valorara como se merece.
Ya son casi las 4 de la mañana y los efectos del alcohol en mi cuerpo no están tardando en hacerse realidad. Me noto un poco de hormigueo en la cara y me encuentro un tanto desorientado. Creo que ha llegado la hora de marchar a casa. Como soy una persona responsable, he llamado a un Uber desde la aplicación de mi teléfono móvil para que venga a recogerme.

- Bueno, yo me marcho a casa, que por hoy ya he tenido suficiente. - Les indico a Jorge y a Vanessa.

- ¿Ya? Venga tío, pero si la fiesta acaba de empezar. ¿No te quieres quedar un poco más? - Me pregunta Jorge con simpatía.

Vanessa me mira siendo cómplice de la insistencia de Jorge.

- No tengo ninguna duda de que lo que debo de hacer es marcharme a casa. Mi noche ha llegado a su fin, chicos. Siento privaros de mi maravillosa compañía - Les indico bromeando.

- Bueno Roberto, pues entonces, no insisto más. ¿Hablamos para tomarnos un café esta semana? Tengo algo importante que contarte. - Me comenta con una alegría exagerada.

Vanessa me mira con preocupación.

- Eso está hecho. Cuando quieras. - Le indico a Jorge guiñándole el ojo.

La verdad es que Jorge siempre me ha tenido como apoyo anímico y he sido espectador de cada uno de sus fracasos sentimentales. Pero esta vez, por la energía que ha empleado al proponerme ese café, parece que por fin hablaremos de algo bueno.

- Jorge, voy a acompañar a Roberto hasta que llegue su Uber. - Comenta Vanessa con expresión sonriente.

Jorge hace gestos de conformidad y se pide otra copa. Yo le indico a Vanessa que no hace falta que me acompañe y ella me comenta que tiene la cabeza un poco cargada y que le vendrá bien tomar el aire. Salimos del local y agradecemos dejar atrás el estruendo musical del Coco Loco.

- Creo que mis oídos necesitaban un descanso. - Le sonrío a Vanessa y ella me corresponde con otra sonrisa.

Miro el mapa de la aplicación de Uber y nos dirigimos hacia donde se detendrá el coche. El lugar está a dos calles de donde estamos. No tardamos en llegar y por el camino hablamos de lo divertida que ha sido la noche. De las amistades conjuntas que tenemos y de temas sentimentales. Me sorprende que Vanessa confíe en mi para contar sus cosas íntimas, pues en realidad a ella no la conozco de mucho tiempo, pero como buen oyente y amigo, la escucho sin reparo. Me sorprende también la cantidad de experiencias que ha vivido, pensaba que por su corta edad no me tendría mucho que contar, pero la verdad es que se nota que vive la vida a toda velocidad. Vamos, que no pierde el tiempo.
Mientras esperamos el Uber yo la correspondo contando una de las experiencias que tuve en mi adolescencia.
Me pasé casi todo el tiempo estudiando para sacarme la carrera, pues no es que fuera muy buen estudiante, y para poder aprobar pasé maratonianas sesiones nocturnas empollando. Le conté que cuando estaba en mi primer año de carrera tuve que alquilar un apartamento compartido con una chica llamada Rocío. Apenas la conocía, pero el precio era apropiado para mí bolsillo. Ella trabajaba por las noches en un pub y yo por el día iba a la universidad, por lo que realmente lo que se dice vernos, nos veíamos más bien poco. Parecíamos dos extraños cada vez que por casualidad nos curzábamos por el pasillo o coincidíamos en la cocina. La vergüenza y la tensión de no saber cómo reaccionar, se podía cortar con un cuchillo.
Una de mis noches de estudio sentí abrirse la puerta del apartamento como tantas veces. Era Rocío, llegaba antes de tiempo de trabajar y se metía en su habitación sin mediar palabra. Era algo que ya había ocurrido más noches, según  llegaba de  cansada,  te saludaba o se acostaba sin decir una sola palabra. Sin embargo, está vez era diferente. Se metió en su cuarto y comenzó a llorar. Yo desde mi habitación contigua a la suya la podía escuchar perfectamente. Me dio pena y me acerqué a hablar con ella. Su chico la había dejado y noté que buscaba el consuelo de sus lágrimas en mí. Yo la escuché, la aconseje y sin apenas darnos cuenta, nos estábamos besando...

- ¿Ya? - Me pregunta Vanessa.

- Sí, ¿Que más quieres que te cuente? - Le indico sonriendo.

- ¡Pues detalles! Da detalles.

Me río mirando a Vanessa. La miro y me río... Me sonrío... Me quedo serio fijo en su mirada.
Noto como ella me está mirando fijamente. Yo me siento un tanto incómodo pero algo hipnotizado por su deseo y por el efecto del alcohol.
Sin apenas darme cuenta, tengo sus labios pegados a los míos. Yo, aturdido por lo que está ocurriendo, no puedo hacer otra cosa que corresponderla con los míos. Su mano acaricia mi mejilla y poco a poco se desliza desde mi cuello hasta mi pecho. Mi mente no puede dejar de pensar sobre lo que ocurre. No está bien, no debería de estar ocurriendo, pero sin embargo no me disgusta la situación y siento mucha excitación por momentos.
El interior de mi entrepierna lucha por salir presionando con dureza la tela de mis vaqueros. Y lo hace aún con más fuerza cuando noto como Vanessa desliza sus dedos sobre mi torso hasta llegar a mi pantalón.
Esto no está bien, esto no está bien, pienso para mí. Pero sin embargo, soy consciente de que no se como pararlo, de que no quiero pararlo. Me excita, me gusta, me da placer.
Sin darnos cuenta, el sonido de un coche pasa a nuestro lado. Miro entre beso y beso y puedo ver que es mi Uber. Yo me he percatado de su presencia, pero Vanessa está demasiado inmersa en mi cuerpo como para darse cuenta. Mi animal racional, sale a flote como puede y me hace ver que la llegada de mi esperado transporte puede ser la excusa perfecta para cortar esta peligrosa situación. Es la novia de mi amigo y no quiero que sufra por mi culpa.
Retiro mis labios de los de Vanessa y sin mediar palabra y aún muy acalorado, monto en mi Uber para alejarme de allí. Desde el coche, puedo ver la cara de consternación de Vanessa alejarse poco a poco de mí.
Me paso todo el fin de semana metido en casa. Recibo llamadas de Vanessa que no quiero atender, no tengo ánimos ni ganas de escuchar lo que pueda decirme. El sábado me alimento de comida basura y el domingo me marcho a comer a casa de mis padres. Después, de nuevo a casa... A vegetar.
El lunes es un nuevo día. En la oficina hay trabajillo. Estamos empezando a desarrollar una nueva aplicación. Es para una compañía de seguros muy conocida que necesita algo con lo que poder formalizar el almacenaje de los contratos y así poder encontrarlos de manera rápida y fácil. Muy emocionante trabajo, pienso sarcásticamente, pero al menos me hace vivir bien. Seguimos rodeados de “Los Invasores”, así es como mi compañero Ricardo ha denominado a los trabajadores de la empresa que nos compró. A las doce y media de la mañana me llega un correo de Recursos Humanos. Me citan a una entrevista a las cuatro y cuarto para revisar mi expediente laboral. No tengo ni idea del por qué, pero pasar por una entrevista a estas alturas me huele y me sienta fatal.
Ricardo me tranquiliza a su manera.

- No será nada tío. Estos procedimientos en las grandes corporaciones son normales. Además, piensa que están citando a todo el mundo poco a poco, lo que significa que si te echan, no serás el único.

Ricardo se ríe mientras me habla. Se siente gracioso, pero si por mí fuera, en estos momentos le diría por dónde puede meterse sus gracias. Sin embargo, la educación que mi familia me ha inculcado me lo impide.
Llega la hora de la comida, me voy al comedor y me dispongo a comer con Mónica. Ella me cuenta que ha pasado un fin de semana complicado con una especie de gastroenteritis. Yo la miro embobado y ella lo nota. Comienza a hablarme de un chico nuevo que hay en administración. De lo guapo que es, de lo bien que viste y huele. A mí me parte el corazón oírla y cada vez soy más consciente de que lo hace a posta para que mi mente disipe cualquier idea sentimental. Estoy seguro de que me marca el camino a seguir. El de la amistad.
Son las cuatro del medio día, nervioso, voy a la entrevista no sin antes pasar por el baño y asearme un poco. No quiero causar mala impresión a los Invasores.
Subo por el ascensor hasta la penúltima planta. Allí en la recepción, remodelada por completo desde que entraron los invasores, le indico a la recepcionista que estoy citado a las cuatro y cuarto. Ella me indica que me acomode un momento en una pequeña sala y que en unos instantes llegará el jefe de Recursos Humanos.
La sala es pequeña y las sillas incómodas. Parecen estar hechas para el momento. Para que uno esté más nervioso aún y parezca un poco más idiota. Frente a mí, una gran mesa redonda de madera. Y al fondo, otra puerta cerrada. Al menos, si tengo que huir del lugar tendré dos puertas para hacerlo, pienso riendo.
Los minutos se suceden como horas mientras espero, espero y desespero. No se que hacer con mis manos, no se ni donde ni como ponerlas. Parezco imbécil. Me veo desde fuera igual de nervioso que cuando hice mi primera entrevista laboral. Allá por la prehistoria.
Al instante, la puerta del fondo se abre y yo quedo estupefacto ante la visión.
La mujer hermosa que conocí en aquel antro liberal está ante mí entrando en la sala. Evidentemente no va en ropa interior, pero en mi mente no para de dibujarse esa imagen. Ella no parece sorprendida al verme. Al contrario, mantiene una extraña sonrisa pícara que me pone aún más nervioso. Lleva un traje con una falda estrecha hasta las rodillas y una camisa de gasa blanca. Se sienta frente a mí, me mira y sin decir una sola palabra, se dispone a remover unos papeles que trae en el interior de una carpeta. Busca que te busca, busca que te busca, hasta que da con mi ficha laboral. Lee detenidamente al tiempo que habla sin retirar la mirada de los papeles.

- Bueno, bueno, bueno… Roberto ¿Verdad?

CONTINUARÁ.