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RELATO - Libérame o déjame pensar

Sumergido en la búsqueda de literatura erótica-romántica, me di cuenta de que las que contaban una buena historia y relataban hazañas sexua...

martes, 26 de junio de 2018

LIBÉRAME O DÉJAME PENSAR. PARTE 7


LIBÉRAME O DÉJAME PENSAR     PARTE 7


Miércoles, mitad de semana, hoy me ha costado despertar mucho más de lo normal. Tengo en mi cabeza esa extraña sensación de resaca, pero sin embargo anoche no probé ni una gota de alcohol. Claro que, entre unas cosas y otras hasta las cuatro de la mañana no me metí en la cama. Menos mal que decidí entrar a trabajar a las nueve en lugar de a las ocho, es lo que tiene disfrutar de cierta flexibilidad de horario en el trabajo. Por contra saldré una hora más tarde, con lo que a mí me gusta llegar pronto a casa y disfrutar de mis minutos de relax en el sillón. Pero en fin… Que le vamos a hacer.
Hoy estoy decidido a descubrir quién es Megan. Tanto misterio y desconocimiento me llena un poco de crispación. Voy a observar bien todo lo que ocurre a mi alrededor, a lo Sherlock Holmes, y a ver si hay suerte. Lo primero: Hablar con Ricardo, seguro que él sabe algo. Después de todo, la titulación de curioso se la ha ganado a pulso.
Como siempre, llego a mi mesa, dejo mis cosas y saludo a los compañeros. A continuación, me aproximo a la mesa de Ricardo, pero no le veo. Tiene su escritorio todo revuelto, como de costumbre. Su taza sucia, varios papeles descolocados sin orden aparente y figuritas de Kinder sorpresa desparramadas por todas partes. No me extraña nada que la pobre mujer que limpia la oficina resople resignada cada vez que llegua a su puesto. Su equipo está apagado, es raro, porque en este trabajo lo primero que hacemos al llegar es encenderlo. Los restos de café de su taza delatan que fue utilizada por última vez ayer.
De repente, una voz femenina me saca de mi papel de detective.

- Está enfermo y ha decidido no compartir su virus con nosotros. Y en verdad, es de agradecer que sea así. ¿Qué te ha pasado? Hoy has llegado más tarde.

Es Mónica, parece alegrarse de verme. Es normal que se extrañe de mi retraso. Yo suelo ser puntual con la entrada al trabajo.

- Nada, anoche me acosté tarde y no quería venir a la oficina muy cansado. Y lo de Ricardo y compartir sus virus, hasta hoy yo pensaba que era lo que más le gustaba. – Le contesto sonriendo. - ¿Y tú qué tal?

- Bien, ya sabes, como siempre. – Me contesta con poca seguridad.

La observo con detenimiento. Se que hay algo, que tiene alguna preocupación en mente y que ella espera ser escuchada. Como buen amigo que soy lo haré, pero la verdad, hoy no estoy para dar buenos consejos. Mostraré interés a lo que tenga que decirme para que se sienta bien. Siempre lo he hecho, aunque con ello reciba daño.

- ¿Qué pasa Mónica? Nos conocemos de hace mucho y por la cara que tienes, sé que te pasa algo.

- Nada, es una tontería. – Me dice quitando hierro.

- Una tontería que te afecta hasta el punto de notártelo. Vamos Mónica, no hagas que tenga que someterte a un tercer grado.

Mónica mantiene un pequeño silencio antes de revelar su preocupación.

- Me han citado para una entrevista personal con Recursos humanos. Se rumorea que la nueva dirección quieren hacer limpieza.

- ¡Venga ya! Ya llevamos una semana pasando por esas entrevistas y no han echado a nadie. Son meras formalidades. Imagino que solo querrán saber con el personal que cuentan. Además Moni, tú eres buena en tu trabajo. A nadie se le ocurriría despedirte. – Le contesto intentando trasmitir seguridad.

Se que la tranquilizaré, aunque no me crea ni una sola palabra de lo que he dicho. No es que crea que Mónica no es la mejor en su trabajo, pero es más que evidente que despedirán a alguien. Aunque sea solo para mostrarnos quién manda aquí.

- Tú sigue trabajando y verás como se fijan en tí para bien.

Yo soy de ese tipo de personas que saben dar buenos consejos cuando se necesita, pero que no son capaces de seguirlos para sí mismo.

- No se… En el fondo pienso lo mismo que tú. Pero todos andan muy temerosos de lo que pueda pasar. Fíjate, que incluso Ricardo, estando enfermo como está, en lugar de cogerse la baja está Tele trabajando desde casa. - Me comenta aún con algo de miedo.

- ¿Está en casa trabajando? Bueno, de eso no has de extrañarte, ya sabes lo negativo que es.

Repentinamente siento la mirada de alguien clavada en mí. No sé por qué, pero esa sensación la he vivido antes. Miro disimuladamente hacia la puerta de la sala y veo a Megan. Ahí está, parada, con esa mirada incipiente como de deseo contenido. Al instante prosigue su camino y desaparece de allí. Mónica a penas se ha dado cuenta de lo ocurrido. Ha coincidido con un mensaje que le han mandado y estaba mirando la pantalla de su móvil.

- Bueno, te dejo, que tengo que hacer una llamada. – Me indica con un gesto más relajado.

Me vuelvo a mi sitio y me conecto al Chat de la empresa. Busco a Ricardo y veo que en su estado pone que está conectado. Le escribo.

Roberto: ¿Cómo estás?

No tarda nada en contestarme.

Ricardo: Jodido tío. Muy jodido. Pero ya ves, al pie del cañón.

Típica frase de película de las que tanto le gusta soltar.

Roberto: ¿Estás trabajando?

Me hago el tonto como si no supiera nada.

Ricardo: Sí, aquí estoy, con algo de faena.

Roberto: ¿Pero no deberías de estar descansando?

Ricardo: Sí, desde luego. Pero después de como están las aguas de revueltas, cualquiera se arriesga. No voy a facilitar que mi cabeza sea la primera que ruede.

Ricardo como siempre. Fatalista al cien por cien.

Roberto: Por cierto. Tú que eres muy observador. Si te doy la descripción de una mujer de la nueva empresa, ¿tú sabrías decirme en que departamento trabaja?

Ricardo: Jajajajaja, puede. Venga, dispara.

Roberto: Alta, delgada, con muy buena figura, de unos 40-45 años, morena y con el pelo largo. Va muy bien vestida, en plan ejecutiva.

Ricardo tarda unos segundos en contestar. Segundos que se me hacen eternos.

Ricardo: Pues si te soy sincero no tengo ni idea. Pero por como la describes, tendrá un cargo importante. Mínimo de jefecilla de sección.

Roberto: Sí, o quizás de algo más diría yo.

Desde luego que algo más. Recuerdo el Porsche.

Ricardo: Mira, en la intranet corporativa han puesto un organigrama con los cargos de la empresa nueva. La mayoría de las fichas incluyen fotografía. A lo mejor ahí puedes encontrar a tu mujer misteriosa. ¿Quién es? ¿La que te hizo la entrevista?

Dudo en si contestarle o no. Se lo que implica decirle que sí, y no me gustaría que toda la empresa supiera que la estoy buscando.

Roberto: No, es una mujer que me crucé el otro día por el pasillo. Me llamó mucho la atención.

La primera mentira piadosa del día, me digo a mi mismo.

Ricardo: Hay que ver, que pillín estás hecho. Bueno, te dejo, voy a seguir al tajo. Espero que encuentres a tú Julieta, Don Juan.

¡Ale! Patadón a la literatura romántica. ¡Joder Ricardo!

Roberto: Venga Ricardo, mejórate. Nos vemos cuando estés por aquí.

Cierro el Chat, abro la intranet y… ¡Bingo! Aquí está el organigrama del que me habló. Busco, busco y busco pero no encuentro… Bueno sí, encuentro la ficha del jefe de recursos humanos. Sin lugar a dudas es un viejo feo que impone terror tal y como me insinuó Ricardo. Pobre Mónica, pienso. Es muy posible que a ella sí que le toque lidiar con el hueso.
De momento, la identidad de Megan va a seguir siendo una incógnita. Si es que se llama Megan. Que me parece a mí que estoy dando por hecho muchas cosas.
A mediodía voy a comer fuera. Ayer no tuve tiempo de prepararme comida. Voy solo, no me importa. Es solo comer, no ha de ser una fiesta siempre. Termino y me pido un café, me sirvo el azúcar mientras mi móvil comienza a sonar. El texto “Número oculto” se ilumina en mi pantalla. Seguro que son otra vez esos pesados de Fono-móvil pidiéndome cambiar la línea con ellos. Mira que son veces las que les he dicho que no me interesa, que si me hacen ofertas en las que tengo un servicio parecido al actual por un precio similar, ¿por qué iba a querer cambiarme? Pero no, no lo entienden. Entonces te hacen una oferta donde te incluyen mil canales más de tv y más velocidad de conexión a un precio mayor del que pagas. Pero… ¿Dónde está la oferta entonces señorita? Si a mi actual operadora le pido una subida de tv y velocidad, me hará el mismo precio que ustedes me ofertan… Siempre se quedan callados y me dan la razón. En fin…
Dejo sonar el móvil hasta que se agota la llamada, no me apetece tomar el café mientras me sueltan el rollo.
Una vez terminado subo a mi puesto y me dispongo a retomar mi trabajo. Tengo que solucionar el diseño de una página web que queremos vender a un cliente. Ha de estar listo para mañana, por lo que no tengo tiempo que perder. Abro mi editor de páginas web. Mi teléfono comienza a sonar de nuevo. Otra vez “Número oculto”. ¡Qué pesados! Lo silencio y dejo agotar la llamada. Muevo el editor de estilos de la página hacia mi segundo monitor. Mí pulsera vibra indicando que tengo un mensaje en el móvil. Lo cojo y me encuentro una aviso de sms de “Numero oculto”. ¿Pero bueno? ¿Ahora también me van a bombardear por sms? Lo abro y puedo leer “Coge el móvil por favor”. Mi cara es un poema. Mi teléfono vuelve a sonar con el “Numero oculto” Lo miro y miro a mi alrededor como si alguien me estuviera gastando una broma. Pero… ¿Seré idiota? ¿Quién coño va a estar llamádome desde aquí? Seguro que formará parte de alguna nueva campaña de captación de clientes de telefonía. Ya no saben lo que inventar. Me levanto, salgo de allí y me meto en una sala de reuniones que está vacía. Descuelgo la llamada.

- ¿Sí? – Contesto tímidamente.

- Hola Roberto.

Al otro lado hay una mujer. Su voz me resulta familiar.

- ¿Quién eres? - Pregunto con curiosidad.

- Vaya, ya veo que no te dejé mucha huella anoche. - Me responde con tono irónico.

No cabe duda, es Megan. Su tono y su manera prepotente de hablar la delatan. No sé cómo habrá conseguido mi número de teléfono personal ni que interés habré despertado en ella como para que me llame.

- Hola Megan... ¿Qué quieres? Estoy ocupado - Contesto serio y con tono profundo.

Quedo esperando respuesta pero no la encuentro. Ha colgado. Sin duda, mi tono la habrá disuadido y hecho pensar. Se habrá dado cuenta de que no estoy por la labor de seguir con sus juegos.
Me vuelvo a mi sitio y prosigo trabajando. Al momento, la vibración de mi pulsera me anuncia un nuevo sms. Es ella de nuevo.

Sms Megan: Me muero por verte.

¿¡Qué!? ¡Esta tía no está bien! ¿Qué le pasa? ¿Cuánta más caña la meto, más interesada se muestra en mi? No cabe duda. Le gusta el juego. Aún corriendo el riesgo de quemarse. No voy a contestar, necesito acabar el trabajo antes de que termine la tarde.
Prosigo con mi labor, pero minutos después recibo un nuevo mensaje.

Sms Megan: Estoy planeando algo para este sábado y me gustaría que me acompañaras ¿Te apuntas?

¡Pero que pesada! Tengo la sensación de que si no la contesto no cesará de mandar mensajes y no me dejará terminar mi labor.

Sms Megan: Vamos, ¡anímate! Esta vez sin secretos, te lo prometo.

Así es imposible concentrarse y yo no puedo perder más el tiempo. Decido contestar.

Sms Roberto: Megan, estoy muy ocupado terminando un trabajo. Ahora no puedo hablar.

Sms Megan: Perdón.

Vale, parece que ahora lo ha pillado. Voy a ver si lo termino. Prosigo trabajando durante la media hora siguiente. De repente, sin más, el editor de la página se bloquea y no me deja seleccionar ninguna opción durante un momento. Finalmente un mensaje de error emerge de la pantalla. "Connection Lost" ¿¡Qué más puede pasar hoy!? pienso. Miro los cables, las opciones de internet, los equipos de mis compañeros y no encuentro ningún motivo por el cual no tenga conexión. Los demás tienen, mi equipo no. Llamo al departamento de infraestructura y no tardan en enviar a un técnico. Lo está mirando. Yo mientras tanto me salgo al vending a tomar otro café. Rebusco entre mis bolsillos hasta localizar unas monedas cuando... Mi pulsera vibra de nuevo. Miro mi móvil. Es ella. Otra vez.

Sms Megan: ¿Sigues ocupado?

Resoplo... Madre mía, menuda persistencia.

Sms Roberto: Sí Megan. Sigo ocupado.

Sms Megan: Vale.

¿¡Pero esto que es!? ¿Un chequeo de control? Saco mi asqueroso café de la máquina y me vuelvo a la sala de trabajo. Desde aquí veo al técnico. Está agachado, luchando entre la maraña de cables. Está haciendo exactamente las mismas comprobaciones que hice yo. La de minutos que se ahorrarían los técnicos si antes de hacer, preguntarán que has hecho. Al momento se levanta, mira la pantalla, me mira y me llama. Yo me acerco.

- Ya está, no se como ha sido, pero la red a vuelto sola.

¿Ha vuelto sola? Pregunto algo incrédulo.

- Sí, como lo oye. De la misma manera que se va... Vuelve. Le sorprenderia la cantidad de cosas que se solucionan solas.

Vaya, pues si esto que cuenta es así, pienso que me he equivocado de trabajo.
El técnico se marcha y yo me siento en mi sitio. Veo un mensaje nuevo en la bandeja de entrada del correo. Lo abro y se me hiela la sangre. Lo remite la secretaria de dirección y en el, se puede leer que requieren mi presencia para una reunión extraordinaria en relación a las aptitudes del personal. ¿Será verdad que quieren pasar la guadaña en la empresa?
Tengo un nudo en la garganta y otro más grande en el estómago.
Mi pulsera vuelve a vibrar. Es ella, una vez más. Ahora sí que no estoy de humor. Leo el sms que me manda.

Sms Megan: Siento haberte molestado antes, no era mi intención.

No puedo contestar, no me da la cabeza para decir nada. Cómo un cordero que va al matadero me levanto y me dirijo hacia donde se me solicita.
Es la sala de reuniones de la quinta planta. Está vacía, desprovista de cualquier cosa que alegre la vista. Sobria y recia, como preparada para anunciar los peores augurios inimaginables. Desde luego que si querían un ambiente idóneo para despedir, esta sala es perfecta.
La secretaria de la planta me ha llevado hasta aquí, me ha dicho que espere, que en breves minutos me atenderán. No me ha dicho quien y yo no he querido preguntar. En estos casos la curiosidad no es la mejor compañera. Me he sentado en un extremo de la larga mesa que hay en el centro de la sala, y ahí estoy, nervioso esperando.
Al momento se abre la puerta, es él, el hueso, el jefe de recursos humanos. Si en la fotografía inspiraba miedo en la realidad aún más. Es un hombre mayor, trajeado, de tez pálida y piel castigada por el paso de los años. En su expresión no existe ni un ápice de cordialidad. Se muestra serio y me saluda como si de un pésame se tratase. Yo intento contestar cordialmente. Pero no, mis nervios no me dejan más que sacar un triste alarido en forma de hola. Se sienta al otro extremo de la mesa. Porta unos documentos que deposita frente a él. Los abre. Sin prisa. Con pausa. Con la parsimonia de alguien que está aburrido de hacer esto una y otra vez. Los en repetidas ocasiones leyendo cada una de sus primeras líneas. Yo estoy nervioso, no se que hacer con mis manos. Siempre me pasa lo mismo. ¿Las pongo sobre la mesa? ¿Las pongo sobre mis rodillas? ¡Joder! Que dilema. Siempre el mismo problema.
Me mira y yo le miro. Vuelve a desviar su mirada hacia los papeles. ¿Qué serán? Me pongo aún más nervioso si cabe a cada segundo que pasa.
El picaporte de la puerta suena de nuevo. Esta se abre y aparece ella… Megan. No se por qué pero el cuerpo me descansa. No entiendo nada pero me da igual. Solo la presencia de esa preciosa mujer en este momento tan tenso hace que por una vez sea bienvenida. Me mira y se sonríe. Lleva un elegante traje de chaqueta de color crema y unos tacones de infarto. Tiene el pelo recogido con uno de esos peinados japoneses que atraviesan los cabellos con un par de palitos. Que sexy esta con el, pienso para mí.

- Buenas tardes. – Nos saluda con simpatía.

- Buenas tardes señorita Megan. – Le contesta el hueso como si de un lacayo se tratase.

Yo apenas puedo hablar. Sigo en estado de shock y la contesto haciendo un simple gesto con la mano. Mi cabeza no da para más en estos momentos.

- Yo me ocupo señor Gregorio. – Le indica con seriedad.

Sin rechistar, accede a la petición de Megan y se marcha dejando los papeles sobre la mesa. Yo respiro aliviado y debe de notarlo, porque Megan me mira mientras se sienta y se sonríe.

- Megan, ¿qué hago aquí? – Le pregunto con un tono más relajado.

- Como no me querías atender la llamada, he tenido que llamar a los duendes y como aún así no me hacías caso pues… - Me contesta con tono burlón.

Yo no salgo de mi asombro. No se que está pasando, pero estoy alucinando. No puedo imaginar que ella tenga algo que ver con la desconexión de mi ordenador. Pero procuro quedarme callado y esperar a que Megan hable. Esta se suelta el pelo, quitándose los palillos y dejando su melena al aire. Ahora sí que está realmente sexy. Me viene a la mente la escena de anoche, ella completamente desnuda. Descargas de pasión recorren todo mi cuerpo.

- Como sabrás ya, se están analizando todos los Curriculum de los empleados que hay en la empresa que acabamos de adquirir, la tuya. Y si eres un poco suspicaz, habrás podido imaginar que no todos podrán disfrutar de seguir trabajando para nosotros.

Me mira y me lo cuenta seriamente al tiempo que lo adorna todo con una sonrisa de medio lado. Un gesto contradictorio con su discurso y que provocaría la crispación de cualquiera. Prosigue hablando y explicándome todo.

- Estamos analizando a cada uno de vosotros para aislar los casos que precisan reciclaje y los que necesitan una recalificación profesional.

Mira los papeles de vez en cuando mientras habla. Al igual que lo hacía aquella tarde en la entrevista personal que tuvimos. Yo ya estoy cansado de tantas tonterías laborales y la contesto serio y tajante.

- Mira Megan, me parece muy bien que hagáis lo que tengáis que hacer. Pero sinceramente… A estas alturas a mí ya me da igual. Solo, y si me aceptas un consejo, os recomendaría que fuerais claros con la gente y que intentarais así frenar los cotilleos de pasillo. Sabes que la falta de información no fomenta un entorno laboral sano. – Le contesto de manera muy formal.

- Lo se. Y creo que tienes razón. Como ya te comenté cuando hablamos, no se que haces aún en ese puesto de trabajo. Creo firmemente que tienes aptitudes para avanzar un paso más.

- Me gusta mi trabajo y me gusta lo que hago, eso es todo. Por cierto Megan… ¿Quién eres?

Megan se ríe levemente pero sin disimulo alguno y a continuación mantiene un pequeño silencio antes de contestarme.

- Roberto… - Me nombra mirándome fijamente a los ojos. – Soy tu jefa. Y no imaginaba que aún no lo supieras.

Mi sangre se ha convertido en hielo. Toda esa sensualidad que hacía que la sangre de mis venas fluyera como lava hirviendo, se acaba de convertir en un torrente de puro hielo. Los pelos se me erizan y apenas puedo hacer que la saliva me pase por el nudo que se me ha creado en la garganta. Ahora sí que estoy en la calle. Y si no lo estoy, me iré yo.
Nunca me ha gustado parecerme a uno de esos trepas que acaban liándose con sus jefes para conseguir un ascenso o simplemente para mantener el equilibrio en la cuerda. Yo esas cosas siempre las he detestado. Y sentir ahora que soy el juguete de la jefa, no entra ni en mi filosofía laboral ni en mi ética personal. Me quedo callado, no se que decir. Bueno, sí lo se, pero no se si decirlo.

- No se que decirte Megan. – Le contesto como puedo.

- Tranquilo, estoy acostumbrada a provocar silencios en los hombres. No te preocupes. – Me contesta tranquila y sonriente.

- Bueno en realidad. Sí se que decirte.

¿¡Pero que haces insensato!? ¿Acaso quieres que nos despidan? Pienso para mí mismo. Ella queda esperando mis palabras. Y yo, como imbécil que soy en estas ocasiones, no la hago esperar demasiado. Seguro que me arrepiento.

- Mira Megan, yo tengo muy claro lo que quiero en este trabajo y lo que no quiero. No necesito de nadie para conseguir mis metas y así me gustaría que siguiera siendo. Para bien o para mal. El hecho de que nos hayamos conocido y que sintamos atracción el uno por el otro, no me gustaría que sirviera para que de alguna manera se potenciara mi carrera profesional. – Le expongo muy seriamente.

- ¿Sientes atracción por mí, Roberto? - Me pregunta en tono pícaro.

Dicen que quien calla otorga. Y yo, no voy a contestar a la pregunta que me ha hecho. Ella me mira, como analizándome. Observa cada centímetro de mi cuerpo. Como en busca de alguna expresión o gesto que me delate. Yo me mantengo inmóvil e impasible. Hasta que finalmente es ella la que rompe el silencio.

- Por eso no has de preocuparte. Yo no hago favores a nadie, por muy bonito que sea. – Me contesta casi con un tono molesto. – Bueno y cambiando a otro tema, tengo planes para este sábado y me gustaría que te apuntaras a ellos. Como ya te dije, esta vez voy a ser muy clara. No quiero que haya ni secretos ni malos entendidos. – Me cuenta seria.

Decirle sin tapujos lo que pienso ha sido una apuesta de riesgo. Pero sin lugar a dudas, creo que salí victorioso. Saber que mi futuro laboral solo depende de mí, me reconforta.

- De acuerdo, ¿Cuáles son esos planes? - Le pregunto mostrando curiosidad.

Ella me mira, se sonríe y me contesta sin hacerme esperar.

- Este sábado por la noche hay una fiesta exclusiva en el Swinger Club Vip. He quedado con una amiga que irá con su pareja.

La corto de inmediato. Me sorprende que quiera eso de mí. Está jugando de nuevo y como ya decidí, seré suyo solo cuando yo quiera. No quiero volver a sentirme como su pelele otra vez. Creo que se lo dejé claro el otro día. ¿¡De que va esta tía!?

- Megan, yo no…

Ahora es ella quién me corta.

- Sé lo que estás pensando y no has de preocuparte. Me dejaste bien claro el otro día que no querías nada conmigo. Como habrás podido imaginar, es un club de intercambio de parejas. Yo solo quiero que vayas como mi pareja y que nos intercambiemos. Solo te pido eso y te lo pido como un favor profesional. Tú acabarás con la chica y yo con el chico. Él es un inversor muy importante que maneja la línea de productos que nuestra empresa ha comenzado a comercializar. Son negocios Roberto, solo eso… Negocios.

Me mantengo callado. No se que decir ni que hacer. La idea no me gusta, pero a la vez me produce curiosidad. Nunca he ido a un sitio de este tipo. Así, exclusivo y para gente adinerada que se aburren de si mismos y no saben que hacer para llenar sus vidas huecas. Se que me sentiré fuera de lugar y que probablemente algo salga mal. Pero creo que iré.

- Venga Roberto, no te lo pienses tanto. Prometo que sabré recompensarte. – Me ruega con insistencia.

No esperaba que Megan se rebajara a rogarme. En realidad se la ve frágil, dando la sensación de que ciertamente necesita mi ayuda.

- Está bien, iré. Pero no necesito que me recompenses de ninguna manera. No quiero nada de eso. - Le contesto serio y tajante.

- De acuerdo, como quieras. A las nueve irá un coche a recogerte a casa.

Me levanto y me quedo inmóvil por un instante. No se que hacer ni que decir. Megan se levanta y se acerca a mi. Me acaricia la mejilla y me da las gracias. Yo con un simple de nada me marcho de allí. Distraído, como en shock por todo lo vivido. Aún necesito más minutos de este día para poder asimilarlo.

CONTINUARA.

viernes, 8 de junio de 2018

LIBÉRAME O DÉJAME PENSAR. PARTE 6


LIBÉRAME O DÉJAME PENSAR     PARTE 6


Aquí me hallo, frente a la puerta del lugar. Miro el reloj, las doce y veinte marcan sus manetas. He puesto patas arriba mi armario para sacar uno de esos trajes que tenía guardados desde hace tiempo. Por suerte me vale. Creo que es la ropa correcta para esta cita, camisa blanca y traje negro. En realidad he estado tentado de venir algo más informal, pues yo no estoy acostumbrado a esta ropa, no me siento cómodo y no me hace sentir que soy yo. Por no decir que una vez entremos… Toalla o albornoz. Pero bueno, da igual, este soy yo ahora mismo y así quiero que me vea.
Sigo enfadado. En mi mente solo se dibuja ella con su mirada burlona y su manera de querer ganar la partida.
Me mantengo inmóvil frente a la puerta, controlando así la situación e intentando no mostrar impaciencia alguna. Si viene, que venga, si no, a lo mejor hasta entro solo. Después de todo no creo que me haga daño entrar ¿no?... Lo cierto es que sí. Este lugar aflora el recuerdo del dolor que viví cuando vine con Mónica.
Miro el reloj de nuevo, la una menos veinte. Se ha rajado, estoy seguro, lo sabía. Es todo fachada y le gusta jugar, pero cuando el juego pasa a mayores ya es otro cantar. Conozco a este tipo de personas, gente segura cuando hablan, pero débiles y temerosos con sus actos. Me lo imaginaba, he ganado y me marcho.
El rugido exagerado del motor de un coche hace que detenga repentinamente mis pasos. Miro hacia la calzada y veo un Porsche imponente con las ventanillas tintadas de negro. Se ha detenido a mi altura y quema gasolina con sus acelerones. La ventanilla del conductor baja, a su ritmo, lentamente y con ese zumbido tan característico. Es ella, doña entrevista conduce ese cochazo y me observa desde su interior. Se la ve muy guapa y muy sexy. Lleva los labios dibujados en un carmín rojo intenso que hace resaltar su sonrisa.

- ¿Subes? – Me indica con simpatía.

- Preferiría que entráramos, es lo que yo te propuse.

Me muestro serio y enfadado, que venga aquí a cambiar mis planes me enfurece.

- Venga, no seas así. Hoy no me apetece entrar, tengo otros planes para nosotros. Sube. - me indica con gestos.

Me giro y prosigo andando sin decir nada.

- Venga Roberto, vamos a divertirnos.

Detengo mis pasos. Me lo pienso y decido hacer eso. Divertirme.

- De acuerdo, voy a por mi coche y te sigo.

- Si no te importa preferiría que fuéramos en el mío. No soy muy hábil al volante y me sentiría más cómoda si no tuviera que estar pendiente de que me sigas.

Finalmente accedo, no quiero que caiga sobre mi conciencia ningún tipo de accidente. Me monto en el Porsche y me abrocho el cinturón. El coche es casi más increíble por dentro que por fuera. Yo no es que sea un enamorado del mundo del motor, pero hay que reconocer que es precioso. Tiene la tapicería de cuero negro y los acabados son excepcionales. El salpicadero tiene una gran pantalla con lo que parece un GPS y muchos indicadores del vehículo, el cambio, aunque pensaba habérmelo encontrado automático, es manual.

- Gracias. – Me indica sonriente.

Yo ni la contesto, estoy furioso, solo la miro seriamente para que sepa que estoy molesto. Hoy viene muy recatada, con una especie abrigo negro y largo hasta los pies. La verdad, no se como puede conducir con eso puesto. Con rebeldía, inicia la marcha de manera rápida y brusca. Conduce como una especialista, maneja el cambio de marchas como si ella misma lo hubiera inventado. Ahora sé por qué son marchas manuales, no cabe duda de que el cambio automático la aburriría. Disfruta de la conducción y corre por las calles como si hubiéramos robado un banco. De nuevo pienso que me ha engañado. Que soy un imbécil, un pelele entre sus brazos. ¿Qué no era muy hábil al volante?... ¡Ja!
La mayor parte del trayecto la hacemos en silencio. Ella está concentrada en la conducción y yo no hago más que pensar en el engaño en el que he caído.

- ¿Dónde vamos? – La pregunto serio y curioso.

- Es una sorpresa. - Me contesta sonriendo. - Si te lo digo, dejará de serlo.

- No me gustan las sorpresas. – Refunfuño.

- Venga, anda. No seas gruñón. Te gustará, te lo aseguro.

Me irrita la situación. No hay ni un ápice de excitación en mi mente ahora mismo. Ella me mira, pero no dice nada más, solo sonríe. Sigue jugando conmigo y al contrario que a mí, la situación le resulta excitante.

- ¿Cómo te llamas? ¿O eso también es una sorpresa?

La mujer se sonríe de nuevo con disimulo.

- Es verdad, que no nos hemos presentado. Me llamo Megan, encantada.

A pesar de que conduce a mil por hora no duda en extenderme la mano para que se la estreche. Yo correspondo su saludo, pero en silencio.
No tardamos mucho en llegar donde ella ha decidido por mí. Parece un gran hotel. Es un edificio majestuoso y de corte antiguo que parece que en algún momento fue reconvertido en un hotel de lujo. En la puerta hay uno de esos porteros de película que siempre guardan una sonrisa hipócrita para cada uno de sus huéspedes. No tarda ni dos segundos en acercarse a nosotros y regalarnos la nuestra. Nos bajamos del coche y el portero nos saluda. Megan le entrega las llaves del coche.
Subimos las escaleras de la entrada y se introduce en el hotel. Yo la sigo cual perrito faldero. Este no es mi habitad natural y me encuentro incómodo y fuera de lugar. Siempre he visto este tipo de hoteles en las películas y siempre he imaginado cómo sería andar por aquí. Hoy lo estoy descubriendo por mí mismo, pero no me resulta tan atractivo como en mi imaginación. Estamos en el Hall principal, es enorme y está lleno de lujos. Ahora mismo no hay demasiadas personas, pero las pocas que veo son muy estiradas y me miran por encima del hombro.
No tardamos en llegar al ascensor, no sin antes recibir el saludo del recepcionista, del botones y el de una mujer mayor que salía del mismo. Subimos hasta la última planta. Con cada piso subido, me siento aún más nervioso, pero lo disimulo bien, no quiero que Megan me lo note. Por fin, las puertas se abren.

- ¿Qué hacemos aquí? – Le pregunto serio, mostrándole mi malestar. - No entiendo nada.

Ella me mira y con delicadeza y sensualidad acaricia mi mejilla. No dice nada, solo agarra mi mano y tira de ella para guiarme por el largo pasillo que se extiende ante nosotros. Este está decorado con paredes aterciopeladas, algún que otro mueble de corte antiguo, jarrones y varios cuadros. Todo parece caro y excéntrico, no cabe duda de que yo no habría venido aquí nunca. Este tipo de lujos no van conmigo, por no decir que no me los podría permitir.
Llegamos a la puerta de lo que parece ser la habitación de Megan. Saca una llave con forma de tarjeta de crédito y abre la puerta con tan solo pasarla por delante de una especie de lector. Desde el recibidor de la habitación se puede ver un amplio salón con todo lujo de detalles. Está decorado con mimo y buen gusto, sus muebles parecen también de corte antiguo, pero lo que más llama mi atención, es su gran amplitud. Madre mía, es casi tan grande como mi estudio. Al fondo del mismo se puede ver una gran terraza desde donde sospecho que habrá unas vistas preciosas. Megan me invita a pasar y yo acepto. Me lleva hasta la habitación que hay a la izquierda del salón y puedo comprobar que también es increíble. Casi tan grande como el propio salón y con una enorme cama en el centro. Toda está iluminado con la luz que se filtra a través de un ventanal. No enciende la luz artificial, supongo que no querrá romper está atmósfera intima. Una cómoda a los pies y una silla en una de las esquinas son el resto de muebles que hay. Me lleva de la mano hasta los pies de la cama y me mira sensualmente sin decir nada. Yo intento hablar, pero ella me hace callar colocando su dedo índice en mis labios. Me pide silencio y paciencia. Al momento su móvil suena. Lo saca de su bolsillo y mira su pantalla. Es un mensaje de texto que apenas me da tiempo a leer.

- Espera un momento. – Me pide con una sonrisa.

Se marcha de la habitación y yo me sigo sintiendo incómodo. No entiendo nada de lo que está ocurriendo ni intuyo nada de lo que está por suceder. Pero la curiosidad hace que me quede. Cotilleo un poco la habitación intentando calmar mis nervios. Por lo que puedo ver, este no es el lugar donde vive. No hay nada suyo, ni ropa, ni productos de maquillaje ni nada de nada. El baño parece impoluto, es como si nadie lo hubiera usado en todo el día.
Me quito la chaqueta y la dejo sobre el respaldo de la silla. Me desabrocho los puños y varios botones. Me dirijo hacia el ventanal y disfruto durante unos minutos de las maravillosas vistas de Madrid. Desde aquí se puede ver la majestuosidad y belleza del Palacio Real. Su impresionante iluminación me sosiega e hipnotiza por un instante. Lo cierto es que desde esta habitación todo se ve con otros ojos ¿Quién no querría vivir en un sitio así? ¿Quién es Megan para poder permitirse un lugar como este? Sin duda, tengo que averiguarlo.
La puerta de la habitación se abre. Tras ella se encuentra Megan acompañada de una hermosa chica. Es una muchacha delgada y muy joven, unos 21 años diría yo. Por la expresión de su rostro se puede observar que es tímida y que ahora mismo pasa vergüenza. Tiene el pelo moreno y lleva una trenza a un lado como la que se tejió Megan la noche que nos conocimos. Viste como única prenda un delicado picardías de encaje negro y marrón. Yo no se como reaccionar, mi cara en estos momentos tiene que ser un poema. Megan sin pudor alguno me dice:

- Quiero que te la folles. - Me pide con decisión.

Estoy perplejo ante la situación. Miro a Megan con expresión confusa.

- ¿¡Qué!? Espera un momento. ¿Estarás de broma no? – Contesto sorprendido.

- No, te lo pido totalmente en serio. Necesito que te la folles.

- Mira Megan, esto no es lo que yo había pensado para nuestra primera cita. No soy un hombre de ir por ahí tirándome a todo lo que se mueve.

Comienzo a recoger mi chaqueta para marcharme del lugar. Está claro que sigue jugando conmigo y por lo que veo, apuesta fuerte. Pero no… Ni mucho menos voy a caer en su juego. Esta noche yo me quedo en mi casita y ella que se lo monte por su cuenta. Porque de mí no va a catar ni un centímetro. Lo prometo.
Cuando estoy a punto de iniciar mis pasos fuera de la habitación, Megan me lanza un nuevo envite.

- ¿Te marchas? ¿qué pasa? ¿otro riesgo que no estás dispuesto a asumir? Tal y como pensaba, las personas no se te dan bien. – Me lo suelta así, con mucha prepotencia.

Detengo mis pasos y la dedico una mirada asesina. Me llena de crispación, pero en el fondo, me atrae su juego. Nunca he querido hacer el amor a nadie que no lo quisiera, para mí, mantener esa integridad es importante. Miro a la chica y noto que aunque probablemente obedezca las órdenes de Megan, en el fondo percibo el deseo en su manera de mirarme.
Miro de nuevo a Megan y pienso. ¿Quieres jugar? Pues vamos a jugar.
Me giro hacia la silla y vuelvo a depositar la chaqueta en su respaldo. Tranquilo, sin prisas, en silencio. Miro a la chica y ella me mira, se la ve sumisa, sin iniciativa alguna, con una candidez tan aplastante que incluso me da pena. Pero sabe perfectamente para que está aquí. Busco en mi móvil hasta localizar una de mis canciones favoritas. Se que nos ayudará y hará que me sienta mejor haciendo las cosas como a mí me gustan. Los primeros acordes de Beautiful, del grupo Him, comienzan a inundar toda la habitación. Dejo el móvil en la mesita de noche y me dirijo hacia la joven. La miro a los ojos y avergonzada, agacha la cabeza. Con delicadeza, levanto su cara empujando su barbilla hacia arriba con mis dedos. Nos miramos y la intento tranquilizar.

- Tranquila, no va a pasar nada que tú no quieras. ¿De acuerdo? – Le susurro al oído.

Parece más tranquila y asiente. Con la otra mano acaricio con suavidad su rostro. Lo agradece, no cabe duda, cierra sus ojos y siente mis caricias. La beso suave, lenta y delicadamente. Ella corresponde mis besos y me hace notar como se estremece. Mis labios viajan con mimo desde su boca hasta su cuello y allí me deleito con el festín mientras miro a Megan. Está ahí, de pie, inerte, mirándonos con deseo en sus ojos. Quiero que lo vea, que sienta lo que no tiene y que desee estar en el lugar de esta chica, disfrutando de mis caricias.
Tan solo me basta escuchar un solo alarido de placer para saber que la joven está disfrutando. La miro, como si fuera mi más preciado tesoro y la cojo entre mis brazos. La llevo a la cama y la deposito suavemente sobre ella, con mimo y sin interrumpir el contacto visual con sus ojos. Mi erección está a punto, es visible y lo sabe. Me encanta notar la mirada de ellas sobre mi miembro, no puedo negarlo. Me desnudo poco a poco y mi pene queda expuesto ante ellas. Miro a Mega y capto su atención fija en mí, en mi miembro erecto. Se que lo desea, que se muere de ganas por ser poseída. Pero no… Será cuando yo quiera y como yo quiera.
La joven, tumbada boca arriba me obsequia con una vista preciosa. Su cuerpo solo está tapado por el hermoso picardías. La miro y un ardor recorre todo mi cuerpo. Desde aquí puedo ver que no lleva ropa interior alguna y que el rosado de su piel más íntima, me invita a darle más placer.
Me tumbo sobre ella y prosigo con mis besos húmedos y apasionados. Mis hábiles manos se deslizan por sus pechos. Los toco, están duros y sus pezones reflejan esas montañitas que tanto me gusta ver a través del encaje. Me recreo paseando por su redondez y terminando mi viaje en su sexo. Me encanta, está muy excitada y muy mojada. Muevo mis dedos recreando pequeños círculos. Su clítoris es el centro de mi deseo y yo dibujo soles y lunas a su alrededor. Megan no puede despegar su mirada de nosotros, lo sé, la veo. Parece disfrutar del espectáculo como si de una gran función se tratase. Y en cierto modo es la espectadora de la obra que interpreto para ella.
La muchacha se estremece y sin poder evitarlo suelta otro alarido de placer. Sé perfectamente lo que desea y lo que necesita. Su cuerpo me lo dice y yo se lo voy a dar.
Sin más dilación dirijo mi pene hacia su objetivo y tras alinearlo, lo introduzco en su vagina. Ella gime de placer y yo empujo con todo el cuidado del mundo. Lo último que quiero es hacerla daño. Poco a poco y con fuerza mi pene va profundizando en su interior. Ella se estremece al notarlo. Yo no puedo, no siento placer alguno, mi enfado no me lo permiten. No ceso de mirar a Megan, sé que la incomodo al tiempo que la excito. Ella se quita su abrigo y nos deleita con su cuerpo desnudo. No lleva nada debajo, así es ella, ya voy conociéndola. Planeado, todo planeado. Tiene un cuerpo precioso y si llego a saber que bajo el abrigo no había ropa, estoy seguro de que no se me habría escapado.
Poco a poco el ritmo de mis bombeos se va acompasando. Mientras, la muchacha aprieta mi espalda con fuerza. El sonido del placer se escucha por toda la habitación y con cada sonido me excito aún más. La piel de nuestros cuerpos choca, choca y choca. Megan no puede resistirse, se sienta en la silla y con descaro abre sus piernas para mostrarme su sexo. Yo no puedo hacer otra cosa que contemplarlo mientras hago disfrutar a la muchacha. Poco a poco y excitada por la situación, Megan comienza a tocarse. No paramos de mirarnos, somos cómplices del deseo que nos tenemos.
Un, dos, tres, cuatro... Pierdo la cuenta. Mis embestidas son cada vez más aceleradas y mis besos a duras penas consiguen apagar los gemidos de la joven. Poco a poco comienzo a sentir su orgasmo, gime, aprieta de nuevo mi espalda y se estremece hasta llegar al orgasmo. Un alarido de placer me lo indica. Yo no ceso en mis movimientos, sé que lo necesita, que si paro el ritmo de mis acometidas su éxtasis no será tan placentero como desea. Megan continua mirando, no puede más que mirar con excitación el orgasmo de aquella bella muchacha. La joven extingue su canto tembloroso y entrecortado. No cabe duda. Ha llegado a tan ansiado placer. Yo no recibo el mío, no me hace falta, no es lo que quiero. Solo deseo que Megan venga, que me busque, que busque su placer en mí al igual que la muchacha lo hizo. La miro, invitándola, como diciendo ven, ven a recibir lo que deseas. Ella me siente, lo sabe, capta mi señal y se levanta de la silla. Yo me levanto y dejo a la chica tumbada y extasiada. Mi pene está erecto, a punto para Megan y ella lo sabe, lo desea.
Sabe lo que puedo hacer y se que necesita sentirme dentro. Así me lo demuestra su mirada y su sexo empapado. Se acerca y me mira. Me intenta besar pero yo me aparto. No quiero sus besos, no quiero sus caricias, solo quiero vencer. Ha caído en mi trampa y este envite lo he ganado yo. Acaricio su mejilla, la miro a los ojos y la digo:

- Diez minutos no dan para mucho, Megan. Y yo no dispongo de más tiempo por hoy.

Así, serio, duro, tajante, pero con la sensación de no haber sido su pelele. Te he mostrado lo que soy y lo que te has perdido.
Sin decir más me visto y me marcho del lugar, como tantas veces hice antes, alejándome de aquella hermosa mujer... Megan.

CONTINUARA.