Entrada destacada

RELATO - Libérame o déjame pensar

Sumergido en la búsqueda de literatura erótica-romántica, me di cuenta de que las que contaban una buena historia y relataban hazañas sexua...

viernes, 8 de junio de 2018

LIBÉRAME O DÉJAME PENSAR. PARTE 6


LIBÉRAME O DÉJAME PENSAR     PARTE 6


Aquí me hallo, frente a la puerta del lugar. Miro el reloj, las doce y veinte marcan sus manetas. He puesto patas arriba mi armario para sacar uno de esos trajes que tenía guardados desde hace tiempo. Por suerte me vale. Creo que es la ropa correcta para esta cita, camisa blanca y traje negro. En realidad he estado tentado de venir algo más informal, pues yo no estoy acostumbrado a esta ropa, no me siento cómodo y no me hace sentir que soy yo. Por no decir que una vez entremos… Toalla o albornoz. Pero bueno, da igual, este soy yo ahora mismo y así quiero que me vea.
Sigo enfadado. En mi mente solo se dibuja ella con su mirada burlona y su manera de querer ganar la partida.
Me mantengo inmóvil frente a la puerta, controlando así la situación e intentando no mostrar impaciencia alguna. Si viene, que venga, si no, a lo mejor hasta entro solo. Después de todo no creo que me haga daño entrar ¿no?... Lo cierto es que sí. Este lugar aflora el recuerdo del dolor que viví cuando vine con Mónica.
Miro el reloj de nuevo, la una menos veinte. Se ha rajado, estoy seguro, lo sabía. Es todo fachada y le gusta jugar, pero cuando el juego pasa a mayores ya es otro cantar. Conozco a este tipo de personas, gente segura cuando hablan, pero débiles y temerosos con sus actos. Me lo imaginaba, he ganado y me marcho.
El rugido exagerado del motor de un coche hace que detenga repentinamente mis pasos. Miro hacia la calzada y veo un Porsche imponente con las ventanillas tintadas de negro. Se ha detenido a mi altura y quema gasolina con sus acelerones. La ventanilla del conductor baja, a su ritmo, lentamente y con ese zumbido tan característico. Es ella, doña entrevista conduce ese cochazo y me observa desde su interior. Se la ve muy guapa y muy sexy. Lleva los labios dibujados en un carmín rojo intenso que hace resaltar su sonrisa.

- ¿Subes? – Me indica con simpatía.

- Preferiría que entráramos, es lo que yo te propuse.

Me muestro serio y enfadado, que venga aquí a cambiar mis planes me enfurece.

- Venga, no seas así. Hoy no me apetece entrar, tengo otros planes para nosotros. Sube. - me indica con gestos.

Me giro y prosigo andando sin decir nada.

- Venga Roberto, vamos a divertirnos.

Detengo mis pasos. Me lo pienso y decido hacer eso. Divertirme.

- De acuerdo, voy a por mi coche y te sigo.

- Si no te importa preferiría que fuéramos en el mío. No soy muy hábil al volante y me sentiría más cómoda si no tuviera que estar pendiente de que me sigas.

Finalmente accedo, no quiero que caiga sobre mi conciencia ningún tipo de accidente. Me monto en el Porsche y me abrocho el cinturón. El coche es casi más increíble por dentro que por fuera. Yo no es que sea un enamorado del mundo del motor, pero hay que reconocer que es precioso. Tiene la tapicería de cuero negro y los acabados son excepcionales. El salpicadero tiene una gran pantalla con lo que parece un GPS y muchos indicadores del vehículo, el cambio, aunque pensaba habérmelo encontrado automático, es manual.

- Gracias. – Me indica sonriente.

Yo ni la contesto, estoy furioso, solo la miro seriamente para que sepa que estoy molesto. Hoy viene muy recatada, con una especie abrigo negro y largo hasta los pies. La verdad, no se como puede conducir con eso puesto. Con rebeldía, inicia la marcha de manera rápida y brusca. Conduce como una especialista, maneja el cambio de marchas como si ella misma lo hubiera inventado. Ahora sé por qué son marchas manuales, no cabe duda de que el cambio automático la aburriría. Disfruta de la conducción y corre por las calles como si hubiéramos robado un banco. De nuevo pienso que me ha engañado. Que soy un imbécil, un pelele entre sus brazos. ¿Qué no era muy hábil al volante?... ¡Ja!
La mayor parte del trayecto la hacemos en silencio. Ella está concentrada en la conducción y yo no hago más que pensar en el engaño en el que he caído.

- ¿Dónde vamos? – La pregunto serio y curioso.

- Es una sorpresa. - Me contesta sonriendo. - Si te lo digo, dejará de serlo.

- No me gustan las sorpresas. – Refunfuño.

- Venga, anda. No seas gruñón. Te gustará, te lo aseguro.

Me irrita la situación. No hay ni un ápice de excitación en mi mente ahora mismo. Ella me mira, pero no dice nada más, solo sonríe. Sigue jugando conmigo y al contrario que a mí, la situación le resulta excitante.

- ¿Cómo te llamas? ¿O eso también es una sorpresa?

La mujer se sonríe de nuevo con disimulo.

- Es verdad, que no nos hemos presentado. Me llamo Megan, encantada.

A pesar de que conduce a mil por hora no duda en extenderme la mano para que se la estreche. Yo correspondo su saludo, pero en silencio.
No tardamos mucho en llegar donde ella ha decidido por mí. Parece un gran hotel. Es un edificio majestuoso y de corte antiguo que parece que en algún momento fue reconvertido en un hotel de lujo. En la puerta hay uno de esos porteros de película que siempre guardan una sonrisa hipócrita para cada uno de sus huéspedes. No tarda ni dos segundos en acercarse a nosotros y regalarnos la nuestra. Nos bajamos del coche y el portero nos saluda. Megan le entrega las llaves del coche.
Subimos las escaleras de la entrada y se introduce en el hotel. Yo la sigo cual perrito faldero. Este no es mi habitad natural y me encuentro incómodo y fuera de lugar. Siempre he visto este tipo de hoteles en las películas y siempre he imaginado cómo sería andar por aquí. Hoy lo estoy descubriendo por mí mismo, pero no me resulta tan atractivo como en mi imaginación. Estamos en el Hall principal, es enorme y está lleno de lujos. Ahora mismo no hay demasiadas personas, pero las pocas que veo son muy estiradas y me miran por encima del hombro.
No tardamos en llegar al ascensor, no sin antes recibir el saludo del recepcionista, del botones y el de una mujer mayor que salía del mismo. Subimos hasta la última planta. Con cada piso subido, me siento aún más nervioso, pero lo disimulo bien, no quiero que Megan me lo note. Por fin, las puertas se abren.

- ¿Qué hacemos aquí? – Le pregunto serio, mostrándole mi malestar. - No entiendo nada.

Ella me mira y con delicadeza y sensualidad acaricia mi mejilla. No dice nada, solo agarra mi mano y tira de ella para guiarme por el largo pasillo que se extiende ante nosotros. Este está decorado con paredes aterciopeladas, algún que otro mueble de corte antiguo, jarrones y varios cuadros. Todo parece caro y excéntrico, no cabe duda de que yo no habría venido aquí nunca. Este tipo de lujos no van conmigo, por no decir que no me los podría permitir.
Llegamos a la puerta de lo que parece ser la habitación de Megan. Saca una llave con forma de tarjeta de crédito y abre la puerta con tan solo pasarla por delante de una especie de lector. Desde el recibidor de la habitación se puede ver un amplio salón con todo lujo de detalles. Está decorado con mimo y buen gusto, sus muebles parecen también de corte antiguo, pero lo que más llama mi atención, es su gran amplitud. Madre mía, es casi tan grande como mi estudio. Al fondo del mismo se puede ver una gran terraza desde donde sospecho que habrá unas vistas preciosas. Megan me invita a pasar y yo acepto. Me lleva hasta la habitación que hay a la izquierda del salón y puedo comprobar que también es increíble. Casi tan grande como el propio salón y con una enorme cama en el centro. Toda está iluminado con la luz que se filtra a través de un ventanal. No enciende la luz artificial, supongo que no querrá romper está atmósfera intima. Una cómoda a los pies y una silla en una de las esquinas son el resto de muebles que hay. Me lleva de la mano hasta los pies de la cama y me mira sensualmente sin decir nada. Yo intento hablar, pero ella me hace callar colocando su dedo índice en mis labios. Me pide silencio y paciencia. Al momento su móvil suena. Lo saca de su bolsillo y mira su pantalla. Es un mensaje de texto que apenas me da tiempo a leer.

- Espera un momento. – Me pide con una sonrisa.

Se marcha de la habitación y yo me sigo sintiendo incómodo. No entiendo nada de lo que está ocurriendo ni intuyo nada de lo que está por suceder. Pero la curiosidad hace que me quede. Cotilleo un poco la habitación intentando calmar mis nervios. Por lo que puedo ver, este no es el lugar donde vive. No hay nada suyo, ni ropa, ni productos de maquillaje ni nada de nada. El baño parece impoluto, es como si nadie lo hubiera usado en todo el día.
Me quito la chaqueta y la dejo sobre el respaldo de la silla. Me desabrocho los puños y varios botones. Me dirijo hacia el ventanal y disfruto durante unos minutos de las maravillosas vistas de Madrid. Desde aquí se puede ver la majestuosidad y belleza del Palacio Real. Su impresionante iluminación me sosiega e hipnotiza por un instante. Lo cierto es que desde esta habitación todo se ve con otros ojos ¿Quién no querría vivir en un sitio así? ¿Quién es Megan para poder permitirse un lugar como este? Sin duda, tengo que averiguarlo.
La puerta de la habitación se abre. Tras ella se encuentra Megan acompañada de una hermosa chica. Es una muchacha delgada y muy joven, unos 21 años diría yo. Por la expresión de su rostro se puede observar que es tímida y que ahora mismo pasa vergüenza. Tiene el pelo moreno y lleva una trenza a un lado como la que se tejió Megan la noche que nos conocimos. Viste como única prenda un delicado picardías de encaje negro y marrón. Yo no se como reaccionar, mi cara en estos momentos tiene que ser un poema. Megan sin pudor alguno me dice:

- Quiero que te la folles. - Me pide con decisión.

Estoy perplejo ante la situación. Miro a Megan con expresión confusa.

- ¿¡Qué!? Espera un momento. ¿Estarás de broma no? – Contesto sorprendido.

- No, te lo pido totalmente en serio. Necesito que te la folles.

- Mira Megan, esto no es lo que yo había pensado para nuestra primera cita. No soy un hombre de ir por ahí tirándome a todo lo que se mueve.

Comienzo a recoger mi chaqueta para marcharme del lugar. Está claro que sigue jugando conmigo y por lo que veo, apuesta fuerte. Pero no… Ni mucho menos voy a caer en su juego. Esta noche yo me quedo en mi casita y ella que se lo monte por su cuenta. Porque de mí no va a catar ni un centímetro. Lo prometo.
Cuando estoy a punto de iniciar mis pasos fuera de la habitación, Megan me lanza un nuevo envite.

- ¿Te marchas? ¿qué pasa? ¿otro riesgo que no estás dispuesto a asumir? Tal y como pensaba, las personas no se te dan bien. – Me lo suelta así, con mucha prepotencia.

Detengo mis pasos y la dedico una mirada asesina. Me llena de crispación, pero en el fondo, me atrae su juego. Nunca he querido hacer el amor a nadie que no lo quisiera, para mí, mantener esa integridad es importante. Miro a la chica y noto que aunque probablemente obedezca las órdenes de Megan, en el fondo percibo el deseo en su manera de mirarme.
Miro de nuevo a Megan y pienso. ¿Quieres jugar? Pues vamos a jugar.
Me giro hacia la silla y vuelvo a depositar la chaqueta en su respaldo. Tranquilo, sin prisas, en silencio. Miro a la chica y ella me mira, se la ve sumisa, sin iniciativa alguna, con una candidez tan aplastante que incluso me da pena. Pero sabe perfectamente para que está aquí. Busco en mi móvil hasta localizar una de mis canciones favoritas. Se que nos ayudará y hará que me sienta mejor haciendo las cosas como a mí me gustan. Los primeros acordes de Beautiful, del grupo Him, comienzan a inundar toda la habitación. Dejo el móvil en la mesita de noche y me dirijo hacia la joven. La miro a los ojos y avergonzada, agacha la cabeza. Con delicadeza, levanto su cara empujando su barbilla hacia arriba con mis dedos. Nos miramos y la intento tranquilizar.

- Tranquila, no va a pasar nada que tú no quieras. ¿De acuerdo? – Le susurro al oído.

Parece más tranquila y asiente. Con la otra mano acaricio con suavidad su rostro. Lo agradece, no cabe duda, cierra sus ojos y siente mis caricias. La beso suave, lenta y delicadamente. Ella corresponde mis besos y me hace notar como se estremece. Mis labios viajan con mimo desde su boca hasta su cuello y allí me deleito con el festín mientras miro a Megan. Está ahí, de pie, inerte, mirándonos con deseo en sus ojos. Quiero que lo vea, que sienta lo que no tiene y que desee estar en el lugar de esta chica, disfrutando de mis caricias.
Tan solo me basta escuchar un solo alarido de placer para saber que la joven está disfrutando. La miro, como si fuera mi más preciado tesoro y la cojo entre mis brazos. La llevo a la cama y la deposito suavemente sobre ella, con mimo y sin interrumpir el contacto visual con sus ojos. Mi erección está a punto, es visible y lo sabe. Me encanta notar la mirada de ellas sobre mi miembro, no puedo negarlo. Me desnudo poco a poco y mi pene queda expuesto ante ellas. Miro a Mega y capto su atención fija en mí, en mi miembro erecto. Se que lo desea, que se muere de ganas por ser poseída. Pero no… Será cuando yo quiera y como yo quiera.
La joven, tumbada boca arriba me obsequia con una vista preciosa. Su cuerpo solo está tapado por el hermoso picardías. La miro y un ardor recorre todo mi cuerpo. Desde aquí puedo ver que no lleva ropa interior alguna y que el rosado de su piel más íntima, me invita a darle más placer.
Me tumbo sobre ella y prosigo con mis besos húmedos y apasionados. Mis hábiles manos se deslizan por sus pechos. Los toco, están duros y sus pezones reflejan esas montañitas que tanto me gusta ver a través del encaje. Me recreo paseando por su redondez y terminando mi viaje en su sexo. Me encanta, está muy excitada y muy mojada. Muevo mis dedos recreando pequeños círculos. Su clítoris es el centro de mi deseo y yo dibujo soles y lunas a su alrededor. Megan no puede despegar su mirada de nosotros, lo sé, la veo. Parece disfrutar del espectáculo como si de una gran función se tratase. Y en cierto modo es la espectadora de la obra que interpreto para ella.
La muchacha se estremece y sin poder evitarlo suelta otro alarido de placer. Sé perfectamente lo que desea y lo que necesita. Su cuerpo me lo dice y yo se lo voy a dar.
Sin más dilación dirijo mi pene hacia su objetivo y tras alinearlo, lo introduzco en su vagina. Ella gime de placer y yo empujo con todo el cuidado del mundo. Lo último que quiero es hacerla daño. Poco a poco y con fuerza mi pene va profundizando en su interior. Ella se estremece al notarlo. Yo no puedo, no siento placer alguno, mi enfado no me lo permiten. No ceso de mirar a Megan, sé que la incomodo al tiempo que la excito. Ella se quita su abrigo y nos deleita con su cuerpo desnudo. No lleva nada debajo, así es ella, ya voy conociéndola. Planeado, todo planeado. Tiene un cuerpo precioso y si llego a saber que bajo el abrigo no había ropa, estoy seguro de que no se me habría escapado.
Poco a poco el ritmo de mis bombeos se va acompasando. Mientras, la muchacha aprieta mi espalda con fuerza. El sonido del placer se escucha por toda la habitación y con cada sonido me excito aún más. La piel de nuestros cuerpos choca, choca y choca. Megan no puede resistirse, se sienta en la silla y con descaro abre sus piernas para mostrarme su sexo. Yo no puedo hacer otra cosa que contemplarlo mientras hago disfrutar a la muchacha. Poco a poco y excitada por la situación, Megan comienza a tocarse. No paramos de mirarnos, somos cómplices del deseo que nos tenemos.
Un, dos, tres, cuatro... Pierdo la cuenta. Mis embestidas son cada vez más aceleradas y mis besos a duras penas consiguen apagar los gemidos de la joven. Poco a poco comienzo a sentir su orgasmo, gime, aprieta de nuevo mi espalda y se estremece hasta llegar al orgasmo. Un alarido de placer me lo indica. Yo no ceso en mis movimientos, sé que lo necesita, que si paro el ritmo de mis acometidas su éxtasis no será tan placentero como desea. Megan continua mirando, no puede más que mirar con excitación el orgasmo de aquella bella muchacha. La joven extingue su canto tembloroso y entrecortado. No cabe duda. Ha llegado a tan ansiado placer. Yo no recibo el mío, no me hace falta, no es lo que quiero. Solo deseo que Megan venga, que me busque, que busque su placer en mí al igual que la muchacha lo hizo. La miro, invitándola, como diciendo ven, ven a recibir lo que deseas. Ella me siente, lo sabe, capta mi señal y se levanta de la silla. Yo me levanto y dejo a la chica tumbada y extasiada. Mi pene está erecto, a punto para Megan y ella lo sabe, lo desea.
Sabe lo que puedo hacer y se que necesita sentirme dentro. Así me lo demuestra su mirada y su sexo empapado. Se acerca y me mira. Me intenta besar pero yo me aparto. No quiero sus besos, no quiero sus caricias, solo quiero vencer. Ha caído en mi trampa y este envite lo he ganado yo. Acaricio su mejilla, la miro a los ojos y la digo:

- Diez minutos no dan para mucho, Megan. Y yo no dispongo de más tiempo por hoy.

Así, serio, duro, tajante, pero con la sensación de no haber sido su pelele. Te he mostrado lo que soy y lo que te has perdido.
Sin decir más me visto y me marcho del lugar, como tantas veces hice antes, alejándome de aquella hermosa mujer... Megan.

CONTINUARA.

No hay comentarios:

Publicar un comentario