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RELATO - Libérame o déjame pensar

Sumergido en la búsqueda de literatura erótica-romántica, me di cuenta de que las que contaban una buena historia y relataban hazañas sexua...

jueves, 31 de mayo de 2018

LIBÉRAME O DÉJAME PENSAR. PARTE 5


LIBÉRAME O DÉJAME PENSAR     PARTE 5


No contesto. Solo puedo oler su perfume. No cabe duda, es el mismo. Ella es la mujer que salía el otro día del ascensor. Está claro por qué no se ha sorprendido al verme, sabía perfectamente que estaba aquí, me vio, estoy seguro.
Mis pensamientos corren a mil por hora y no dejan cabida a mi voz. Ella me mira por encima de su carpeta, como a la espera de una respuesta. Yo ya no pienso comportarme de la misma manera que en el local liberal. Se acabó ser un idio-tonto. Voy a interpretar a Roberto “Conquistador de reinos”, guerrero de todas y amante sensual y misterioso. Vamos a ver que tal…
La miro, poniendo esa mirada que tanto incomoda, así como interesante a la vez que seguro de mí mismo.

- Sí. - La contesto de manera escueta.

Me mantengo en silencio. Se que eso le resultará incómodo y le creará la necesidad de seguir indagando. Después de todo, por lo poco que la he podido analizar, parece una mujer curiosa.
Venga... Vamos pues a jugar, me digo.
Prosigue mirando sus papeles y hablándome sin apenas levantar la mirada de ellos.

- ¿Se ve capacitado para liderar a un equipo de trabajadores? - Me pregunta en tono serio.

- Totalmente. - Contesto con seguridad.

- Pues no lo parecía el otro día. - Me indica aún sin mirarme.

¿Pero qué se ha creído? Su afirmación me desconcierta a la vez que incomoda, pero intento salir del envite.

- ¿En serio cree que fue así? - Le indico con algo de prepotencia y finalizando con una sonrisita pícara.

- No lo sé señor Roberto, yo me ciño a lo que vi en nuestra conversación de diez minutos.

Me mira sonriendo con maldad. Está jugando, lo sé. Y le encanta.

- Quizás el problema sea que se conforme con diez minutos. Aunque creo que diez minutos no dan para mucho. ¿O para usted sí?

Su rostro se torna serio. Parece que ahora la incómoda es ella. Vuelve a mirar sus papeles sin intención de contestar mi pregunta.

- Vaya, veo que lleva mucho tiempo en la empresa. ¿Cómo es que con un perfil como el suyo? - Me mira fijamente a los ojos. - ¿No ha querido ampliar su carrera profesional probando en otros... Lugares?

Se que su pregunta va con segundas intenciones y si fuera por mí, contestaría con una respuesta muy subida de tono. Pero no, no voy a caer en ello. Voy a contentarme con decirle algo diplomático y ceñirme al aspecto laboral.

- Estoy a gusto en esta empresa y me gusta mi trabajo. No veo la necesidad de asumir riesgos. - Le contesto con un tono cordial.
 Ella está sería, pero al escuchar mi respuesta noto como aguanta su sonrisa. Lo está disfrutando, ya no me cabe duda.

- ¿Es así como ve los cambios? ¿Cómo riesgos a asumir? - Me pregunta con cierto tono burlón.

- No, no me importa probar cosas nuevas, en absoluto. Pero me gusta el rumbo que está cogiendo esta empresa. Y ahora, creo que incluso puede mejorar - Le contesto serio y haciéndome el interesante.

¿Pero que estás haciendo Roberto? ¿Flirteando con la jefa de recursos humanos? ¿Qué quieres, que te echen? Pienso por dentro con temor.
Ella me sonríe y no deja de mirarme. Sabe que me pone nervioso, pero yo sigo interpretando mi papel de “Conquistador de reinos”. Se me da bien, he visto mucha cineteca de películas románticas y conozco a algún que otro tipo así.

- ¿Suele ir mucho por allí? No le he vuelto a ver desde entonces. - Me vuelve a preguntar curiosa, pero con cierto aire despreocupado.

- No, y no creo que vuelva. El ambiente que hay en esos sitios no despierta mi interés.

Me muestro serio disimulando mi sorpresa. Sin dar demasiada importancia a su pregunta.

- Bueno, siempre puede probar a ir los miércoles, es horario gay y quizás se encuentre más cómodo.

Pero que hija de puta. ¿Pues no me está tanteando? No caigas Roberto, no caigas.

- Me gustan demasiado las mujeres como para ir un miércoles. - Contesto con tono chulesco.

¡Ya está! Tú lado macho salió a relucir. Le estás dando exactamente toda la información que ella busca. Así, sin resistencia alguna.
Ella se sonríe y baja su mirada de nuevo hacia los papeles. Intenta disimular su sonrisa tras ellos pero no lo consigue. ¿Lo intenta? No, creo que no. Está haciendo conmigo exactamente todo lo que quiere y yo comienzo a sentirme incómodo, como un pelele.

- Por favor, ¿podemos ceñirnos al trabajo? - Le contesto serio y molesto.

- Perdón.

Ella ahora parece molesta. Vuelve a bucear entre sus papeles y lee durante un rato largo para sí misma. Mis nervios están a flor de piel, pero los intento disimular como puedo. No se cuanto tiempo podré aguantar este silencio. Finalmente habla. Seria, muy seria.

- Bien señor Roberto, creo que esto es todo. No tengo ninguna otra pregunta que formularle. Ha sido un placer. - Me dice muy seria.

Su seriedad me da miedo. Me hace pensar que quizás me he extralimitado interpretando mi papel y que mi puesto de trabajo puede peligrar. Empiezo a arrepentirme.
Se levanta y se pone junto a la puerta de salida, como invitándome a salir. Queda a la espera de que yo me disponga a marchar. Yo me levanto y sin decir nada, aterrado por dentro, me dispongo a salir. Sin querer, agarro el picaporte al mismo tiempo que ella lo hace para abrir la puerta. Nuestras manos quedan una sobre la otra. Los dos nos quedamos bloqueados, nos miramos a los ojos seriamente, pero siendo conscientes de la atracción que hay en ellos. Dura un instante, solo un mísero instante en el que mis instintos piden a gritos que bese esos labios sensuales pintados de carmín rojo.
Finalmente salimos del trance y avergonzado aparto mi mano de la suya. Abro la puerta para salir de allí y me alejo, lento y repasando en mi mente todo lo que ha pasado en esos escasos segundos. Me alejo de aquella hermosa mujer. Mientras camino por el pasillo siento lo mismo que cuando me alejaba de ella en aquel local liberal. Estoy seguro de que me está mirando.  Pero no, no pienso girar la cabeza para comprobarlo.
Esa misma tarde en mi casa me suena el teléfono. Es Jorge, me llama para ver cuando podemos vernos y tomar ese café juntos. Yo no tengo ganas de quedar y evito en varias ocasiones contestar. Recuerdo lo que estuvo a punto de pasar con Vanessa y no tengo ni idea de lo que hacer. Se lo cuento o no se lo cuento. Lo lógico y correcto sería hacerlo, pues es mi amigo y no deseo que pase por males futuros. Pero sin embargo, se que está colado hasta las trancas, se que me escuchará, se enfadará y perderé a uno de mis mejores amigos.
Finalmente atiendo la llamada. Jorge me insiste y me vuelve a recordar que tiene algo muy importante que contarme. Al final accedo, soy imbécil. Ahora a pensar en cómo contárselo. Hemos quedado para mañana después de comer en una cafetería que hay cerca de mi trabajo. Estamos a lunes, pienso... Mañana la vas a cagar.
Martes, de vuelta al trabajo, rutina, rutina y rutina. Ricardo me pregunta por la entrevista de ayer y yo no voy a contarle la verdad.

- Bueno, no fue para tanto. Pensé que iba a ser una de esas entrevistas eternas de recursos humanos. :- Le comento sonriendo.

Me hago el tonto y no le cuento nada. Ricardo no es precisamente una tumba para guardar secretos. Recuerdo el día que quisimos dar una sorpresa a un compañero por su cumpleaños y se nos ocurrió contárselo. A la mañana siguiente, ni sorpresa ni leches. Ricardo lo había pregonado por toda la oficina.

- Eso será porque le habrás pillado de buen humor. El tío es un hueso duro de roer y se rumorea que tiene pensado echar a unos cuantos. Quiere meter a más personal de SeeGoty. - Me comenta preocupado.

- ¿Perdona? ¿El tío? A mí me entrevistó una mujer. :- Le contesto algo sorprendido.

Ricardo me mira y a continuación emite una sonora carcajada.

- Macho, se que el jefe de Recursos Humanos ha hecho todas las entrevistas personalmente. Y es un tío viejo... Muy viejo… - Se vuelve a reír. – Y salvo que se haya vestido de mujer para hacer la tuya. - Comenta con cierta ironía.

Sorprendido por lo que me cuenta comienzo a enfurecerme a cada minuto que transcurre.

- ¡Es el colmo! ¿Pero quién coño se cree esta tía? ¡Uf! Si la tuviera delante.

O dios, me quedo paralizado. ¿Lo he dicho en voz alta?, pienso. Ricardo me oyó y me mira sorprendido. Está claro, él no conoce los antecedentes.
Me levanto como un resorte y me marcho hacia el baño ante la estupefacta mirada de Ricardo. Necesito despejarme. Me echo agua por la cara y me maldigo por un instante.
Vuelvo a mi sitio y prosigo con mi trabajo. Ni siquiera Mónica puede hacerme calmar el enfado que tengo. Viene en un par de ocasiones a hablar conmigo pero yo tan solo soy capaz de contestarla con monosílabos. Nos conocemos muy bien y sabe que cuando estoy con este humor, es mejor no insistir y dejar que se me pase.
La hora de la comida, cabreado, sin decir palabra, no disfruto la comida. Todos hablan a mí alrededor mientras yo me concentro en mi plato. Mónica me mira de reojo de vez en cuando, pero no dice nada. Prefiere callar. Hace bien.
Llega la hora del café con Jorge, creo que voy a decírselo. Se molestará, pero le haré entrar en razón y se dará cuenta de que Vanessa no le conviene.
Llego serio a la cafetería. Él ya está allí, sentado, sonriente, contento, pletórico. Se levanta según me acerco y me saluda. Me siento frente a él y me pregunta que qué quiero tomar. Yo pido un café cortado. No me gusta el sabor del café solo y tampoco me gusta el sabor de la leche, por lo que en mi vida, solo me queda esta alternativa.

- ¿Qué tal andas Rober? - Me pregunta con tono simpático.

No cabe duda de que es una pregunta de iniciativa, así es como las denomino yo. Son de ese tipo de preguntas que haces para arrancar y poder soltar lo que realmente te interesa decir. No hace ni tres días que nos vimos, por lo que contarme, contarme, casi lo mismo que la última vez que me lo preguntó el viernes.

- Bien, ya sabes, el domingo con la familia y la monotonía del trabajo. ¿Y tú qué tal Jorge? ¿Qué es eso tan importante que tienes que contarme? - Le pregunto simulando interés.

No es que no esté interesado en saber las buenas nuevas que tenga que contarme, pero hoy no es mi día y no voy a aguantar una pre-conversación sin sentido para desembocar en lo inevitable. Además, sabiendo lo que tengo que confesar no creo que pueda disfrutar de nada de lo que me cuente.
Jorge me contesta alegre y con una gran sonrisa, no cabe duda de que estaba deseando soltarlo.

- Pues verás, ya sabes que Vane y yo estamos genial. En verdad, sé que es cierto que no llevamos juntos más que dos meses y cinco días. Pero para nosotros, están siendo los días más felices de nuestras vidas.

- ¿Cómo lo sabes? - Le interrumpo curioso.

- No entiendo. ¿Cómo sé qué?

Jorge parece confundido. Nunca ha sido un tipo de pillar a la primera las cosas más evidentes. Por eso sé que en realidad no sabe por dónde va mi pregunta.

- Pues ¿qué cómo sabes que para ella también son los días más importantes de su vida? - Le contesto serio.

- Hombre, eso se nota. Simplemente con mirarla a los ojos y ver como disfruta de cada cosa que hacemos. Te indica que lo son.

- Claro, claro. - Con incredulidad.

Mi amigo se siente confundido, se lo noto. No sabe que me pasa y está claro que por su expresión, no se esperaba mi reacción.
Prosigue hablando.

- Bueno, lo que te decía. Vane y yo solo nos vemos los fines de semana y la verdad... Viendo que nos sabe a poco. He decidido proponerle que se venga a vivir a mi casa.

- ¿Y tú estás seguro de que a ella también le sabe a poco? - Le pregunto con seriedad.

La confusión se torna a enfado. Se lo noto.

- ¡Joder tío! ¿¡Pero qué te pasa!? ¿Qué tipo de pregunta es esa? ¿A qué viene?

No he podido evitarlo, esto se está desmadrando y veo a Jorge colado por una chica que lo más seguro es que le dé boleto. O lo que es peor, que le sea infiel y le rompa el corazón. No puedo permitir que siga con esto.

- A ver Jorge, no sabía cómo decirte esto, pero creo que los dos no estáis entregando la misma parte en la relación. - Le digo sosegado y tranquilo. Con la intención de que vea que lo hago por él.

Jorge frunce el ceño. Parece confundido a la vez que más molesto.

- Roberto, ¡no me jodas! ¡No me hables con acertijos! Las cosas claras.

Pienso un instante buscando la mejor manera de decírselo, pero la verdad es que hoy no estoy muy por la labor de pensar con claridad. Y además, creo que con el día que llevo, por mucho que intente buscar la fórmula, no la hallaré.

- Pues Jorge, el viernes pasado cuando fuimos a por mí Uber pasó algo.

Cada vez le aprecio más enfadado. Me mira mientras hablo y su expresión se ensombrece a cada segundo.

- Cuando estábamos esperando el coche, Vanessa se me abalanzó y apenas pude pararla. Te juro que yo no quería. Que no pasó nada más que unos besos. Pero creo que no estáis en la misma honda.

Así, directo, al grano, sin anestesia, pero que bruto soy.
Después de esto Jorge se levanta. Sin decir nada, me mira y me mira. Aprieta sus puños y sin mediar palabra se marcha de allí. Él no es un tío de enfrentamientos. Sé que está dolido y furioso. Pero jamás usaría la violencia contra mí.
Yo me siento fatal por lo ocurrido y siento como un ardor recorre mi cuerpo hasta prender en mi estado de ánimo.
Estoy furioso, mucho más que antes si aún cabe.
Me marcho de la cafetería y me vuelvo al trabajo. No voy a poder seguir allí, así que, me digan lo que me digan me voy a casa. Decidido, me cojo la tarde libre.
Recojo mis cosas y me marcho. Avanzo serio hacia el ascensor. Lo reclamo y ante mi se abren sus puertas. Parece que viene de arriba, pues para mí sorpresa, en su interior me encuentro a doña entrevista. Está acompañada por dos hombres trajeados que se empeñan en hacerle la pelota. Ella escucha lo que le dicen mientras me mira. Su mirada se clava en mí y me lo hace saber sin disimulo alguno. No me corto, me da igual. Hoy nadie más me va a tomar el pelo. La saludo solo a ella, los demás me importan una mierda. Con expresión seria entro en el ascensor. Los hombres me miran con recelo y algo molestos, pero me da igual. Ella me saluda también. Me coloco a su izquierda. Muy cerca, ahí, incomodando, ¡Que se joda! A través de los espejos del ascensor puedo apreciar que me mira, como siempre, curiosa, con deseo, con su sonrisa de pícara.. El ascensor está bajando durante un instante, sin apenas notarse que nos movamos. Los hombres siguen incansables como  queriendo convencerla de algo. Al momento nos detenemos. La recepción, mi planta para huir de allí. Estoy cansado, cabreado y arto del día de hoy. Sin mediar palabra me giro hacia ella y la miro, con descaro, de arriba a abajo, sin vergüenza alguna. Ella lo nota y se muestra incomoda. No se lo esperaba, no lo puede controlar y ahora lo entiendo todo. Eso es lo que le jode. Mantengo mi mirada y las puertas del ascensor comienzan a cerrarse de nuevo. Pero no, yo soy más rápido y sin siquiera inmutarme lo evito bloqueándolas con la mano. Los hombres se callan, enmudecen con mi descaro al mirarla. No entienden, no saben y si me recriminaran algo, no se si podría reprimir mis ganas de propinarles un puñetazo. Serio, muy serio le digo:

- A las doce y media en la puerta del local.

No hay más palabras, no hay más. Ella queda bloqueada y no sabe reaccionar. Salgo del ascensor y me alejo. La dejo allí, plantada como tantas veces hago últimamente.
No sé si va a venir a la cita, pero si viene... Se va a enterar.


CONTINUARA.

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