Entrada destacada

RELATO - Libérame o déjame pensar

Sumergido en la búsqueda de literatura erótica-romántica, me di cuenta de que las que contaban una buena historia y relataban hazañas sexua...

lunes, 5 de marzo de 2018

LIBÉRAME O DÉJAME PENSAR. PARTE 2


LIBÉRAME O DÉJAME PENSAR     PARTE 2



LIBÉRAME O DÉJAME PENSAR P2


Salimos de los vestuarios y avanzamos por un pasillo que parece conducir hacia un espacio más grande. Este posee una barra de bar y frente a ella, otra pequeña sala con bancos y mesitas a modo de terracita. A un lado de la sala hay unas escaleras que bajan a otra planta. Al fondo otro pasillo que hace curva y que de momento no sabemos hacia donde dirige.
Nos sentamos en unos taburetes frente a la barra y pedimos un par de cócteles. Charlamos durante un momento, principalmente del trabajo y de los compañeros. Que si Juan hizo tal, que si Rosa la cagó con los informes, vamos lo normal cuando se despelleja.
Yo no puedo dejar de mirar a mi alrededor. Mónica me nota nervioso, lo sé, pero por más que intento tranquilizarme no soy capaz. Diferentes parejas se suceden de un lado a otro. Algunas risueñas que mantienen un aire divertido de complicidad y otras serias, como si hubieran llegado allí por primera vez, de la misma manera que nosotros.
Mónica intenta tranquilizarme. Me coge la mano y me pregunta si estoy bien. Yo la miro... Dios, que guapa es. Debo de tener una cara de cordero a punto de entrar en el matadero que no veas, porque ella me mira con expresión de preocupación.

- ¿Estás bien?

Yo intento tranquilizarme... O al menos hacer que lo estoy. No quiero por nada del mundo que ella pueda sentirse culpable por haberme traído hasta aquí.

- Estoy bien Moni, solo algo curioso. -Sonrío para quitar hierro.

- ¿De verdad? Que que si no, nos vestimos y nos vamos ahora mismo.

- Venga, vamos a brindar por nosotros. - Le digo quitando hierro y levantando la copa con una sonrisa en la cara.

Los dos brindamos y bebemos durante un rato entre risas. El cóctel no es una de las mejores cosas de este local, de eso estoy seguro. No está malo, pero tampoco es para repetir. Quizás será porque me he acostumbrado a los que sirven en el Coco Loco. Ese local se ha convertido en mi referencia para salir de marcha los fines de semana. Su mimo y esmero a la hora de preparar y servir las copas, hace que merezca la pena pagar lo que valen.
Mónica se apura su copa de un trago, que valiente, pienso para mi. Me mira y me pregunta que si vamos a dar una vuelta para conocer el local. Yo miro mi copa y aún está por la mitad. Creo que no soy tan valiente como ella para bebérmela de un trago. Ella me mira comprendiendo a la perfección y me indica que irá al baño y que por el camino cotilleará un poco. Me pide que no me mueva del bar y la espere, que no tardará en volver. Yo asiento con la cabeza y ella se marcha, sonriendo, con ese contoneo de caderas tan característico que tanto me gusta.
Me quedo solo, con mis nervios. Y pego de nuevo un nuevo trago de mi maravilloso coctel. A mi alrededor las parejas se besan y hablan.
Subiendo las escaleras aparece una mujer, es una de esas mujeres que por mucho que intentes evitar mirar, no puedes. A mí me han educado para no incomodar nunca con mis miradas, pero juro que no he podido evitar quedarme embobado.
Es algo mayor que yo, unos 10 años diría. Yo tengo treinta y cinco recién cumplidos. Observo que no lleva ni toalla ni albornoz, en su lugar, viste un conjunto sexy de lencería con encaje negro. Es todo lo que tapa su cuerpo escultural. Braguitas con liguero y medias acompañadas de un precioso sujetador. ¡Con dos cojones!
Sus piernas son largas y calza unos elegantes zapatos de tacón alto. Sus pechos no son muy grandes, pero tampoco pequeños. Tienen un buen tamaño y se ven muy apetecibles a través del encaje de su sujetador.
Pasa por mi lado y se sienta a unos escasos metros de mí. Su espalda recta y sus piernas estratégicamente cruzadas indican que sabe conquistar la atención de cualquier persona. Se la ve cómoda, como acostumbrada a esta situación. Todos la miran, mujeres y hombres por igual, pero ella se mantiene impasible. Su melena larga y rizada es de color negro intenso, como el azabache.
Llama al camarero y pide una bebida. Mientras espera, con sus delicados dedos se teje una trenza para estar más cómoda. Pronto soy consciente de que no cabe duda... Ella ha tenido que notar mi mirada de idiota perdido. Me mira de medio lado y se sonríe apartando la mirada cuando su copa llega. El camarero se mueve por el interior de la barra y llega de nuevo hasta donde yo estoy. Le llamo y con curiosidad le pregunto.

- Perdona... ¿No era toalla o albornoz?

Este se sonríe y me indica que hoy es el día de la lencería. Quién quiera puede traerse sus mejores galas de casa, y quien no... Pues eso, toalla o albornoz. A Mónica le habría encantado saberlo, pienso.
También me da por pensar lo que muchas veces he hablado con Mónica. ¿Por qué no hay ropa interior sexy para hombre? Ya sabes, un bonito bóxer ajustado haciendo juego con una camiseta interior bonita, por ejemplo. En su lugar, parecen empeñados en vestirnos de mamarrachos con los típicos calzoncillos con trompas de elefante, jirafas y demás. En fin, que mas que despertar deseo despertamos risas. Troooompa, troooompa.
La mujer parece estar sola. Por la bebida que ha pedido, un rico Puerto de Indias con Seven Up, conoce el horror de los cócteles de este lugar. Da un sorbo y me dedica una mirada acompañada por una grata sonrisa. Yo, muy nervioso se la devuelvo.

- ¿Nuevo por aquí? - Me pregunta con una amplia y simpática sonrisa.

- Sí, la verdad es que es la primera vez que vengo... Bueno, es la primera vez que estoy en este mundo liberal.

Estoy demasiado nervioso para disimular. Ya ni lucho porque no se me note. Y ella, es consciente de ello. Se sonríe y por lo que percibo hasta parece agradarle la situación. ¿Cierto morbo quizás?

- No te preocupes, es normal. Tú intenta relajarte y disfrutar de los momentos que te surjan. ¿Has venido solo?

Se mira los pechos, me mira de nuevo y se echa a reír con disimulo.
No, no, no. ¿Seré gilipollas? ¿Pues no me he quedado embobado mirándolos? Tierra, trágame, tierra trágame ya, antes de que cometa otra estupidez. Que vergüenza...
¡No! ahora mi cara empezará a coger ese tono rojizo que se me dibuja cuando me siento avergonzado. Contesto rápido y tajante como intentando salir del embrollo.

- No, he venido con una amiga. Solo una amiga, no pareja, ni nada... No nada.

"Tarzán andar por selva, bonga, bonga" Así me noto por dentro cada vez que escucho una nueva palabra que sale por mi boquita. Estoy a punto de morir de nervios. Y estoy quedando como un idiota.
La mujer se ríe sonoramente. Es normal, nadie puede resistirse a mis encantos de hombre trabalenguas. Todo está perdido, ni conquista, ni reconquista ni nada de nada. Lo único que voy a sacar en claro de esta conversación, serán las risas de esta mujer.

- Tranquilo, si sigues tan nervioso no lo disfrutarás.

Ella remueve su bebida con el dedo y a continuación se lo chupa sin quitarme la vista de encima, de manera muy insinuante. Me mira y me poseen pensamientos lascivos. Siento calor, ardor en mis entrañas y un puro deseo de dar rienda suelta a mis instintos.
Como un resorte, y a causa de los nervios, me levanto y le indico que he de marcharme a buscar a mi acompañante. Le pongo la excusa de que tarda mucho y que quizás le haya podido pasar algo. Ella se sonríe y se despide de mí. Yo me alejo hacia las escaleras y no paro de sentir su mirada clavada en mí. ¡Ejem!, en mi trasero. Porque al ver ante mi unos espejos que hay en la pared, la veo mirarlo a través de ellos. Jamás en mi vida ninguna mujer me había mirado con tanto deseo.
Bajo las escaleras en busca de Mónica. Está todo muy oscuro y apenas puedo ver los peldaños. Están iluminados por unas lucecitas que hay en el suelo. Parecen las luces de los escalones que hay en las salas de cine.
Una vez abajo, un largo pasillo se extiende ante mí. Al fondo veo el cartel del baño, son baños mixtos, por lo que pienso que no habrá problema para comprobar si aún está en uno de ellos. A los lados del pasillo hay varias puertas.
Avanzo tranquilamente hacia el fondo, no hay demasiada luz, por lo que mi pobre vista no acaba de acostumbrarse al ambiente. Siempre he tenido ese problema, veo bien de cerca y de lejos, es más, de lejos incluso veo mejor que bien, pero mis ojos tardan más de lo habitual en adaptarse a los cambios de luz.
Miro disimuladamente la primera puerta por la que paso, la curiosidad me llama. En ella se puede ver a una pareja muy embelesada. Ella está de rodillas frente a la puerta y él tras ella acaricia sus hombros y besando su cuello. Por las expresiones de su cara ella se está muriendo de placer. Es una chica con un cuerpo muy bonito, grandes pechos y fina cintura. Un de las manos del hombre no tarda en hacer preso uno de sus pechos y la muchacha suelta un alarido de placer.
Prosigo andando y curioseando. De la siguiente puerta que hay frente a mí, salen tres chicas riéndose. Me miran al pasar por mi lado y una de ellas se muerde el labio inferior. ¡Ufff! en su mirada hay fuego, fuego y placer. Pero yo, con lo cortado que soy las dejo pasar impasible y sin apenas mostrar ningún ápice de interés. Necesito saber si Mónica está bien para quitarme la preocupación que persigue mi mente.
Al fondo, en la siguiente puerta, escucho unos jadeos de placer. Llaman tanto mi atención que perdiendo incluso la vergüenza decido avanzar y asomarme descaradamente por la puerta.
Apenas veo, pero al fondo hay una gran cama con algunas sábanas de gasa colgando a modo de decoración glamurosa. Agudizo mi mirada y consigo ver tres siluetas. Avanzo lentamente hacia allí sin hacer ruido y noto como se intensifica el volumen de los jadeos. Cuando me encuentro a escasos cinco metros, puedo ser consciente de la excitante escena. Una mujer con la mirada baja, está de rodillas siendo penetrada por el hombre que vimos en el vestuario. Y a su vez, otro hombre más robusto acaricia sus pechos ardientemente. Ella jadea de placer mientras aguanta las embestidas del hombre que la posee. Y el otro mantiene una gran erección y parece listo para dar el relevo. Pero antes de eso, decide introducir su pene en la boca de la joven. Esta lo saborea y lo disfruta. Con el pene en su boca, mantiene movimientos constantes de arriba a abajo acompasados con cada una de las embestidas recibidas.
En un momento, el hombre saca el pene de su boca y gira su cabeza para besarla en el cuello. Al girarla, puedo ser consciente de la sorpresa. Una fuerte punzada atraviesa mi corazón al ver de quien se trata. ¡Es Mónica! Absorta en su placer y con los ojos cerrados, hace rebosar la sala de alaridos con tan excitante vivencia. Yo, avergonzado y dolido por el descubrimiento, reculo hacia atrás lentamente sin apartar la mirada de tan dolorosa imagen. Ella, en un instante abre sus ojos y me ve. Descubrirme con la expresión de dolor que visten mis ojos ha hecho que salga de su trance lascivo. Continúa aguantando las embestidas del hombre, pero me mira con una expresión de profunda tristeza que apaga su placer de manera abrupta y precipitada. Mientras, yo desaparezco del lugar contemplando como soy partícipe de la rotura de mi corazón.
Me voy a los vestuarios, me cambio y abandono el local de la misma manera que llegué.


CONTINUARÁ.