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martes, 14 de noviembre de 2023

Batalla por ti

Curtido en mil batallas, de rodillas contra el suelo. Cada músculo, tenso en su plenitud. Cada herida recibida, como prueba de lo acontecido en el campo de batalla.
El cielo rojo carmesí, como la sangre que cubre su cuerpo, sangre de sus adversarios, sangre suya. Sangre que cubre todo lo que la vista es capaz de descubrir. Los cuerpos de sus enemigos se cuentan por cientos y cubren la tierra sobre la que aconteció la batalla.
En el costado, una herida fatal. La herida que le elevará a lo más alto. La que le reunirá con los que más quiere. La que le permitirá volver a poseer lo que con tanto anhelo dejó de poseer. De sus entrañas brota su sangre, sangre oscura, sangre espesa y ardiente como su alma.
La lluvia repentina hace su entrada. Violenta, humeda, fría, como él mismo fue tiempo atrás. Limpia con delicadeza su cuerpo y se mezcla con su sangre dibujando finos hilillos de desesperación.
Sus manos aún sostienen su espada. Cruel,  cumplidora, implacable, fiel como en tantas batallas servidas y ganadas.
Respira con dificultad, con ahogo, entre jadeos lastimeros.
No queda mucho, piensa, el tiempo corre de manera vertiginosa y solo es capaz de esperar. A su propio destino. Al que estaba predestinado desde el momento en el que la conoció.
El peso de su cuerpo cede y su mano le presta ayuda con su apoyo. Pesa, pesa mucho, más de lo habitual, no hay duda de que sus fuerzas comenzaron a fallar y el dolor en él se hace más intenso. No puede más, no encuentra la salida, solo piensa en la rendición, sucumbir, olvidar y maldecir por haber perdido la única batalla que deseaba ganar... A ella.
Levanta su mirada, al horizonte, ese horizonte que tantos amaneceres le brindó. Ya es la hora, ya ha llegado.
Está seguro de ello. No tiene miedo y sabe que su derrota es inevitable. Triste y melancólico la recuerda por última vez, solo tiene eso, una vaga imagen en su mente, su viva voz, sus caricias, su mirada. Pero ya nada importa. No hay más lucha, no hay más batalla por la que ganar, todo está perdido y se rinde ante su propio fracaso. Ante su propia torpeza para sanar la espina clavada.
Adiós Bella, jamás te olvidaré, pronuncian sus labios en un lastimero susurro que acompaña al frio golpe que provoca su cuerpo al desplomarse contra el suelo.

 


 

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