Déjame mirarte a los ojos con expresión seria, pensando, eres mía y en este instante haré contigo lo que me apetezca.
Déjame vendarte los ojos con un pañuelo y acercarte hacia mí, para agarrar tu cuello y probar tus labios.
Túmbate hacia el placer y deja que te ate las muñecas para tenerte inmovilizada y poder jugar a mí antojo.
Déjame recorrer mi senda desde tus labios, entreteniéndome en tu cuello, para deleitarme con tus pechos. Comerlos y jugar con mis manos entre tus piernas.
Siente mi lengua deslizarse desde tus pechos hasta tu mojada y ardiente entrepierna. Y allí me entretendré degustando tú placer y haciéndolo cómplice del mío.
Tumbados, sobre el frío suelo, incrusta mi mástil duro y palpitante en tu puerto del deseo. Y juega con el saboreando en mi mirada la dulce miel del fuego y el deseo.
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